(Texto publicado en Diario Monitor, 19 de septiembre de 2006)
Para muchos, el estudio de la política japonesa de la posguerra es una de las labores más “aburridas”. ¿Por qué? La razón primordial es que desde 1955 un mismo partido ha ganado las elecciones. Ante esta situación, los investigadores estadounidenses (desgraciadamente la única fuente que utilizan los especialistas mexicanos para entender a Japón) han llegado a la conclusión de que para entender la política, no importa mucho quién sea el primer ministro, sino conocer cómo funciona la organización interna del Partido Liberal Demócrata (PLD), así como la burocracia gubernamental.
Esto ha atrofiado la realización de biografías más amplias sobre los mandatarios japoneses (en Estados Unidos), dando como resultado que no sepamos mucho de su trayectoria. Aunado a lo anterior, para mala fortuna, muchos de los atributos físicos o ideológicos de los longevos gobernantes no han ayudado para que surjan gentes como John F. Kennedy o Lázaro Cárdenas Del Río. Empero, todo esta situación cambia con la llegada de Jun’ichiro Koizumi (Junchan, como se le dice de cariño), quien ha sido el mandatario peledista más popular de la historia.
¿Por qué ha tenido tanto éxito un gobernante que ha utilizado erróneamente los símbolos ultranacionalistas; que ha despachado tropas hacia Irak; y que ha sido el principal responsable de la destrucción de sistema de seguro social? Existen dos razones.
La primera es la forma como llega al poder. Antes de abril de 2001, Japón estaba sumergido en una recesión. El país necesitaba de un “cambio”, aunque fuera “cosmético”. Pero las opciones era muy malas. El candidato más fuerte para dirigir al país era el “dinosaurio” ex primer ministro Ryutaro Hashimoto de 63 años, quien había sido el principal responsable de la crisis económica. Ante esta situación aparece Junchan de 59 años, quien estaba divorciado desde muchos años. Y como si fuera un “Mesías”, Koizumi alza la bandera de la reforma y manifiesta que si se le interpone el PLD, lo “destruiría”.
Finalmente, para sorpresa de propios y extraños, triunfa. Las razones estuvieron atribuidas a sus características personales. Antes que todo, a comparación de los políticos del pasado era “guapo” y esta situación le permitió acaparar la atención de los jóvenes y muchas mujeres. Asimismo, su trayectoria como político poco “serio” ayudó también. Koizumi era famoso por salirse de las juntas para escaparse a escuchar música clásica, así como canciones de Elvis Presley y del grupo de power metal X-Japan. Inclusive, esta afición por esta banda, lo llevó a utilizar el tema Forever love para su campaña. Y cuando asume el poder, con su dinero manda hacer una recopilación de sus canciones favoritas de Elvis, posando, inclusive, con el Rey del Rock en la portada del CD.
Como vemos, es un político sumamente “folklórico”. Empero, estas características, que puede ser dignas de Fox, no explican por completo el éxito. Esta popularidad tiene que estar sustentada en algo material y no en falsas promesas como le pasó al saliente presidente. Me refiero, justamente, a la segunda razón que sostuvo el prestigio de Koizumi: la recuperación económica.
Es de sobre conocido, gracias a las principales agencias noticiosas, de que el gobierno de Koizumi logró aplicar reformas neoliberales exitosas para solventar el problema de la deflación espiral. Pero muchas olvidan que el mérito no fue totalmente de Junchan sino también de la consolidación de la Oficina del Gabinete (Naikakufu). Esta dependencia, fomentada en su inicio por el gobierno Hashimoto, reforzó la fuerza política y económica del primer ministro.
Así, Koizumi tuvo todos los instrumentos para emprender una gran reforma. Sin embargo, el costo fue enorme: el aumento de la pobreza (dentro de los estándares japoneses). Este fue el gran problema que no pudo solucionar el Naikakufu ni Junchan. Lo más curioso es que en su momento, la Secretaría de Programación y Presupuesto, dependencia que en México sirvió para implementar los proyectos neoliberales, sufrió de la misma suerte. Pero dejemos este tema y terminemos la cavilación de esta semana, diciendo lo siguiente.
Koizumi es, probablemente, el primer político, que imprime un toque de diversión a la “aburrida” política japonesa. Especialmente, su intento de “humanizar” la investidura del primer ministro fue importante. Veamos cómo la historia lo juzga en el futuro. Por ahora, parafraseando su canción favorita de X-Japan, Forever Love, le podemos decir lo siguiente: “espero que se termine todo, en esta noche sin fin. No tengo nada que perder, sólo a ti”. Adiós, Junchan.
Para muchos, el estudio de la política japonesa de la posguerra es una de las labores más “aburridas”. ¿Por qué? La razón primordial es que desde 1955 un mismo partido ha ganado las elecciones. Ante esta situación, los investigadores estadounidenses (desgraciadamente la única fuente que utilizan los especialistas mexicanos para entender a Japón) han llegado a la conclusión de que para entender la política, no importa mucho quién sea el primer ministro, sino conocer cómo funciona la organización interna del Partido Liberal Demócrata (PLD), así como la burocracia gubernamental.
Esto ha atrofiado la realización de biografías más amplias sobre los mandatarios japoneses (en Estados Unidos), dando como resultado que no sepamos mucho de su trayectoria. Aunado a lo anterior, para mala fortuna, muchos de los atributos físicos o ideológicos de los longevos gobernantes no han ayudado para que surjan gentes como John F. Kennedy o Lázaro Cárdenas Del Río. Empero, todo esta situación cambia con la llegada de Jun’ichiro Koizumi (Junchan, como se le dice de cariño), quien ha sido el mandatario peledista más popular de la historia.
¿Por qué ha tenido tanto éxito un gobernante que ha utilizado erróneamente los símbolos ultranacionalistas; que ha despachado tropas hacia Irak; y que ha sido el principal responsable de la destrucción de sistema de seguro social? Existen dos razones.
La primera es la forma como llega al poder. Antes de abril de 2001, Japón estaba sumergido en una recesión. El país necesitaba de un “cambio”, aunque fuera “cosmético”. Pero las opciones era muy malas. El candidato más fuerte para dirigir al país era el “dinosaurio” ex primer ministro Ryutaro Hashimoto de 63 años, quien había sido el principal responsable de la crisis económica. Ante esta situación aparece Junchan de 59 años, quien estaba divorciado desde muchos años. Y como si fuera un “Mesías”, Koizumi alza la bandera de la reforma y manifiesta que si se le interpone el PLD, lo “destruiría”.
Finalmente, para sorpresa de propios y extraños, triunfa. Las razones estuvieron atribuidas a sus características personales. Antes que todo, a comparación de los políticos del pasado era “guapo” y esta situación le permitió acaparar la atención de los jóvenes y muchas mujeres. Asimismo, su trayectoria como político poco “serio” ayudó también. Koizumi era famoso por salirse de las juntas para escaparse a escuchar música clásica, así como canciones de Elvis Presley y del grupo de power metal X-Japan. Inclusive, esta afición por esta banda, lo llevó a utilizar el tema Forever love para su campaña. Y cuando asume el poder, con su dinero manda hacer una recopilación de sus canciones favoritas de Elvis, posando, inclusive, con el Rey del Rock en la portada del CD.
Como vemos, es un político sumamente “folklórico”. Empero, estas características, que puede ser dignas de Fox, no explican por completo el éxito. Esta popularidad tiene que estar sustentada en algo material y no en falsas promesas como le pasó al saliente presidente. Me refiero, justamente, a la segunda razón que sostuvo el prestigio de Koizumi: la recuperación económica.
Es de sobre conocido, gracias a las principales agencias noticiosas, de que el gobierno de Koizumi logró aplicar reformas neoliberales exitosas para solventar el problema de la deflación espiral. Pero muchas olvidan que el mérito no fue totalmente de Junchan sino también de la consolidación de la Oficina del Gabinete (Naikakufu). Esta dependencia, fomentada en su inicio por el gobierno Hashimoto, reforzó la fuerza política y económica del primer ministro.
Así, Koizumi tuvo todos los instrumentos para emprender una gran reforma. Sin embargo, el costo fue enorme: el aumento de la pobreza (dentro de los estándares japoneses). Este fue el gran problema que no pudo solucionar el Naikakufu ni Junchan. Lo más curioso es que en su momento, la Secretaría de Programación y Presupuesto, dependencia que en México sirvió para implementar los proyectos neoliberales, sufrió de la misma suerte. Pero dejemos este tema y terminemos la cavilación de esta semana, diciendo lo siguiente.
Koizumi es, probablemente, el primer político, que imprime un toque de diversión a la “aburrida” política japonesa. Especialmente, su intento de “humanizar” la investidura del primer ministro fue importante. Veamos cómo la historia lo juzga en el futuro. Por ahora, parafraseando su canción favorita de X-Japan, Forever Love, le podemos decir lo siguiente: “espero que se termine todo, en esta noche sin fin. No tengo nada que perder, sólo a ti”. Adiós, Junchan.
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