Grandin, Greg, The Last Colonial Massacre. Latin America in the Cold War (Chicago: University of Chicago Press).

Primero, el cine en Japón es muy caro. La entrada cuesta más o menos 20 dólares. Por tal razón, preferí no gastar dinero en ver la autobiografía de un personaje a quien conozco bien.
Segundo, las personas quienes la habían visto previamente, me recomendaron no hacerlo. Muchos me dijeron que el personaje de Ernesto Guevara era acartonado; que el acento argentino de Benicio Del Toro era pésimo; que la película ponía al Che como Rambo; y que era un simple idealización del “guapo guerrillero”, quien no sólo sedujo a Cuba, sino a toda América Latina. Con esos comentarios, la verdad se me quitaron las ganas de verla y gastar tanto dinero en ver a un puertorriqueño haciéndola de argentino.
Tercero, consideré que no podía encontrar nada nuevo en ella. Ya sabía que se iba a encontrar con Fidel Castro y con Aleida. También, que la Revolución cubana triunfaría.
Finalmente, por gajes del destino y gracias al “jugoso” presupuesto que me da la Universidad para comprar libros y otras cosas más, compré los dos DVDs del Che. Me falta ver la segunda parte, cuyo desenlace ya me lo sé: Guevara muere en Bolivia.
Después de verla, mi impresión inicial no cambió. En efecto, el acento de Del Toro es malo. Entiendo que él es uno de los productores ejecutivos de la película y por eso, tenía que ser él mismo quien personificara al Che, pero creo que hubiera sido más interesante buscar a un actor argentino y que Del Toro actuara mejor como Fidel Castro. También, reconozco que en algunas partes, Guevara parece Rambo o algún personaje trillado de Hollywood.
Sin embargo, a pesar de todo, encontré algunas cosas interesantes. Por ejemplo, a Demian Bichir actuando como Fidel Castro. Cuando vivía en México, estaba harto de ver su cara, ya que era el único actor que salía en las películas mexicanas, pero después de no verlo por mucho tiempo, me di cuenta de que no actúa tan mal.
Otro punto, y quizás el más importante de la película es el discurso de Ernesto Guevara en la Asamblea General de la ONU. Las palabras del Che en Naciones Unidas, criticando al imperialismo estadounidenses representan el momento cúspide de la Revolución cubana. Ese discurso, sin duda, ponen la piel de gallina a cualquier latinoamericano (de izquierda, de derecha, antigringo o pro gringo).
Esas palabras se quedaron en mi mente durante el resto de la noche y al día siguiente (hoy), cuando terminé de leer The Last Colonial Massacre, volvieron de nuevo rondar por mi cabeza.
Desde hace varios meses, junto con un colega de la Universidad de Tokio, he estado leyendo varios libros que traten sobre América Latina y la Guerra Fría, pero que usen fuentes primarias. Algunos ejemplos son Global Cold War (2006) de Odd Arne Westad o Latin America’s Cold War (2010) de Hal Brands. De hecho, todavía hay más, pero no los hemos leído aún. En los últimos años, se han publicado en Estados Unidos varios libros sobre esta temática. Hemos querido hacer un análisis más sistemático y por eso leímos el libro Greg Grandin: autor también de Fordlandia (2010)
Last Colonial Massacre analiza cómo durante la Guerra Fría, Estados Unidos colaboró con los militares guatemaltecos para erradicar la insurgencia de izquierda, después de la caída del gobierno de Juan Jacobo Árbenz (1954). Un tema ya analizado con anterioridad. Sin embargo, lo hace por medio de los ojos de las víctimas, o bien de los grupos, quienes tuvieron que luchar contra el ejército y los grupos de contrainsurgencia.
La obra de Grandin es importante, por tres razones.
Primero, es una crítica a la historiografía tradicional, en especial a los estudios de la historia diplomática estadounidenses, los cuales han analizado sólo la parte estadounidense, sin consultar los archivos latinoamericanos. Al analizar los archivos guatemaltecos y emprender entrevistas, Grandin ha logrado abrir muchas de las lagunas existentes.
Segundo, al enfocarse en los grupos de izquierda, analizando sus testimonios, el libro de Grandin ha permitido ver, desde una óptica más amplia, lo que fue la Guerra Fría en América Latina. Por ejemplo, cómo las mujeres tuvieron una participación directa en ella.
Tercero, es una clara crítica hacia los estudiosos, como John Lewis Gaddis y otros más, quienes han olvidado o no ha querido aceptar la participación de Estados Unidos en las masacres perpetuadas por los militares latinoamericanos. Justamente, las atrocidades que el Che Guevara dijo en las Asamblea General de Naciones Unidas en 1964. Antes esta situación, Hal Brands ha criticado Gradin por no considerar que las masacres fueron una responsabilidad mutua, de Estados Unidos y de los latinoamericanos, siendo los segundos los verdaderos responsables. Probablemente, así sea, pero no ha habido una reflexión de arrepentimiento del lado estadounidense. Por eso esta obra es importante. Pone en tela de juicio la labor de la CIA y cómo la democracia puede ser usada como una fachada para justificar cualquier tipo de atrocidad.
Empero, el libro también es criticable. No plasma a todos los grupos de izquierda de Guatemala. La lectura es un poco confusa y repetitiva. Hay un sesgo normativo del autor. También, el título es trillado. Pone un énfasis en América Latina, pero su obra trata casi exclusivamente de Guatemala. La realidad de Centroamérica y de Sudamérica, así como de México son distintas.
También, quisiera saber las opiniones de los estudios de Centroamérica. En especial, de mi querida colega quien hora está en Guatemala. A pesar de todo, es un libro valioso y una lectura obligatoria para todos los estudiantes de Relaciones Internacionales, quienes quieran saber cómo se hace un buen estudio, utilizando primeras fuentes.
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