(Texto publicado en Diario Monitor, 26 de septiembre de 2006)
El 20 de septiembre pasado, Shinzo Abe triunfa en las elecciones presidenciales del Partido Liberal Demócrata (PLD), logrando 464 votos de 703 posibles. Este ascenso culmina la tragicomedia que había protagonizado Jun’ichiro Koizumi desde abril de 2001 y anuncia el inicio de una nueva etapa política, ya que es la primera vez que un descendiente de un ex primer ministro ocupa el poder (el abuelo de Abe, Nobusuke Kishi fue primer ministro durante 1957 a 1960). Para poder hacer un mejor análisis, separaremos esta cavilación en dos partes. En esta semana analizaremos los atributos personales de Abe. Mientras que en la siguiente su ideario político y sus consecuencias inmediatas. Comencemos.
Shinzo Abe nace el 21 de septiembre de 1954 en Tokio, en el seno de una de las familias políticas más importante de la posguerra. Su abuelo fue primer ministro y su padre, Shintaro Abe, una de las promesas para dirigir el partido oficial. Ahora bien, la formación educativa no es tan exitosa como la de otros políticos. Shinzo estudia ciencia política en la Universidad de Seikei (institución privada de rango medio ubicada en Tokio) e ingresa en 1979 a una empresa metalúrgica. Todo indicaba que el segundo hijo de los Abe dejaría el negocio familiar. Sin embargo, 3 años después, deja su trabajo para ayudar a su padre, quien en ese entonces era Ministro de Relaciones Exteriores.
El futuro que le esperaba a los Abe era espectacular, pero la participación de uno de sus subordinados en el escándalo de Recruit estropea todo. Y sin mucha gloria, Shintaro fallece en 1991, obligando a Shinzo a ocupar su lugar. Finalmente, en los comicios de 1993, la joven promesa logra su primera diputación, hasta llegar a la presidencia del PLD. No por nada, la prensa ha resaltado, metafóricamente, la llegada de Abe como el ascenso del “joven príncipe conservador”.
Ahora, probablemente, se estará preguntando, cómo un político de 52 años (casi los mismos que tiene AMLO) sea considerado joven. “Jovenzuelo”, Madero, quien a los 38 ocupó la presidencia de México. Pero créame que es joven según los estándares japoneses. De hecho, Abe será el primer político nacido en la posguerra en ocupar el puesto de primer ministro y el más joven de todos en este periodo. Sin embargo, en términos de juventud (y de capacidad política), Abe está muy lejos de Hirobumi Ito (1885-1889), quien ocupó el puesto a los 44 años (2 años más de los que tiene Calderón).
Pero dejemos de ironizar la edad de los mandatarios japoneses. Queramos o no, la llegada de Abe representa un cambio generacional. ¿Cuál ha sido la reacción? Existen dos posturas sumamente diferentes. Mientras que algunas voces triunfalistas afirman que el triunfo de este “jovencillo” es la llegada de un “espíritu reformador”, la izquierda e inclusive muchos miembros del PLD, afirman que Abe representa un retroceso.
Esto se explica por el libro, Japón un país hermoso, que publicó Abe antes de los comicios del PLD. Ahí, resalta varios elementos nacionalistas, especialmente una defensa de los errores de pasado. Asimismo, afirma que buscará reformar, de una vez por todas, la constitución para eliminar el derecho de beligerancia impuesto por Estados Unidos. Es paradójico, pero estos elementos hacen ver a Abe como un político de la vieja guardia.
Pero dejando las paranoias de la izquierda, la pregunta que deben responder los japoneses es ¿por qué en un país de viejos y con una necesidad de inyección de juventud, un “joven” líder revoca el pasado? La razón de esta situación ambivalente se explica por el legado familiar de Abe, especialmente del lado materno. Ahí tenemos a Nobusuke Kishi, quien después de ser acusado de crímenes de guerra (inclusive estuvo preso), logra la exoneración y gobierna Japón en la etapa más dura de la Guerra fría. Para Abe, Kishi fue el mejo político de la posguerra y considera que su deber es seguir con su ideario, especialmente la reformar de la constitución de 1947.
Entonces, qué futuro le espera a Japón con un político como Abe. Por ahora es difícil saber lo que pasará. Empero, la historia es desfavorable para él. Durante la posguerra se observa que los sucesores de mandatarios que gobierna por largo tiempo como Koizumi, no aguantan mucho en el poder. Eso le pasó a Ichiro Hatoyama, después de la salida de Shigeru Yoshida; lo mismo a Kakuei Tanaka después de la renuncia de Eisaku Sato y a Noboru Takeshita cuando Yasuhiro Nakasone se fue. En este sentido el primer reto para Abe será superar esta extraña “maldición”. Para eso debe mostrar un programa político que sea posible en el corto plazo. ¿Cuál es ese? Ese será un tema que analizaremos la siguiente semana.
El 20 de septiembre pasado, Shinzo Abe triunfa en las elecciones presidenciales del Partido Liberal Demócrata (PLD), logrando 464 votos de 703 posibles. Este ascenso culmina la tragicomedia que había protagonizado Jun’ichiro Koizumi desde abril de 2001 y anuncia el inicio de una nueva etapa política, ya que es la primera vez que un descendiente de un ex primer ministro ocupa el poder (el abuelo de Abe, Nobusuke Kishi fue primer ministro durante 1957 a 1960). Para poder hacer un mejor análisis, separaremos esta cavilación en dos partes. En esta semana analizaremos los atributos personales de Abe. Mientras que en la siguiente su ideario político y sus consecuencias inmediatas. Comencemos.
Shinzo Abe nace el 21 de septiembre de 1954 en Tokio, en el seno de una de las familias políticas más importante de la posguerra. Su abuelo fue primer ministro y su padre, Shintaro Abe, una de las promesas para dirigir el partido oficial. Ahora bien, la formación educativa no es tan exitosa como la de otros políticos. Shinzo estudia ciencia política en la Universidad de Seikei (institución privada de rango medio ubicada en Tokio) e ingresa en 1979 a una empresa metalúrgica. Todo indicaba que el segundo hijo de los Abe dejaría el negocio familiar. Sin embargo, 3 años después, deja su trabajo para ayudar a su padre, quien en ese entonces era Ministro de Relaciones Exteriores.
El futuro que le esperaba a los Abe era espectacular, pero la participación de uno de sus subordinados en el escándalo de Recruit estropea todo. Y sin mucha gloria, Shintaro fallece en 1991, obligando a Shinzo a ocupar su lugar. Finalmente, en los comicios de 1993, la joven promesa logra su primera diputación, hasta llegar a la presidencia del PLD. No por nada, la prensa ha resaltado, metafóricamente, la llegada de Abe como el ascenso del “joven príncipe conservador”.
Ahora, probablemente, se estará preguntando, cómo un político de 52 años (casi los mismos que tiene AMLO) sea considerado joven. “Jovenzuelo”, Madero, quien a los 38 ocupó la presidencia de México. Pero créame que es joven según los estándares japoneses. De hecho, Abe será el primer político nacido en la posguerra en ocupar el puesto de primer ministro y el más joven de todos en este periodo. Sin embargo, en términos de juventud (y de capacidad política), Abe está muy lejos de Hirobumi Ito (1885-1889), quien ocupó el puesto a los 44 años (2 años más de los que tiene Calderón).
Pero dejemos de ironizar la edad de los mandatarios japoneses. Queramos o no, la llegada de Abe representa un cambio generacional. ¿Cuál ha sido la reacción? Existen dos posturas sumamente diferentes. Mientras que algunas voces triunfalistas afirman que el triunfo de este “jovencillo” es la llegada de un “espíritu reformador”, la izquierda e inclusive muchos miembros del PLD, afirman que Abe representa un retroceso.
Esto se explica por el libro, Japón un país hermoso, que publicó Abe antes de los comicios del PLD. Ahí, resalta varios elementos nacionalistas, especialmente una defensa de los errores de pasado. Asimismo, afirma que buscará reformar, de una vez por todas, la constitución para eliminar el derecho de beligerancia impuesto por Estados Unidos. Es paradójico, pero estos elementos hacen ver a Abe como un político de la vieja guardia.
Pero dejando las paranoias de la izquierda, la pregunta que deben responder los japoneses es ¿por qué en un país de viejos y con una necesidad de inyección de juventud, un “joven” líder revoca el pasado? La razón de esta situación ambivalente se explica por el legado familiar de Abe, especialmente del lado materno. Ahí tenemos a Nobusuke Kishi, quien después de ser acusado de crímenes de guerra (inclusive estuvo preso), logra la exoneración y gobierna Japón en la etapa más dura de la Guerra fría. Para Abe, Kishi fue el mejo político de la posguerra y considera que su deber es seguir con su ideario, especialmente la reformar de la constitución de 1947.
Entonces, qué futuro le espera a Japón con un político como Abe. Por ahora es difícil saber lo que pasará. Empero, la historia es desfavorable para él. Durante la posguerra se observa que los sucesores de mandatarios que gobierna por largo tiempo como Koizumi, no aguantan mucho en el poder. Eso le pasó a Ichiro Hatoyama, después de la salida de Shigeru Yoshida; lo mismo a Kakuei Tanaka después de la renuncia de Eisaku Sato y a Noboru Takeshita cuando Yasuhiro Nakasone se fue. En este sentido el primer reto para Abe será superar esta extraña “maldición”. Para eso debe mostrar un programa político que sea posible en el corto plazo. ¿Cuál es ese? Ese será un tema que analizaremos la siguiente semana.
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