7/10/2007

Imprudencia y la memoria histórica

(Artículo publicado en Diario Monitor, 10 de julio de 2007)

El pasado 3 de julio, el ministro de defensa japonés Fumio Kyuma renuncia a su puesto. Esto hace que el gobierno de Shinzo Abe se tambaleé de nuevo y cada vez más, el gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) se perfile hacia una derrota en las elecciones de la Cámara Alta, programadas para el 29 de julio.

Pero, ¿quién es Kyuma? ¿Qué fue la causa que lo orilló hacia esta decisión? Este diputado del segundo distrito de Nagasaki había sido uno de los grandes impulsores del “joven” primer ministro Abe en la carrera por la presidencia del PLD y uno de los artífices para que las facciones contrarias al mandatario japonés aceptaran apoyar a un político tan inexperto. Dicho de una manera coloquial, “Don Kyuma” era uno de los “padrinos” del joven Shinzo.

Ahora bien, la causa de su renuncia se debe a un imprudente comentario que hizo en una universidad privada el pasado 30 de junio. Ahí, Kyuma afirma que, pese a la gran matanza que dejaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, esta decisión era algo inevitable, ya que era necesario terminar con la Guerra y encaminar hacia la paz que ahora goza Japón.

Este comentario dejó atónitos a propios y extraños, pero no era la primera vez que Kyuma hacía un comentario imprudente. En febrero pasado, en la Comisión de Seguridad Nacional de la Dieta, el diputado oriundo de Nagasaki manifiesta que ante la falta de evidencia de armas de destrucción masiva en Irak; la invasión estadounidense que apoyó Japón, carecía de sentido. Esta situación le trajo una lluvia de elogios de la oposición, pero el repudio de los sectores conservadores. Finalmente, Kyuma se retractaría de lo que dijo, argumentando que no había estudiando bien la historia del conflicto.

Ahora bien, en el caso de sus imprudentes sobre el “inevitable” lanzamiento de las bombas atómicas denotaba de nuevo que no había estudiado bien la historia (Esta idea del “inevitable” lanzamiento de las bombas estás sustentado en algunas declaraciones de historiadores estadounidenses conservadores que argumentan que las bombas buscaban evitar un derramamiento mayor de sangre, pero hasta le fecha no existe la evidencia documental que muestre estas intenciones).

Y como era de esperarse, la oposición y en especial, las organizaciones civiles que apoyan a las víctimas de las bombas, exigirían al primer ministro Abe que le de cuello a Kyuma. Igualmente, los miembros del PLD y del Partido del Gobierno Limpio —organización política que es la mancuerna de la coalición gobernante— exigieron a Kyuma que renuncie lo antes posible, ya que dada la cercanía de las elecciones de la Cámara Alta, la “estupidez” que había cometido podría acrecentar las posibilidades de una derrota conservadora.

Sin embargo, en los primeros días, Kyuma no manifiesta su intención de renunciar y el primer ministro tampoco muestra su intención de removerlo, pero para el 3 de julio la situación era inevitable. El porcentaje de apoyo hacia el gobierno de Abe había decrecido dramáticamente, obteniendo sólo el 28%. Así, finalmente, el ambivalente Kyuma renuncia, aunque manifiesta que lo hace para no dañar el desempeño electoral del PLD.

En lo personal, no entiendo qué motivó a Kyuma a decir esta “estupidez”. Las autoridades japonesas, lejos de justificar el lanzamiento de las bombas, tienen que ser más enérgicas y exigir una disculpa a Estados Unidos por el genocidio que cometió en Hiroshima y Nagasaki, ya que hasta la fecha no ha habido una disculpa oficial y ningún presidente estadounidense ha tocado suelo de Nagasaki o Hiroshima. Y lo más paradójico es que actualmente, las autoridades cínicas de este país norteamericano han aprobado una resolución en donde le exigen al gobierno japonés hacer una disculpa oficial por haber obligado miles de jóvenes chinas y coreanas a ser las esclavas sexuales de los militares japoneses.

Ahora bien, quisiera recalcar que nada exime al gobierno y la sociedad japonesa de los crímenes que cometieron las autoridades japonesas en la preguerra. Es un hecho claro que Japón tiene que pagar por sus errores del pasado, pero tampoco no hay ninguna razón que justifique a Estados Unidos para evadir la responsabilidad de haber lanzado dos bombas en donde murieron miles de inocentes.

En fin. Los tiempos han cambiado. Japón no es aquel país ocupado por Estados Unidos en donde las autoridades de Washington podían censurar cualquier intento japonés de emprender una crítica por el lanzamiento de las bombas. No hay pretexto para el primer ministro Abe de seguir con el hermetismo y mantener una “cordialidad forzada”.

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