4/07/2011

Dilema


    Tras el temblor del 11 de marzo, muchos amigos, conocidos, e incluso “enemigos”, me han preguntado, sin cesar, la posibilidad de regresar a la Ciudad de México. En las primeras horas después del sismo, no lo pensé. Estaba convencido de que este país estaba listo para afrontar un terremoto, pero después de ver las escenas de las primeras explosiones en la planta nuclear de Fukushima, lo consideré por un momento. Godzilla estaba fuera de control.    El clima, en mi natal Ciudad de México, debe ser espléndido en estos días. El escritor mexicano Juan Villoro ha escrito en su twitter que las jacarandas han floreciendo: un espectáculo precioso. ¡Qué decir de la comida! Los tacos al pastor, el pozole, los chicharrones, las aguas frescas. No podré disfrutar de todas esas delicias, si me quedo en este país insular. Además, en el Distrito Federal no hay réplicas, tampoco hay radicación. Es cierto, no se puede descartar que en los siguientes años pueda ocurrir un terremoto que devaste toda la Ciudad de México y destroce la planta nuclear de Laguna Verde, pero por ahora ningún sismólogo puede afirmar con certeza cuándo temblará en el valle del Anahuac o en Veracruz.
    Dicho en palabras más simples: parece que la Ciudad de México es más “segura” que Tokio. Aunque Don Goyo, el Popocatpetl, siga sacando fumarolas; vivir en el Distrito Federal no representa un “peligro para la salud”. Aunque existan constantes inversiones térmicas, aunque los niveles de plomo sean tan altos; probablemente, todas esas cosas no superan a las nubes radiactivas de Fukushima. Aunque en México la gente consuma comida chatarra y tome Coca Cola; toda esa basura es más “segura” que las verduras del valle de Kanto y los pescados del Pacífico japonés. Aunque haya apagones, en los hogares de la “Región más transparente” no hay pánico; en Tokio tres horas sin luz generan crisis nerviosas y berrinches.
    Sin embargo, después de pensar todas estas cosas, recapacité, (o bien me resigné). No puedo dejar mi trabajo, tengo una responsabilidad con la institución que me contrató. Tampoco puedo regresar a México, si no tengo trabajo: no quiero vivir a expensas de mis familiares. No puedo regresar a un país, en donde el sistema de salud es tan deficiente. Un país en donde sus gobernantes son irresponsables y menos confiables que los individuos, quienes gobiernan Japón. No puedo regresar a un país en donde han sido asesinadas 30 mil personas en los últimos tres años. La misma cantidad de fallecidos en el sismo del 11 de marzo. Un país en donde los militares y los policías dan miedo. Un país en donde los procesos judiciales son injustos…
    En suma, a pesar de todos sus problemas y monstruos radiactivos, Japón parece más “seguro” que México. Empero, el dilema no se soluciona: vivir en una ciudad radiactiva o vivir en una ciudad caótica. Sin embargo, la historia ha demostrado lo siguiente: no será la primera vez que un temblor destruya Japón ni la primera vez que esta nación no pueda resucitar. Es cierto, esté país tardará muchos años en recuperarse y con altos costos sociales, pero sin caer en un chauvinismo barato, lo logrará. Enfrentemos a Godzilla; exijamos responsabilidad a los gobernadores de este país y de ser necesario construyamos mejores instituciones; confiemos en la fortaleza de la ciudadanía japonesa y en su madurez (aunque muchas veces actúen como unos “estúpidos infantes”).

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