(Artículo publicado en Diario Monitor el 1 de enero de 2008)
Desde ya varios años, Nueva York, Londres, París y Tokio han sido consideras como las grandes “mecas” de la moda mundial (aunque en años recientes han comenzado a sobresalir como Frankfurt, Shangai y Madrid). Para constatar esto, basta ver, simplemente, las frívolas secciones de moda, que existen en los periódicos mexicanos.
En lo personal, no tengo mucho interés por la moda, en parte, porque siempre la he asociado con los prejuicios clasicistas y racistas que han predominado en la sociedad mexicana, pero también porque han existido varias restricciones presupuestarias dentro mi economía familiar, que impiden un consumo masivo de la llamada “ropa de moda”. Esto no implica, por supuesto, que uno pueda deslindarse por completo. Siempre existe los “demonios” internos y también uno que otro destello de vanidad, que llevan a uno a comprar una ropa de diseñador impronunciable.
Ahora bien, después de estar viviendo tanto tiempo en Japón, he detectado, que mi percepción de la moda ha cambiado. Por lo menos es distinta a la que tenía cuando vivía en la Ciudad de México, en esos años “oscuros” cuando el PRI gobernaba. Antes que todo, hay cosas que no cambian. Sigo sin entender por qué la “ropa de moda” es tan cara. Tampoco comprendo qué es lo fascinante de los Centros Comerciales ni por qué la “ropa de moda” genera tantos desplantes de grandeza sobre la gente. Sin embargo, admito (por lo menos en Japón. En México no lo creo ni por un momento) que la ropa puede funcionar como una forma de explayar la individualidad de las personas. Por ejemplo, en Japón, la existencia de diversas modas ha permitido a sus habitantes, escapar momentáneamente de la “opresión” que viven (una percepción a veces exagerada por los medios japoneses y extranjeros, aunque tiene mucho de cierto).
Otro punto favorable que detecto de la moda, es que ésta ha permitido a muchos personas que viven en Tokio volverse en personas “cosmopolitas” ¿Qué me refiero con “cosmopolita”? Según la Real Academia de la Lengua Española, una persona cosmopolita es aquella “que considera a todos lugares del mundo como su patria”. Es decir, son esas personas que son capaces de tomar los elementos de varias culturas y los plasma en su ropa y su hogar. Probablemente, entren en esta categoría muchas de las personas que concurren a los cafés de la Condesa, pero no lo sé, creo que ellos son sólo un estrato rico de una sociedad desigual que los gobiernos panistas no han podido solucionar.
Pero regresando el argumento a Tokio: ¿qué es lo fascinante de que los japoneses sean “cosmopolitas”? En primer lugar, a diferencia de Nueva York, Paris y Londres en donde cohabitan personas de diferentes culturas (lo cual induce inevitablemente hacia actitudes “cosmopolitas”); en Tokio los elementos “cosmopolitas” se han desarrollado dentro de una sociedad de “raza homogénea”. La pregunta obligada, entonces, es por qué ocurre esto. Para algunos es el nivel educativo (lo dudo), mientras que algunos han resaltado el desarrollo económico (tampoco es regla). Algunos consideran que es el sincretismo de la cultura japonesa que puede “robarse” los elementos de otras culturas y los hace suyos (soy escéptico de esto).
Independiente de las causas, lo que sí se puede decir es, que lo “cosmopolita” ha redituando indirectamente en fomentar la tolerancia hacia la “diversidad” en Japón. Basta caminar una tarde en las calles de Tokio para constatar esto.
Ahora bien, muchos de los mexicanos que he tenido la oportunidad conocer en Tokio, han quedado anonadados por esto. Aunque muchos de ellos han mostrado una actitud intolerante hacia esta situación. Por ejemplo, les sorprende que muchos japoneses estén vestidos de manera “ridícula” o que tengan el pelo teñido de rubio, especialmente los hombres. Para ellos esas vestimentas denotan un mal gusto (probablemente) y en el caso de pintarse el pelo, les parece que no va con la “raza” japonesa y es estéticamente feo (probablemente). Empero, es injusto ver a la moda de los japoneses nada más con los lentes clasistas y racistas que tenemos implantados muchos de nosotros los mexicanos.
Como palabras finales, quisiera señalar que no es mi intención decir que lo “cosmopolita” sea la panacea. Si volteamos el otro lado de la moneda, son síntomas de una sociedad en donde se ha infiltrado la cultura extranjera, especialmente la estadounidense y ha modificado la cultura nacional. Algunos llaman esto como Imperialismo Cultural y pone como ejemplo claro a Tokyo Disneyland: un lugar en los donde los “cosmopolita” se puede tornar grotesco (por lo menos para este columnista).
Desde ya varios años, Nueva York, Londres, París y Tokio han sido consideras como las grandes “mecas” de la moda mundial (aunque en años recientes han comenzado a sobresalir como Frankfurt, Shangai y Madrid). Para constatar esto, basta ver, simplemente, las frívolas secciones de moda, que existen en los periódicos mexicanos.
En lo personal, no tengo mucho interés por la moda, en parte, porque siempre la he asociado con los prejuicios clasicistas y racistas que han predominado en la sociedad mexicana, pero también porque han existido varias restricciones presupuestarias dentro mi economía familiar, que impiden un consumo masivo de la llamada “ropa de moda”. Esto no implica, por supuesto, que uno pueda deslindarse por completo. Siempre existe los “demonios” internos y también uno que otro destello de vanidad, que llevan a uno a comprar una ropa de diseñador impronunciable.
Ahora bien, después de estar viviendo tanto tiempo en Japón, he detectado, que mi percepción de la moda ha cambiado. Por lo menos es distinta a la que tenía cuando vivía en la Ciudad de México, en esos años “oscuros” cuando el PRI gobernaba. Antes que todo, hay cosas que no cambian. Sigo sin entender por qué la “ropa de moda” es tan cara. Tampoco comprendo qué es lo fascinante de los Centros Comerciales ni por qué la “ropa de moda” genera tantos desplantes de grandeza sobre la gente. Sin embargo, admito (por lo menos en Japón. En México no lo creo ni por un momento) que la ropa puede funcionar como una forma de explayar la individualidad de las personas. Por ejemplo, en Japón, la existencia de diversas modas ha permitido a sus habitantes, escapar momentáneamente de la “opresión” que viven (una percepción a veces exagerada por los medios japoneses y extranjeros, aunque tiene mucho de cierto).
Otro punto favorable que detecto de la moda, es que ésta ha permitido a muchos personas que viven en Tokio volverse en personas “cosmopolitas” ¿Qué me refiero con “cosmopolita”? Según la Real Academia de la Lengua Española, una persona cosmopolita es aquella “que considera a todos lugares del mundo como su patria”. Es decir, son esas personas que son capaces de tomar los elementos de varias culturas y los plasma en su ropa y su hogar. Probablemente, entren en esta categoría muchas de las personas que concurren a los cafés de la Condesa, pero no lo sé, creo que ellos son sólo un estrato rico de una sociedad desigual que los gobiernos panistas no han podido solucionar.
Pero regresando el argumento a Tokio: ¿qué es lo fascinante de que los japoneses sean “cosmopolitas”? En primer lugar, a diferencia de Nueva York, Paris y Londres en donde cohabitan personas de diferentes culturas (lo cual induce inevitablemente hacia actitudes “cosmopolitas”); en Tokio los elementos “cosmopolitas” se han desarrollado dentro de una sociedad de “raza homogénea”. La pregunta obligada, entonces, es por qué ocurre esto. Para algunos es el nivel educativo (lo dudo), mientras que algunos han resaltado el desarrollo económico (tampoco es regla). Algunos consideran que es el sincretismo de la cultura japonesa que puede “robarse” los elementos de otras culturas y los hace suyos (soy escéptico de esto).
Independiente de las causas, lo que sí se puede decir es, que lo “cosmopolita” ha redituando indirectamente en fomentar la tolerancia hacia la “diversidad” en Japón. Basta caminar una tarde en las calles de Tokio para constatar esto.
Ahora bien, muchos de los mexicanos que he tenido la oportunidad conocer en Tokio, han quedado anonadados por esto. Aunque muchos de ellos han mostrado una actitud intolerante hacia esta situación. Por ejemplo, les sorprende que muchos japoneses estén vestidos de manera “ridícula” o que tengan el pelo teñido de rubio, especialmente los hombres. Para ellos esas vestimentas denotan un mal gusto (probablemente) y en el caso de pintarse el pelo, les parece que no va con la “raza” japonesa y es estéticamente feo (probablemente). Empero, es injusto ver a la moda de los japoneses nada más con los lentes clasistas y racistas que tenemos implantados muchos de nosotros los mexicanos.
Como palabras finales, quisiera señalar que no es mi intención decir que lo “cosmopolita” sea la panacea. Si volteamos el otro lado de la moneda, son síntomas de una sociedad en donde se ha infiltrado la cultura extranjera, especialmente la estadounidense y ha modificado la cultura nacional. Algunos llaman esto como Imperialismo Cultural y pone como ejemplo claro a Tokyo Disneyland: un lugar en los donde los “cosmopolita” se puede tornar grotesco (por lo menos para este columnista).
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