Hace unos días, vi en la televisión japonesa a dos extranjeros, probablemente europeos, quejándose del contenido de los noticieros de Japón. Consideraban insuficientes sus contenidos, demasiado parroquiales, además de que su cobertura internacional es paupérrima.
Tienen razón, pero para alguien como yo, quien viene de un país en donde sólo existe una opción (probablemente una más…), la televisión japonesa es divertida. A lo mejor, si el nivel de japonés de estas dos personas fuese más alto, podrían comprender mejor los programas televisivos, pero no creo que sea nada más un problema de idioma. Muchos noticieros dejan mucho que desear. Pero, jugándole al “abogado del diáblo”: ¿qué esperaban?
Para los millones de televidentes japoneses, no es importante lo que suceda en Burdeos o Estocolmo. Además, no creo que los programas franceses o suecos de televisión abierta pasen diariamente alguna noticia sobre Japón, a menos de que sea un hecho sobresaliente, morboso o chusco.
Un caso claro es el rescate de los milenos chilenos. Antes de este evento, la presencia de Chile en los medios japonesas era muy poca En el pasado una chilena llamada Anita Alvarado logró acaparar las caparas japonesas debido a un escándalo… Pero regresando nuestro relato a los mineros chilenos, la cobertura de la televisión japonesa del rescate —supongo que en todo el mundo pasó lo mismo— fue amplia. En varios programas noticiosos hubieron espacios importantes. Inclusive, en los “noticieros lights” destinados para las “amas de casas”.
Por cierto, en uno de ellos apareció uno de los latinoamericanistas más connotados de Japón, explicando datos sobre Chile. Por cierto, su presencia ahí fue algo bizarra. El gran maestro explicando por qué los chilenos dicen “Chi Chi Chi, le, le, le” o las cualidades estéticas de las mujeres chilenas. ¿Por qué él aceptó salir en un programa así?
En fin. Regresando al inicio de esta cavilación, creo lo siguiente: cada país se merece la televisión que tiene.
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