(Texto publicado en Diario Monitor, 30 de mayo de 2006)
El pasado abril salió a la venta el libro de Francis Fukuyama: America at the Crossroads. Democracy, Power, and the Neoconservative Legacy. Para los que nos les suene este nombre, Fukuyama es uno de los académicos neoconservadores más connotados y autor del controvertido libro El Fin de la historia y el último hombre (1992). Obra que expone acartonadamente el triunfo de la democracia liberal sobre el comunismo y que se ha convertido en una de las “biblias” más importantes del gobierno de George W. Bush.
Por lo que respecta a su nuevo libro, el autor sigue manteniendo el mismo estilo polémico y ahora explica el desarrollo histórico del movimiento neoconservador y sus 4 pilares: 1) la importancia de los valores democráticos en la política exterior estadounidense; 2) el uso del poder (militar) de Estados Unidos para propósito morales; 3) la convicción de que no se pueden aplicar proyectos ambiciosos de ingeniería social; y 4) la creencia de que el derecho internacional y Nacionales Unidas tienen muy poca legitimidad y efectividad. Con base en estos puntos, justifica la necesidad de una hegemonía benevolente de Estados Unidos para mantener la estabilidad del sistema internacional, promoviendo el intervencionismo.
Parece que no dice nada nuevo, pero en una parte de su libro Fukuyama critica abiertamente a Bush, especialmente su decisión de invadir Irak. Asimismo, condena el haber intentado aplicar el mismo método que emprendieron Douglas MacArthur, John Foster Dulles y Dean Acheson para democratizar Japón y Alemania en el decenio de los cuarenta. Considera que a diferencia de Irak, en esos países la imposición de una democracia fue posible porque hubo un alto desarrollo económico y una burocracia fuerte. Por último, atribuye que la falta de prudencia dentro de las elites políticas de Washington y la transmutación de los objetivos morales a una simple estrategia militar hicieron que la aventura en Irak fuera un fracaso.
En síntesis, Fukuyama no niega que haya sido una ilegitimidad la invasión de Irak, simplemente argumenta que no se hicieron bien las cosas, haciendo de su libro una obra cínica y contradictoria. Además, no se observa una crítica constructiva ni un reconocimiento explícito de que la aventura en Irak sólo fue para satisfacer las ambiciones petroleras. Parafraseando lo que dijo alguna vez Michael Moore, uno sólo puede decir: ¡no siente vergüenza Mr. Fukuyama!
Ahora bien, lo más preocupante es que los políticos que gobiernan el país más poderoso del mundo no hagan una reflexión de su historia para percatarse de que era imposible establecer una democracia en Irak. El caso de Japón les hubiera ayudado mucho.
En primer lugar, una hojeada al libro del historiador John Dower, Embracing Defeat (ganador del premio Pulitzer de 1999), hubiera permitido comprender porqué los iraquíes no han podido “abrazar” la democracia como lo hicieron los japoneses. Los estadounidenses han olvidado también que no es suficiente imponer sólo una constitución, sino que se necesita un espíritu progresista en Estados Unidos como el que hubo en la democratización en Japón después de la segunda Guerra Mundial. De igual manera, ignoraron que la rendición incondicional del Emperador Showa (Hirohito) y el haberlo exonerado de un juicio político fueron fundamentales para que no se sublevaran los japoneses en contra de las fuerzas de ocupación estadounidense como ha ocurrido en Irak. Asimismo, pasaron por alto que la democratización japonesa fue posible gracias a la alianza entre la antigua burocracia imperial y Estados Unidos, así como por la apertura de los canales de participación a los grupos oprimidos (socialistas y comunistas).
La lista es tan larga podría que uno no podría terminar. El meollo del asunto no es un problema de prudencia como lo quiere ver Fukuyama. El fracaso de la democratización de Irak es producto de una falta de aprendizaje histórico que ha prevaleciendo en Estados Unidos y que ha traído como resultado una política exterior arrogante e inepta. Desgraciadamente, nosotros no estamos ajenos a este problema. La construcción del muro fronterizo y el intento de militarizarlo son un vivo retrato de cómo nuestros vecinos siguen obviando los traumas históricos de los mexicanos.
No quiero sonar paranoico, pero hay claras señales para estar preocupado. Como lo entona el interprete británico David Bowie en su canción I’m Afraid of Americans: “el verdadero peligro están en la mente de los estadounidenses.... y nadie los puede ayudar”.
1 件のコメント:
Aloha,
Ahora sí que te pusiste serio con lo del blog. Omedetou. Buenos los artículos (excepto el del fútbol, claro)...
Aunque me queda una duda acerca de la referencia a Bowie...no encuentro esa parte de la letra. ¿O será de alguna versión en vivo? mmmh.
A ver, ya me dirás.
Saludos
Laucha
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