(artículo publicado en Diario Monitor, el 5 de junio de 2007)
A pesar de todas las condiciones democráticas que ostenta el sistema de partidos japonés de la posguerra, hay una situación que sigue sorprendiendo: el apabullante dominio de los conservadores. Esta fortaleza es tan abrumadora, que es difícil pensar, hoy en día, la posibilidad de que acontezca una alternancia en un futuro cercano. Empero, diametralmente opuesto a esto, el número de primeros ministros que han gobernado Japón durante la posguerra es excesivo. Desde agosto de 1945 hasta septiembre de 2006, 28 han dirigido las riendas de esta nación. Es decir, en promedio, cada 2.13 años hay un nuevo mandatario. Esto contrasta, obviamente, con el sistema presidencial mexicano que establece periodos fijos de 6 años, pero también con otros parlamentarismos como el inglés o el alemán, en donde el promedio de vida política de los jefes de gobierno es de 5.08 años y 6.33 años, respectivamente.
Empero, estos datos no son los únicos interesantes. Durante la posguerra existe una extraña “maldición”. Resulta que después de que un primer ministro logra sobrepasar un mandato de más de 5 años; su sustituto no logra aguantar más de 2 años. Hasta ahora esta “maldición” se ha cumplido en tres casos: Ichiro Hatoyama (1954-1956), Kakuei Tanaka (1972-1974) y Noboru Takeshita (1987-1989), quienes sustituyeron respectivamente a Shigeru Yoshida (1948-1954), Eisaku Sato (1964-1972) y Yasuhiro Nakasone (1982-1987).
¿Por qué ha ocurrido esto? Desgraciadamente, no hay ninguna explicación seria, pero viendo los tres casos, encontramos un patrón común. Salvo el caso de Hatoyama, cuya renuncia estuvo influenciada más por sus precarias condiciones de salud; en el caso de Tanaka y Takeshita, encontramos que sus salidas estuvieron ligadas claramente a escándalos políticos. De este modo, parece que hay una relación “causal” entre largos gobiernos y corrupción.
Ahora bien, actualmente, esta “maldición” parece amenazar al actual primer ministro Shinzo Abe, quien sustituyó a Jun’ichiro Koizumi (2001-2006). Si bien es prematuro decir que él saldrá del poder, nadie puede negar que su fuerza se ha desvanecido. De hecho, Abe comparte algunas semejanzas con Tanaka y Takeshita. Como ellos, Abe llegó al poder como una esperanza renovadora y con un ambicioso político, pero es necesario acotar que tiene mejores credenciales que sus antecesores. Abe tiene un capital familiar inigualable (es nieto de un primer ministro), es joven (es el mandatario más joven de la posguerra) y su partido tiene el 66% de los escaños de la Cámara Baja, suficientes para llevar acabo su ambicioso proyecto político: la reforma de la constitución.
En este sentido, Abe tiene mejores armas para enfrentar la “maldición”, pero viendo sus políticas de los últimos meses, no podemos cantar victoria. Abe ha sido un político sin chiste y poco inteligente. Igualmente, ha mantenido una constante imprudencia entorno a los errores del pasado y una negligencia hacia los actos de corrupción del PLD. A esto le podemos añadir, que ha fracasado rotundamente en implementar una reforma confiable al servicio de pensiones, que en los últimos años ha demostrado no sólo ser obsoleto e ineficiente, sino también corrupto. Para colmo, varios miembros de su gabinete, especialmente Toshikatsu Matsuoka, ministro de agricultura, ha sido vinculados con escándalos políticos.
De este modo, hace uno días, las encuestas de opinión mostraron que sólo un 39% apoya Abe, mientras que el 41% mantiene un rechazo hacia su gobierno. De mantenerse esta tendencia, en las próximas elecciones de la Cámara Alta, programadas para julio, el PLD podría tener un duro descalabro. Finalmente, el pasado lunes el 28 de mayo, la situación ha emperado: Matsuoka se suicida, dejando una clara sospecha de que estaba involucrado en casos de corrupción (es el primer suicidio de un ministro bajo la actual constitución). Los analistas estiman que esta muerte va a tener un efecto drástico en el electorado y las posibilidades de una derrota electoral del PLD son altas. Así, pese a que estos comicios no definen directamente la designación del primer ministro, un revés obligaría la renuncia de Abe, confirmándose de nuevo la “maldición”.
A guisa de conclusión, es prematuro saber qué pasara, pero es claro que si Abe no hace algo importante en este mes, nada podrá remediar la mala imagen de su gobierno. ¿Qué efectos tendría esto? Para muchos que detestan el nacionalismo de Abe, su salida es un respiro, pero implicará un claro fracaso del cambio generacional que se estaba dando dentro del PLD, lo cual puede traer el regreso de la vieja guardia, quienes son los responsables de los errores de la posguerra.
A pesar de todas las condiciones democráticas que ostenta el sistema de partidos japonés de la posguerra, hay una situación que sigue sorprendiendo: el apabullante dominio de los conservadores. Esta fortaleza es tan abrumadora, que es difícil pensar, hoy en día, la posibilidad de que acontezca una alternancia en un futuro cercano. Empero, diametralmente opuesto a esto, el número de primeros ministros que han gobernado Japón durante la posguerra es excesivo. Desde agosto de 1945 hasta septiembre de 2006, 28 han dirigido las riendas de esta nación. Es decir, en promedio, cada 2.13 años hay un nuevo mandatario. Esto contrasta, obviamente, con el sistema presidencial mexicano que establece periodos fijos de 6 años, pero también con otros parlamentarismos como el inglés o el alemán, en donde el promedio de vida política de los jefes de gobierno es de 5.08 años y 6.33 años, respectivamente.
Empero, estos datos no son los únicos interesantes. Durante la posguerra existe una extraña “maldición”. Resulta que después de que un primer ministro logra sobrepasar un mandato de más de 5 años; su sustituto no logra aguantar más de 2 años. Hasta ahora esta “maldición” se ha cumplido en tres casos: Ichiro Hatoyama (1954-1956), Kakuei Tanaka (1972-1974) y Noboru Takeshita (1987-1989), quienes sustituyeron respectivamente a Shigeru Yoshida (1948-1954), Eisaku Sato (1964-1972) y Yasuhiro Nakasone (1982-1987).
¿Por qué ha ocurrido esto? Desgraciadamente, no hay ninguna explicación seria, pero viendo los tres casos, encontramos un patrón común. Salvo el caso de Hatoyama, cuya renuncia estuvo influenciada más por sus precarias condiciones de salud; en el caso de Tanaka y Takeshita, encontramos que sus salidas estuvieron ligadas claramente a escándalos políticos. De este modo, parece que hay una relación “causal” entre largos gobiernos y corrupción.
Ahora bien, actualmente, esta “maldición” parece amenazar al actual primer ministro Shinzo Abe, quien sustituyó a Jun’ichiro Koizumi (2001-2006). Si bien es prematuro decir que él saldrá del poder, nadie puede negar que su fuerza se ha desvanecido. De hecho, Abe comparte algunas semejanzas con Tanaka y Takeshita. Como ellos, Abe llegó al poder como una esperanza renovadora y con un ambicioso político, pero es necesario acotar que tiene mejores credenciales que sus antecesores. Abe tiene un capital familiar inigualable (es nieto de un primer ministro), es joven (es el mandatario más joven de la posguerra) y su partido tiene el 66% de los escaños de la Cámara Baja, suficientes para llevar acabo su ambicioso proyecto político: la reforma de la constitución.
En este sentido, Abe tiene mejores armas para enfrentar la “maldición”, pero viendo sus políticas de los últimos meses, no podemos cantar victoria. Abe ha sido un político sin chiste y poco inteligente. Igualmente, ha mantenido una constante imprudencia entorno a los errores del pasado y una negligencia hacia los actos de corrupción del PLD. A esto le podemos añadir, que ha fracasado rotundamente en implementar una reforma confiable al servicio de pensiones, que en los últimos años ha demostrado no sólo ser obsoleto e ineficiente, sino también corrupto. Para colmo, varios miembros de su gabinete, especialmente Toshikatsu Matsuoka, ministro de agricultura, ha sido vinculados con escándalos políticos.
De este modo, hace uno días, las encuestas de opinión mostraron que sólo un 39% apoya Abe, mientras que el 41% mantiene un rechazo hacia su gobierno. De mantenerse esta tendencia, en las próximas elecciones de la Cámara Alta, programadas para julio, el PLD podría tener un duro descalabro. Finalmente, el pasado lunes el 28 de mayo, la situación ha emperado: Matsuoka se suicida, dejando una clara sospecha de que estaba involucrado en casos de corrupción (es el primer suicidio de un ministro bajo la actual constitución). Los analistas estiman que esta muerte va a tener un efecto drástico en el electorado y las posibilidades de una derrota electoral del PLD son altas. Así, pese a que estos comicios no definen directamente la designación del primer ministro, un revés obligaría la renuncia de Abe, confirmándose de nuevo la “maldición”.
A guisa de conclusión, es prematuro saber qué pasara, pero es claro que si Abe no hace algo importante en este mes, nada podrá remediar la mala imagen de su gobierno. ¿Qué efectos tendría esto? Para muchos que detestan el nacionalismo de Abe, su salida es un respiro, pero implicará un claro fracaso del cambio generacional que se estaba dando dentro del PLD, lo cual puede traer el regreso de la vieja guardia, quienes son los responsables de los errores de la posguerra.
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