7/24/2007

Elecciones 2007. Los Partidos

(Texto publicado en Diario Monitor, el 24 de julio de 2007)

“Las encuestas muestran las preferencias del electorado, pero no son un resultado definitivo”. Esta frase sale inscrita normalmente en cualquier encuesta en México, pero en nuestro país muchos siguen considerado que éstas están “amañadas”. En lo personal, considero que las técnicas de muestreo han mejorado notoriamente en los últimos años y evidentemente su confiabilidad, pero mientras siga existiendo una “apertura restringida” de los medios; es muy difícil pensar que las encuestas sean instrumentos de medición totalmente neutrales.

Ahora bien, diametralmente opuesto a esto, en Japón (un país con mejores condiciones democráticas) las encuestas han tenido una gran aceptación. Inclusive, el propio gobierno no sale de manera bravucona a desmentirlas, cuando sus resultados le son desfavorables, como está sucediendo en la antesala de próximas elecciones de la Cámara Alta.

En las últimas semanas, todas las encuestas de los periódicos japoneses, incluyendo los más cercanos a la línea gubernamental han mostrado un claro declive de las preferencias electorales hacia la coalición gobernante conformada por el conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) y el Partido de Gobierno Limpio, cuya base electoral es la secta neobudista Soka Gakkai. Las causas son varias: la ineptitud gubernamental en el sistema de pensiones, el empobrecimiento de la población; los escándalos políticos de los miembros del gabinete y las declaraciones imprudentes y discriminatorios de los miembros del PLD.

En los personal, hace unas semanas no consideraba plausible un triunfo de la oposición y tenía la convicción de que no pasaría nada, pero al ver la última encuesta del Periódico Asahi del 20 de julio, mi idea sobre las elecciones ha cambiado. En esta encuesta se muestra, que la coalición no va a poder obtener ni siquiera los escaños suficientes para mantener la mayoría en la Cámara Alta y que será la primera oposición, el Partido Demócrata Japonés (PDJ), la que ocupe el codiciado puesto de primera fuerza dentro de este cuerpo legislativo.

En caso de darse esto, a partir de agosto va a existir un “gobierno dividido”, ya que el PLD controla la Cámara Baja (con un grotesco porcentaje de 67%). Además, el actual primer ministro Shinzo Abe tendría que renunciar y muchas de las iniciativas de la coalición gubernamental serían bloqueadas. Esto obligaría, inclusive, a convocar a elecciones anticipadas dentro de la Cámara Baja. Pero dejemos hasta aquí las especulaciones y concentrémonos en delinear algunas datos de las dos principales contendientes de las próximas elecciones.

Empecemos, entonces con el PLD. Este partido se funda en 1955, cuando se fusionan las fuerzas conservadoras que se habían dividido después del fin de la Guerra de Pacífico y que buscaban contrarrestar el avance de los socialistas. Así, además de mostrar una clara simpatía hacia Estados Unidos, el nuevo partido buscaría emprender una reforma constitucional que permita rearmar a Japón y cambiar la estructura de dependencia militar frente a Estados Unidos.

Finalmente, el PLD fracasaría en su intento de reforma constitucional, pero gracias a su capacidad para incorporar a diversos grupos de interés; esta federación de mini partidos gobernaría “hegemónicamente” a Japón. De hecho, salvo un breve lapso (1993-1994), el PLD no ha perdido una elección de la Cámara Baja. Esta singular característica hizo que el politólogo José Antonio Crespo, considerara al PLD como una versión más moderna que el PRI.

Por lo que toca al PDJ, esta organización se funda en 1996, por la fusión de un grupo escindido del PLD, una amplia facción del Partidos Socialista Japonés y varias organizaciones civiles (esto se asemeja mucho al PRD). Esto permite la conformación de un partido de centro-izquierda. Sin embargo, en 1998, al destruirse la entonces primera oposición neoconservadora, el Partido de la Nueva Frontera, dirigida por Ichiro Ozawa; numerosos grupos conservadores se enrolan al PDJ, permitiendo que este partido se vuelva en la primera oposición, pero la opción de “centro-izquierda” se elimina por completo. Finalmente, en 2003, Ozawa y su grupo deciden entrar al PDJ y comienza una mayor tendencia del conservadurismo, incluyendo la aceptación de la idea de la reforma constitucional. Esto se ha consolidado con mayor fuerza cuando Ozawa logra la presidencia del partido en 2006.

Como vemos, en términos ideológicos, no importa si gana el PDJ, el conservadurismo se mantendrá dentro del espectro japonés. Sin embargo, dado que el PDJ aún mantiene en su seno a grupos progresistas, puede ser un escenario distinto para Japón. Veamos qué pasa el próximo 29 de julio.

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TOKIO.- El domingo pasado se celebraron comicios en Japón, para renovar la mitad de la Cámara alta, compuesta por 242 legisladores, de los cuales 146 son de mayoría (a partir de distritos, como en el caso de los diputados) y los restantes 96 son de representación proporcional. Es decir, una fórmula mixta como la que tenemos en México, sólo que en Japón ello no entraña una contradicción con el pacto federal que implica un número determinado de senadores por entidad, como en EU porque, para empezar, se trata de un Estado unitario, no federal. Dado que el gobierno emana de la Cámara baja, en principio estos comicios para renovar la alta no tendrían demasiada importancia, salvo que, dadas las circunstancias políticas prevalecientes en ese país, podrían tener gran impacto político. Fue una campaña breve, sustanciosa y esencialmente pulcra (en todos los sentidos).

Shinzo Abe apenas lleva diez meses en su cargo. El Partido Liberal Democrático (PLD), dominante desde 1955, pasó de 45% a 34% de asientos en la Cámara alta. Es la primera vez que pierde la mayoría ahí. Ello no puede interpretarse sino como un rechazo de los ciudadanos a las políticas y el desempeño de Abe, su falta de carisma personal y haber nombrado a un gabinete sumamente gris. Algunos ministros han tenido que renunciar por corrupción (uno que fue de Agricultura incluso se suicidó ante el deshonor de haber sido descubierto) o por declaraciones infortunadas (el secretario de Defensa justificó públicamente el bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki). Demasiados errores como para que no se reflejaran en las urnas. Algo que contrasta con nuestra cultura de la impunidad. Se generó también incertidumbre y malestar por el desorden en el padrón de 50 millones de pensionados, inaceptable en un país que funciona como reloj. Si bien ese problema venía gestándose desde hace veinte años, Abe tuvo la mala fortuna de que le estallara en las manos. El resultado de la elección fue, pues, un típico voto de castigo por las malas cuentas entregadas por el primer ministro en estos meses. Los japoneses no se andan con cuentos. El sistema electoral es eficaz como un instrumento de rendición de cuentas.

Otro factor en contra de Abe es su relativa juventud para los parámetros japoneses: es un imberbe de 53 años, cuya juventud no inspira respeto en la gerontocracia nipona, pues los líderes y los jerarcas políticos y empresariales suelen sobrepasar los sesenta años. Un aspecto peculiar de esta elección es que fue la más concurrida de los últimos años (en la pista de la Cámara alta). Algunos expertos señalan que tal participación refleja el nivel de descontento ciudadano que, en vez de provocar abstencionismo, como en México, incentiva a los inconformes a concurrir a las urnas para corregir lo que no funciona.

Se ha hablado de que, ante el descalabro del partido dominante japonés, Abe debería renunciar, acorde con una vieja tradición política según la que una derrota electoral, incluso relativa, orilla al primer ministro en turno a renunciar —aunque legalmente no tenga que hacerlo—, pues el resultado refleja su mal desempeño en el gobierno. Es como, si en 2003, el paso del PAN en la Cámara baja, de 42 a 30% de presencia, hubiera llevado a Vicente Fox a renunciar anticipadamente, al captar el mensaje de las urnas como un mal desempeño de su parte (en cuyo caso nos hubiéramos ahorrado tres años de parálisis, polarización y desaguisados políticos). Esa es una de las ventajas institucionales del régimen parlamentario. ¿Qué pasaría con Japón con cinco años más bajo un primer ministro incompetente y denostado y un Congreso dividido? Algo similar a lo que nos sucedió a nosotros el sexenio pasado.

Pero Shinzo Abe ha dicho que no renunciará, lo cual le está generando fuertes críticas, pues ya es un "cartucho quemado". Su aferramiento no se explica exclusivamente por su tozudez —muy ofensiva en Japón—, sino que de momento no hay ninguna figura política en su partido que quiera s