2/06/2011

Fútbol de salón

   Desde niño, unas mis aficiones ha sido el fútbol. Me gusta verlo en vivo o por la televisión, pero también practicarlo. Recuerdo que, junto con mis compañeros de la carrera participé, en el torneo interno de la universidad. Incluso, cuando trabajé en el CIDE, con unos amigos, formé un equipo llamado la Quinta del Chorrillano. También, jugué con el equipo del CIDE formado por los alumnos de Licenciatura y Maestría, así como por los profesores, los asistentes y los administrativos.
    Nunca he sido bueno, pero siempre me he divertido.
   Empero, por alguna razón, en Japón, no he podido hacerlo. No es que no haya tenido tiempo, simplemente nunca encontré con quien jugar de manera constante. De hecho, la última vez que jugué al fútbol fue hace cinco años. Uno de los asistentes de la Universidad de Tokio nos invitó a jugar a varios de mis compañero y a mí en su equipo. Por alguna extraña coincidencia ese equipo jugaba en uno de los campos cercanos a mi casa. Finalmente, un amigo del posgrado y yo nos animamos a jugar. El equipo formado por cuatrigenarios  nos recibió con mucha amabilidad. 
    Empero, no pudimos responder a sus expectativas. Yo, como siempre, no di el ancho, además de que mi condición física ya no era la de antes. Tampoco mi amigo, quien había sido todo un Sport Billy en su juventud. No aguanto ni cinco minutos.
    Después de esta amarga experiencia, ya no jugué más. Empero, hace unas semanas, me reencontré con el capitán de aquel equipo en el cual mi amigo y yo hicimos el ridículo. Resultó que vivía cerca de mi casa y bueno, después de unas copas, me volvió invitar a jugar de nuevo en su equipo. Al principio pensé en no hacerlo, pero acepté y, finalmente, ayer jugué (para ser más exacto, jugué fútbol de salón).
    Nunca había jugado fútbol de salón. Lo había visto en la televisión, pero no le había puesto mucha atención. Me gusta más el futbol convencional. El fútbol de salón se parece mucho al normal, pero juegan con un balón más pequeño y no se permiten recargarse en el rival (algunas pocas especialices que tengo). Pensé que era como el fútbol rápido pero no tiene paredes. Es desgastante y, como el básquetbol, el impacto en las rodillas es fuerte, ya que se juega en una superficie más dura. 
    Al final, jugamos como cinco horas. Logré aguantar, ya que desde hace un año estoy yendo a un gimnasio cercano. Empero, hoy, tengo un dolor muscular y no me puedo mover. Estoy tirado en el sofá de mi casa. No pensé que me doliera tanto.
    Dentro de dos semanas habrá otros partidos más. Espero jugar de nuevo.
    Por cierto, ayer me llamó la atención que participaran mujeres y hombres en un mismo equipo. Incluso, una jugadora anotó tres goles. Es decir, hizo un hat trick.
    De acuerdo con el capitán del equipo, desde hace un par de años, el número de equipos mixtos han aumentado en Japón. El fútbol de salón ha tenido un éxito entre las mujeres y muchas participan en equipos mixtos. No sé si en México se pueda hacer, pero recuerdo que en la Quinta del Chorrillano jugaba una mujer y cada vez que jugábamos, el equipo contrario se ponía sus moños y algunos de sus miembros se negaban a jugar, si no la sacábamos del equipo. Nunca lo hicimos. 
    Parece que en Japón, esa idea estúpida de que el fútbol es de “hombres” ya no se cumple. De hecho, la selección femenil de fútbol está ubicada en mejor posición dentro del ranking de FIFA que su contraparte varonil. Un dato adicional. Las jugadoras japonesas tienen que trabajar en diferentes oficios para poder sobrevivir. Todos los varones de la selección japonesa perciben altos salarios.   

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