(Texto publicado en Diario Monitor, 12 de septiembre de 2006)
La semana pasada, como una información inicial hacia el cambio de poder que acontecerá en Japón el próximo 20 de septiembre, describí su sistema político. Ahí, mencioné que desde 1955, el Partido Liberal Demócrata (PLD) ha sido la organización política que ha llevado las riendas de la nación asiática. Además, remarqué también que, a diferencia del PRI (ahora también el PAN), el partido oficial ganó siempre las elecciones bajo condiciones competitivas.
Entonces ¿para qué hay elecciones, si gana siempre un mismo partido? ¿Gobierna la misma gente? La primera interrogante no tiene una respuesta. Finalmente, los comicios se tienen que realizar. Esa es la regla de la democracia. Por lo que toca la segunda pregunta. La respuesta es sí y no. La misma elite conservadora de 1955 es la que gobierna Japón, pero los administradores del partido no son las mismas personas. ¿Por qué sucedió esto? La respuesta estuvo en la forma como se fundó el partido. Veamos.
En 1955 dos partidos conservadores, el Partido Liberal y el Demócrata se unen para formar el PLD. Tres razones ameritaban esta fusión. Primero, se necesitaba de una gran organización que permitiera la recuperación económica. Segundo, existía una exigencia dentro de los conservadores de lograr la reconciliación y subsanar la división que había dejado el régimen ultranacionalista de los años treinta. Finalmente, se requería de una alianza para contrarrestar la reunificación de los socialistas de 1955 (una explicación más detallada está en el número 21 de la Revista istor).
De este modo, el PLD se erige como un Leviatán para controlar la política japonesa y lograr la recuperación económica. Sin embargo, en el “País de las Maravillas” la paz político no llegó. La unión de las fuerzas conservadoras implicó un inevitable conflicto entre los ex diputados liberales y demócratas, formándose un sistema faccional llamado habatsu. Esto amenazó con una ingobernabilidad. Así, los líderes conservadores deciden instalar, desde un inicio, una elección presidencial en donde cualquier facción pudiera participar y hacer alianzas, pero bajo la condición de que los puestos dentro del partido y el gobierno fuesen divididos entre todos los miembros. En muchos sentidos se pareció al “dedazo” que hubo en el PRI, pero más plural y abierto.
Finalmente, esta pasarela por el poder evitó una destrucción del partido, pero no la aniquilación de la competencia interna. Prueba de eso fueron las constantes luchas intestinas. De hecho el costo de estas batallas fueron altas, ya que para lograr su triunfo cada líder tenía que emplear sumas de dinero excesivas, muchas veces ilícitas. Es decir, el habatsu se convirtió en la fuente principal de corrupción.
Sintetizando, en Japón hubieron dos elecciones que definieron el rumbo del país. 1) Los comicios para designar a los diputados de la Dieta, donde siempre ganaron los conservadores y 2) las elecciones presidenciales del PLD, donde no siempre triunfaron los mismos. Desgraciadamente, los ciudadanos no tuvieron la opción de participar en la segunda y una ramplona pugna entre personalidades del partido fueron las que dictaron los destinos de la segunda economía mundial.
No obstante, insisto, esta situación no implicó que un mismo individuo gobernara a su antojo. De los 20 presidentes que ha teniendo el PLD en sus 50 años de historia, salvo Eisaku Sato, Yasuhiro Nakasone y Jun’ichiro Koizumi, ninguno superó los tres años en el poder. Las causas de esta situación estuvieron marcadas por la fuerte competencia interna. Empero, existieron más razones. En algunas ocasiones por su ineptitud muchos primeros ministros tuvieron que dejar el poder (Yoshiro Mori y Ryutaro Hashimoto) y otras veces por sus escándalos (Kakuei Tanaka y Noboru Takeshita), mientras que otros fallecieron en el cargo (Keizo Obuchi y Masayoshi Ohira).
Ahora bien, la pregunta que queda por contestar en esta cavilación es cuál elección definirá al sucesor de Koizumi. Desgraciadamente, no va a ser la voz de la ciudadanía, sino la vulgar elección del presidente del PLD. Una tragedia para muchos. Por lo que toca a estos comicios, 3 candidatos han anunciado su participación: Taro Aso, Sadakazu Tanigaki y Shinzo Abe.
El premier Koizumi y en general todos los miembros conservadores se han inclinado por el tercero. De esta manera, Abe será el siguiente presidente del PLD y tendremos que hablar sobre quién es este individuo y su propuesta política, pero eso será en su momento. Por ahora, quisiera dedicar la siguiente semana a la discusión del cambio político que se avecina en Japón, analizando “quién es el señor Koizumi” y el país que le heredará a Shinzo Abe.
La semana pasada, como una información inicial hacia el cambio de poder que acontecerá en Japón el próximo 20 de septiembre, describí su sistema político. Ahí, mencioné que desde 1955, el Partido Liberal Demócrata (PLD) ha sido la organización política que ha llevado las riendas de la nación asiática. Además, remarqué también que, a diferencia del PRI (ahora también el PAN), el partido oficial ganó siempre las elecciones bajo condiciones competitivas.
Entonces ¿para qué hay elecciones, si gana siempre un mismo partido? ¿Gobierna la misma gente? La primera interrogante no tiene una respuesta. Finalmente, los comicios se tienen que realizar. Esa es la regla de la democracia. Por lo que toca la segunda pregunta. La respuesta es sí y no. La misma elite conservadora de 1955 es la que gobierna Japón, pero los administradores del partido no son las mismas personas. ¿Por qué sucedió esto? La respuesta estuvo en la forma como se fundó el partido. Veamos.
En 1955 dos partidos conservadores, el Partido Liberal y el Demócrata se unen para formar el PLD. Tres razones ameritaban esta fusión. Primero, se necesitaba de una gran organización que permitiera la recuperación económica. Segundo, existía una exigencia dentro de los conservadores de lograr la reconciliación y subsanar la división que había dejado el régimen ultranacionalista de los años treinta. Finalmente, se requería de una alianza para contrarrestar la reunificación de los socialistas de 1955 (una explicación más detallada está en el número 21 de la Revista istor).
De este modo, el PLD se erige como un Leviatán para controlar la política japonesa y lograr la recuperación económica. Sin embargo, en el “País de las Maravillas” la paz político no llegó. La unión de las fuerzas conservadoras implicó un inevitable conflicto entre los ex diputados liberales y demócratas, formándose un sistema faccional llamado habatsu. Esto amenazó con una ingobernabilidad. Así, los líderes conservadores deciden instalar, desde un inicio, una elección presidencial en donde cualquier facción pudiera participar y hacer alianzas, pero bajo la condición de que los puestos dentro del partido y el gobierno fuesen divididos entre todos los miembros. En muchos sentidos se pareció al “dedazo” que hubo en el PRI, pero más plural y abierto.
Finalmente, esta pasarela por el poder evitó una destrucción del partido, pero no la aniquilación de la competencia interna. Prueba de eso fueron las constantes luchas intestinas. De hecho el costo de estas batallas fueron altas, ya que para lograr su triunfo cada líder tenía que emplear sumas de dinero excesivas, muchas veces ilícitas. Es decir, el habatsu se convirtió en la fuente principal de corrupción.
Sintetizando, en Japón hubieron dos elecciones que definieron el rumbo del país. 1) Los comicios para designar a los diputados de la Dieta, donde siempre ganaron los conservadores y 2) las elecciones presidenciales del PLD, donde no siempre triunfaron los mismos. Desgraciadamente, los ciudadanos no tuvieron la opción de participar en la segunda y una ramplona pugna entre personalidades del partido fueron las que dictaron los destinos de la segunda economía mundial.
No obstante, insisto, esta situación no implicó que un mismo individuo gobernara a su antojo. De los 20 presidentes que ha teniendo el PLD en sus 50 años de historia, salvo Eisaku Sato, Yasuhiro Nakasone y Jun’ichiro Koizumi, ninguno superó los tres años en el poder. Las causas de esta situación estuvieron marcadas por la fuerte competencia interna. Empero, existieron más razones. En algunas ocasiones por su ineptitud muchos primeros ministros tuvieron que dejar el poder (Yoshiro Mori y Ryutaro Hashimoto) y otras veces por sus escándalos (Kakuei Tanaka y Noboru Takeshita), mientras que otros fallecieron en el cargo (Keizo Obuchi y Masayoshi Ohira).
Ahora bien, la pregunta que queda por contestar en esta cavilación es cuál elección definirá al sucesor de Koizumi. Desgraciadamente, no va a ser la voz de la ciudadanía, sino la vulgar elección del presidente del PLD. Una tragedia para muchos. Por lo que toca a estos comicios, 3 candidatos han anunciado su participación: Taro Aso, Sadakazu Tanigaki y Shinzo Abe.
El premier Koizumi y en general todos los miembros conservadores se han inclinado por el tercero. De esta manera, Abe será el siguiente presidente del PLD y tendremos que hablar sobre quién es este individuo y su propuesta política, pero eso será en su momento. Por ahora, quisiera dedicar la siguiente semana a la discusión del cambio político que se avecina en Japón, analizando “quién es el señor Koizumi” y el país que le heredará a Shinzo Abe.
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