8/07/2007

Elecciones 2007: una histórica derrota

El pasado 29 de julio, se realizaron en Japón los comicios para renovar la mitad de los 246 escaños de la Cámara Alta (los medios mexicanos la han llamado erróneamente como el senado japonés, pero desde un punto vista institucional, ésta no se asemeja en nada a los que es el senado mexicano). Este cuerpo legislativo no define la permanencia del poder ejecutivo, pero sí es un importante barómetro para medir el desempeño de los partidos en el poder. Y en esta ocasión los electores daría un duro voto de castigo a la coalición gobernante, conformada por el Partido Liberal Demócrata (PLD) y el Partido del Gobierno Limpio (Komeito). Veamos qué pasó, pero para eso delineemos un poco los eventos que anteceden a estos comicios.

Hace cinco meses, el primer ministro Shinzo Abe, así como sus principales asesores no vislumbraban una derrota en las elecciones de la Cámara Alta y mantenía un gran optimismo. Inclusive, el mandatario japonés anunciaría públicamente que un triunfo del la primera oposición, Partido de Demócrata Japonés (PDJ), en las próximas elecciones de la Cámara Alta; era simplemente un cuento de hadas. Esta convicción estaba basada en la gran presencia que tiene el PLD en la Cámara Baja (casi el 66% de los escaños), la cual es la que define finalmente el curso de la política japonesa.

Empero, al comenzar junio, la fuerza de Abe comienza tambalearse vertiginosamente. Los periódicos japoneses sacan a la luz pública que el ineficiente y corrupto sistema de seguro social japonés había dejado en el limbo el dinero de más de 50 millones de japoneses. Posteriormente, la prensa ventilaría algunos escándalos de corrupción de varios miembros del gabinete, poniendo en tela de juicio la postura reformadora de la actual administración. Finalmente, los comentarios imprudentes y sexistas de muchos políticos del PLD terminaría por agudizar más el problema.

Ante esta situación, los diversos miembros del PLD saldrían a defenderse y comenzaría una “campaña de terror”. Por ejemplo, algunos manifiestarían públicamente que si gana la oposición se avecinaría una caída de la bolsa japonesa, mientras que otros, resaltarían que el triunfo del PDJ beneficiaría sólo a Corea del Norte y que podría reforzar el poder económico de China. Esta “campaña de terror” empeoraría con más fuerza la imagen del gobierno de Abe. Finalmente, en los comicios del 29 de julio, el PLD y el Komeito perdería la mayoría en la Cámara Alta, mientras que el PDJ se consolidaría como la primera fuerza en este cuerpo legislativo.

Para no extender más el relato, basta decir que actualmente el sistema parlamentario japonés enfrenta una estructura de gobierno dividido que implica la ingobernabilidad institucional y de persistir esto, en los siguientes meses la coalición gobernante no tendrá otra opción que disolver la Cámara Baja y darle una oportunidad de oro a los electores japoneses para que realicen un cambio de gobierno. Sin embargo, la historia trágica para el PLD no se acaba aquí.

Paradójicamente, el mayor responsable de esta derrota, Shinzo Abe, decide no renunciar. Esto ha asombrado a propios y extraños, ya que las dos últimas veces que el PLD ha tenido un revés en las elecciones de la Cámara Alta (1989 y 1998); los primeros ministros en turno han renunciado. De hecho, en términos numéricos, la derrota del 29 de julio es la peor que ha registrado el PLD en toda su historia. Así, como era de esperarse, la prensa atacaría duramente esta decisión y ante estos golpes, el primer ministro se defendería manifestando que él tiene que cumplir con una responsabilidad histórica que es cambiar la constitución pacifista y por esta razón no es prudente que deje el poder.
Por lo que toca al PLD, en un inicio, sus miembros aceptarían a regañadientes la decisión de su presidente, pero en los últimos días han comenzando a ampliarse las voces que consideran incoherente que se quede Abe. Por ejemplo, Ishiba Shigeru, uno de los miembro de las facciones más derechistas, ha manifestado en televisión abierta que, si bien la misión de reformar la constitución es una necesidad de primer orden; no se puede emprender ésta con un líder como Abe. Asimismo, ha recalcafo que el primer ministro no es un déspota ilustrado que esté exento de cualquier responsabilidad.

A guisa de conclusión, de persistir la insatisfacción dentro del PLD, puede volver a repetirse una nueva ruptura como la que ocurrió en 1993 y provocar una nueva realineación política. Sin embargo, aún es prematuro decir que esto pasará, pero los demonios ya están sueltos. Veamos cómo logra un debilitado Shinzo Abe apaciguarlos.

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