(Artículo publicado en Diario Monitor el 22 de abril de 2008)
Hoy quisiera dejar a un lado los temas culturales e históricos, así como las trivialidades que ha escrito en las últimas cavilaciones para concentrar mi atención en la política japonesa. Para emprender esto, quisiera delinear un poco la historia reciente.
En 1991, la burbuja económica que había enriquecido a millones de japoneses durante gran parte de los años 80 se destruye, desencadenando una terrible recesión, así como la quiebra de bancos y muchas empresas. Ante esto, el gobierno japonés decide destinar muchos de los fondos del gobierno hacia el rescate bancario y recorta, al mismo tiempo, el gasto social para poder subsanar así el terrible endeudamiento público que había dejado la recesión. Finalmente, en 1999, el Partido Liberal Demócrata (PLD) y el Partido del Gobierno Limpio deciden formar una coalición Centro-Conservadora, cuya directriz principal sería el fomento de una reforma estructural mayor.
De esta manera, a partir del año 2000, el gobierno japonés intensifica las reformas neoliberales, privatizando numerosas dependencias gubernamentales y aplica el recorte del gasto social. Ante esto, los partidos de izquierda y los intelectuales comienzan a hacer público su disgusto. Sin embargo, la cúpula del Partido Demócrata Japonés (PDJ) —la principal fuerza de oposición— decide mostrar una postura de apoyo hacia el PLD, ya que muchos miembros de sus miembros (antiguos miembros del PLD que se había escindido del partido conservador) consideraban que la aplicación de políticas neoliberales era el único camino para superar la crisis.
En medio de esta situación, en el año 2001, Jun’ichiro Koizumi (2001-2006) llega el poder y el carismático Primer Ministro decide usar su popularidad para implementar las políticas neoliberales, trayendo el beneplácito de la cúpula del PDJ. Sin embargo, muchos grupos del PLD hacen explícito su disgusto hacia estas políticas, ya que consideraban que éstas dañarían los interés de los grupos políticos que los apoyaban. Ante la negativa de cooperación, Koizumi anuncia que establecerá las reformas estructurales y que estaría dispuesto a destruir al PLD si es necesario.
Estas declaraciones traen un aumento de los índices de apoyo hacia su gobierno y con esto Koizumi logra superar las adversidades y comienza la implementación de una reforma neoliberal acelerada. Algunas de ellas tendrían un éxito moderado, fortaleciendo su imagen e incluso de PLD. Finalmente, en las elecciones de la Cámara Baja de 2005, la coalición Centro-Conservadora logra un avasallador triunfo, obteniendo casi dos terceras partes de la principal cámara legislativa y relega al PDJ a un papel ceremonial. De este modo, cuando en diciembre de 2005, Koizumi anuncia que en septiembre de 2006 dejaría el poder; todo indicaba que la economía japonesa salía de la terrible recesión.
Sin embargo, pese a este legado de Koizumi, el costo económico de las política neoliberales fue muy alto. Durante su gestión, la desigualdad social se acrecentó y ante el recorte de gasto social, el gobierno japonés no estaba preparado para poder ofrecer una ayuda hacia los grupos más pobres del país. Además, la supuesta política de austeridad financiera, que buscaba Koizumi fue simplemente un espejismo. Asimismo, el gobierno japonés siguió destinando una enorme cantidad de recursos públicos a la construcción y mantenimiento de carreteras (muchas de ellas innecesarias), favoreciendo los intereses de las constructoras, que son grupos de interés muy cercanos al PLD. Finalmente, Koizumi no logró solucionar los problemas de corrupción y negligencia del Departamento del Seguro Social, dejando a la deriva el ya débil sistema social japonés.
Estos síntomas claros de fracaso, demostraban que la reforma de Koizumi había sido un fracaso, pero el primer ministro saldría ileso de las críticas y en septiembre de 2006, le deja todo este paquete a un inexperto y joven político: Shinzo Abe. Así, la misión del nuevo mandatario japonés sería arreglar los problemas que dejó Koizumi.
Empero, Abe resultaría ser un líder inepto y fuera de realidad. De hecho, lejos de preocuparse de los problemas sociales concentraría la reforma de constitución pacifista, que no tendría un apoyo de la opinión pública. Esta falta de visión política, así como una ciudadanía molesta por la corrupción y la creciente desigualdad llevan, finalmente, hacia la histórica derrota del PLD en las elecciones de la Cámara Alta de julio de 2007 y el inicio de un gobierno dividido inédito. Así, la política japonesa entra en una etapa de gran parálisis.
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