5/23/2006

Minamata: una lección para México

(Texto publicado en Diario Monitor 23 de mayo de 2006)
La separación de la basura es una actividad que tiene rendimientos provechosos, ya que permite agilizar la recolección de los desperdicios y coadyuva a su reciclaje. En México se ha empezado a retomar con mayor seriedad esta problemática y en los últimos años las autoridades han buscado implementar este sistema de división. Una clara muestra es la Ley de Residuos Sólidos que entró en vigor en octubre de 2004 en el DF.

Empero, esta nueva reglamentación no ha tenido el éxito esperado. Primero, es insuficiente separar la basura sólo en dos tipos como lo determina la ley. De igual manera, no existe una cultura ecológica que permita conseguir una correcta división de los desperdicios domésticos en nuestro país. Asimismo, el número de empresas de reciclaje es insuficiente pata solventar las necesidades de la Ciudad de México.

Probablemente, todo se reduce a un problema de recursos, a un bajo nivel de educación o bien a la incapacidad del gobierno izquierdista del DF. Sin embargo, el florecimiento de una cultura ecológica no es producto de cuestiones materiales ni de ineptitudes de la izquierda como lo quiere ver la derecha. En muchos casos es producto de la acumulación de experiencias aflictivas. Esto lo constata Minamata, una pequeña ciudad de 29000 habitantes ubicada en la prefectura de Kumamoto. Aquí se separa en 21 tipos la basura y se ha emprendido una de las más eficaces políticas de reciclaje dentro de todo Japón. Veamos qué paso.

Todo inicia el 1 de mayo de 1956 cuando empiezan a brotar entre los habitantes de la ciudad, extraños síntomas como ataxia, alteraciones sensoriales en manos y pies, así como el deterioro de los sentidos de la vista y el oído. De inmediato un grupo de médicos examina a los habitante, pero no pueden descifrar las causas ni encontrar una cura. Finalmente en 1959, investigadores de la Universidad de Kumamoto revelan que todos los perjudicados presentan altas cantidades de metilmercurio en su sangre. Así, emprenden una pesquisa y encuentran que la peligrosa sustancia estaba esparcida por toda la Bahía de Minamata.

¿Quién había sido el responsable? Las investigaciones revelaron al culpable: la petroquímica Chisso. Los habitantes reclaman inmediatamente su cierre, pero las autoridades gubernamentales no hacen nada. Y el resultado es desastroso. Entre 1956 y 1965, fallecen 111 personas y más de 400 quedan con problemas neurológicos. Igualmente, muchas madres dan a luz a niños gravemente afectados. Por fin en 1968, Tokio reconoce que la Enfermedad de Minamata había sido causada por una negligencia, pero el desastre ecológico era irreversibles.

De este modo, Chisso tiene que indemnizar a las víctimas. Sin embargo, el número de afectados aumenta y la petroquímica pierde toda su capacidad financiera para compensar su enorme crimen. Tokio toma cartas en el asunto y determina quién es susceptible a recibir la indemnización, provocándose otra negligencia. Entre 1968 y 1995, el gobierno reconoce sólo la existencia de 2000 casos, dejando a otras 10000 personas sin compensación.

Las víctimas deciden demandar al gobierno y en el año de 2004 logran un triunfo histórico. La Suprema Corte de Justicia declara que el gobierno es responsable de la propagación de la enfermedad y ordena indemnizar a todas las personas que la padecen. Sin duda fue una victoria, pero llegó demasiado tarde. En suma, una tragedia ecológica fue la causa directa para que se lograra consolidar una impresionante cultura ecológica en Minamata. Es una lástima que sólo con este tipo de crímenes se logre esto.

Ahora bien, relacionado al mismo tema quisiera mencionar un acontecimiento reciente. El pasado 1 de mayo se recordaron en Minamata los 50 años del primer brote de esta terrible enfermedad. Los organizadores invitaron al primer ministro Jun’ichiro Koizumi para que mostrara sus condolencias. No obstante, el premier conservador no participa y en su lugar manda a la ministra de Ecología Yuriko Koike. Los familiares de las víctimas no vieron con buenos ojos esto y exigieron a Koizumi presentarse para constatar el verdadero arrepentimiento del gobierno. ¿Qué fue esto? ¿Una nueva negligencia? No cabe duda de que aún las heridas no han logrado aliviarse en esta pequeña ciudad.

A guisa de conclusión quisiera decir lo siguiente. La separación de la basura no es una cuestión para facilitar las labores a los “pepenadores” ni es una simple bandera para mantener partidos políticos nepotistas como el PVEM. Tampoco implica perder un estatus social como le ven algunos sectores de clase media alta. Simplemente es una actividad necesaria y que no podemos desdeñar. México no tiene el tiempo ni los recursos suficientes como para solventar un problema como el de Minamata. Aprendamos de los errores de otras latitudes y tomemos conciencia.

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