4/01/2011

¿Ahora qué viene?


    Japón ha sido considerado, durante muchos años, como un “país anómalo”, ya que desde 1955, un solo partido había controlado las riendas del país. Visto desde una perspectiva mexicana, no es descabellado que una misma organización logre dominar de esa manera. Sin embargo, a diferencia del México priísta (1929-2000), las condiciones de competencia electoral en el Japón de la posguerra habían sido reales y no ficticias. Aunado a lo anterior, las posibilidades de que el Partido Liberal Demócrata (PLD) pudiera emprender un fraude masivo, siempre fueron imposibles. En este sentido, como lo ha señalado el politólogo estadounidense T. J Pempel, quizás lo más correcto sea decir que Japón es una “democracia diferente”. Empero, esta situación cambió en las elecciones generales de 2009. Por primera vez en la historia japonesa, un partido de oposición logró arrebatar el poder al partido oficial.    
    ¿Cómo cambió Japón después del triunfo del Partido Demócrata Japonés (PDJ)? Para muchos, no ha habido un cambio sustancial. Los demócratas no han cumplido sus promesas de campaña: 1) enmendar la terrible recesión; 2) impedir la construcción de una base militar estadounidense en Henoko (Okinawa); 3) otorgar una cantidad mensual a las familias con niños; hacer completamente gratis las carreteras nacionales; y 4) destruir el dominio de la burocracia gubernamental, entre otras propuestas. Aunado a lo anterior, los líderes demócratas han sido débiles. Por ejemplo, Yukio Hatoyama dimitió del puesto de primer ministro a los nueve meses, mientras que el actual primer ministro Naoto Kan tiene ya sus días contado, aunque a raíz del terremoto del 11 de marzo ha alargado sus días en el poder.
    ¿Por qué los demócratas han fracasado? Para comprender lo anterior es pertinente hacer un recuento histórico y buscar a los responsables.
    En los albores de la década de 1990, la imagen el PLD se deterioró debido a diversos escándalos políticos de sus diputados. Lo anterior trajo una dura crítica, desatándose al final numerosas escisiones. De esta suerte, el entonces primer ministro Kiichi Miyazawa (1991-1993) no tendría otra alternativa que convocar a elecciones anticipadas, pero el resultado sería contraproducente. Los conservadores mantuvieron su histórico puesto de primera fuerza, pero perdieron la mayoría calificada. Finalmente, el ex secretario del PLD Ichiro Ozawa (principal líder conservador rebelde) convenció a los partidos de oposición tradicional, en particular a la histórica primera oposición de la posguerra, el Partido Socialista Japonés (PSJ), para establecer un gobierno de coalición. Así, en julio de 1993, Morihiro Horokawa (1993-1994) asumiría el poder.
   Sin embargo, tras un choque frontal entre Ozawa y el PSJ, así como el liberal Partido Sakigake (organización formada por otros conservadores escindidos), el gobierno de coalición se destruiría y estas dos organizaciones se aliarían con el PLD. De esta suerte, en 1994 el PLD regresaría al poder, aunque le dejaría el puesto de primer ministro al secretario general del PSJ, Tomiichi Murayama, quien finalmente, dos años después, en 1996, le cedería ese privilegio al presidente del PLD Ryutaro Hashimoto.
     Mientras esto sucedía,  Ozawa fundaría el Partido de la Nueva Frontera (PNF): una organización neoconservadora que fusionó a la tradicional oposición (Komeito y el Partido Demócrata Socialista) con los disidentes conservadores. Todo indicaba, entonces, la formación de un “sistema bipartidista”. Sin embargo, en 1996 comenzó a gestarse una realineación partidista. Uno de los líderes del Partido Sakigake, Yukio Hatoyama (diputado conservador escindido y nieto de Ichiro Hatoyama, primer presidente del PLD), logró establecer una alianza con la ala de derecha del PSJ y juntos decidieron salirse del gobierno de coalición para formar una nueva organización partidista. De igual manera, Hatoyama convenció a diversos los diputados liberales cercanos a Naoto Kan para que entraran al nuevo partido.
    De esta manera, nació el PDJ, una organización de “centro-izquierda”. En un inicio, los medios japoneses consideraron que los demócratas se volverían en partido bisagra que definiría las posteriores elecciones generales, pero un cambio inesperado transformó no sólo la política partidista japonesa, sino también la propia fisonomía de la joven organización demócrata. En 1997, muchos grupos inconformes con el liderazgo de Ozawa decidieron salirse del PNF. De esta manera, la gran mayoría decidió aliarse con la organización dirigida por Hatoyama y Kan, estableciéndose así en 1998, lo que actualmente es el PDJ: un partido más de centro, pero con algunos tintes de izquierda.
    A partir de esa fecha, los demócratas se volvieron, en la primera oposición y en cada elección general lograrían aumentar sus curules. Finalmente, en 2003, Ozawa y su grupo se unirían a la organización demócrata, fortaleciendo el PDJ, pero también haciendo más evidente su inconsistencia ideológica. Además, acrecentó la rivalidad entre Ozawa y las facciones antiozawistas. Sin embargo, este avance no logró culminar en una alternancia y en los comicios de 2005, el PDJ perdió la mitad de sus escaños, mientras que el PLD logró un grotesco número de casi 60% de curules. La gran popularidad del entonces primero ministro Jun’ichio Koizumi (2001-2006) fueron una causa del debacle demócrata, pero también la incapacidad de sus líderes.
    De esta manera, los conservadores junto con su aliado el Komeito, lograron imponer a su antojo cualquier legislación. Los miembros del PDJ, por su parte, eligieron como su nuevo líder a Ozawa. El partido logró recuperar la popularidad, gracias a él, pero también al deterioro económico que trajeron las reformas neoliberales implementadas por Koizumi. Así, quien tuvo que pagar los platos rotos fue Shinzo Abe (2006-2007). El nuevo primer ministro no tuvo la capacidad de dirigir al país, tampoco pudo reformar el sistema de pensión nacional. Finalmente, en los comicios de la Cámara Alta de 2007, el PLD perdería la mayoría en este cuerpo legislativo, estableciéndose una situación de “gobierno dividido”.
    A partir de ese año, los demócratas y los demás partidos de oposición bloquearían las propuestas de los conservadores. El resultado serían gobiernos cortos e inestables. De este modo, en un lapso de tres años, tendríamos tres primeros ministros: Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso. Lo anterior traería el desencanto de muchos ciudadanos y al comenzar el año de 2009, las encuestas mostraban algo que ya se venía anunciando desde el año 2007: la alternancia política.
    El PLD utilizaría todas los recursos disponibles para evitarlo, pero era inminente el cambio. Sin embargo, meses antes de las elecciones, los medios japoneses sacarían a la luz pública, un caso de corrupción que vinculaba a Ozawa. Incluso, varios hombres cercanos a él fueron arrestados. Los demócratas acusarían al PLD de estarles tendiendo una trampa, pero desde hace varios años habían muchos rumores sobre las malversación de fondos. Finalmente, Ozawa renunciaría, otorgándole el puesto a Yukio Hatoyama, quien también enfrentaba un escándalo. Empero, al final nada pudo detener la fuerza de los demócratas y en los comicios de 2009, arrasaron obteniendo casi el 64% de los escaños.
    En suma, la historia de los últimos 20 años muestra claramente un debacle y resurrección del PLD, aunque al final los conservadores pederían. Por su parte la oposición se ha tenido que realinear, estableciéndose el PDJ: un partido sin mucha consistencia ideológica, cuya única finalidad había sido obtener la alternancia. Además, la presencia de Ozawa, como un actor de destrucción y construcción ha sido fundamental.
    Entonces, cómo es posible que un partido que arrasó tan cabalmente en las elecciones haya sido tan incapaz de gobernar. Quisiera señar varios puntos y terminar este ensayo.
   Un primer factor ha sido Ozawa. Los escándalos en torno a su grupo de poder han debilitado al partido y han acrecentado la rivalidad de las facciones antiozawistas. Esta lucha ha amenazado seriamente la vida del partido y no ha permitido establecer las políticas necesarias.
    Un segundo punto ha sido la inexperiencia de varios demócratas. Si bien hay varios con alguna experiencia, lo cierto es que han sido demasiado años del PLD en Japón y es muy complicado que estos políticos puedan saber las técnicas de cómo gobernar. Justamente, esta falta de liderazgo fue la causante del voto de castigo en las elecciones de la Cámara Alta de julio del año pasado, alargando más la situación de “gobierno dividido”.
    Un tercer factor ha sido la situación de “gobierno dividido”. El PLD ha bloqueado cualquier propuesta enviada por los demócratas. Si bien, los conservadores han aludido que son propuestas huecas, tampoco se han molestado en sacar propuestas innovadoras. Incluso, le han echado la culpa a los demócratas todos los fracasos de sus políticas del pasado. Como ha sido el problema de las plantas nucleares, después del temblor. Esta negligencia sólo ha llevado a degradar más la situación. El PLD no ha sabido ser una oposición constructiva.
    Un último punto ha sido la apatía de la ciudadanía. Fueron ellos finalmente quienes eligieron al PLD en el pasado y los mismos quienes decidieron la llegada del PDJ. Si están tan insatisfechos, como muestran las encuestas, por qué no se han manifestado en las calles, como muchas democracias lo hacen. Esa pasividad ha sido la que no ha presionado a los líderes japoneses para que actúen. Cabe destacar que, antes del sismo del 11 de marzo, algunos, comentaristas de televisión habían dicho que la ciudadanía debería moverse como lo hicieron los egipcios. No creo prudente equiparar la situación de Japón con Egipto, pero sí tienen que ser los ciudadanos quienes busquen una forma de salir del embrollo que están metido sus líderes y ellos mismos. Más en el actual caos. Es hora de que la sociedad civil japonesa muestre su potencial.


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