Durante los últimos cuatro decenios, Japón ha exportado elementos distintivos de su cultura popular como los cómics (manga) y las animaciones (anime). La fiebre por estos productos se ha esparcido por todo el mundo y, obviamente, México no ha sido la excepción. De hecho, en los últimos años se ha observado en nuestro país un acrecentamiento sustancial de lectores asiduos de mangas. Inclusive, muchos de ellos se han autodenominado a sí mismo como otakus: aficionados al manga y anime.
Ahora bien, en Japón el concepto otaku es un término totalmente despectivo. Es decir, no sólo es una palabra que denota una exacerbada enajenación, sino que también simboliza a individuos retraídos e introvertidos, vestidos de una manera atípica y sin ningún contracto con el mundo “real”. En los casos más extremos, los otakus son caricaturizados como seres pervertidos debido a su afición a coleccionar figuras de personajes femeninos y su propensión a lectura de cómics pornográficos y pedofílicos.
No cabe duda que este tipo de prejuicios son extremos y denotan un marcado conservadurismo de algunos sectores, pero al mismo habla de una gran apertura de los medios impresos japoneses, ya que pueden comercializar productos sumamente polémicos. Ahora bien, algunos defensores de la cultura otaku en México definen a estos individuos enajenados como una minoría incomprendida y critican también a la “sociedad occidental (México)” por no poder abstraerse de sus prejuicios y no comprender que en las manifestaciones artísticas de “Oriente” existe una concepción distinta sobre el sexo.
En mi opinión no creo sinceramente que los otakus formen parte de una minoría como son los trabajadores extranjeros o los zainichis (véase la columna del 6 de junio de 2006). De hecho, hasta ahora no he escuchado ningún caso de discriminación laboral hacia los otaku o situaciones en donde la ultraderecha ataque a estos aficionados al manga. De igual manera, no comparto esta idea de que la concepción sexual de los japoneses difiera tan radicalmente de “Occidente” (a lo mejor de algunas localidades conservadoras de México, sí). Es cierto que existe cierta tolerancia hacia algunos temas, pero esto no implica que subsista una aceptación abierta hacia la pedofília. Aunado a lo anterior, creo que muchas de estas producciones denigran a las mujeres y no veo realmente la cuestión artística. A lo mejor es mi falta de sensibilidad estética y me disculpo por lo que diré a continuación, pero creo que este tipo de adulación de los otakus mexicanos sobre las supuestas maravillas de la cultura japonesa es sólo un vulgar orientalismo.
Cabe destacarse que no toda la industria del manga está dedicado a satisfacer las necesidades de los otakus, sino a un mayor grupo de lectores. De hecho, la comercialización de los cómics está escalonado según la cantidad de años que tienen los lectores y cuando éste llega a una edad adulta, el contenido de los mangas se vuelve sumamente complejo y en muchos casos con una marcada crítica social. Inclusive, cuando un manga logran tener éxito entre los lectores adultos, las televisoras o las casas cinematográficas suelen realizar una versión en carne y hueso de éstas.
Un ejemplo es la obra de Syuho Sato, Salúdame a Black Jack. Este manga trata sobre los problemas éticos que enfrenta un estudiante de medicina durante sus prácticas profesionales. Por ejemplo, en el capítulo donde el personaje principal labora en el departamento de cancerología, el autor enfatiza los impedimentos jurídicos que existen en Japón hacia el uso de ciertos medicamentos y la frialdad que reciben muchos enfermos que van agonizando. Esto no quiere decir, por su puesto, que todas los autores sean progresistas. Hay algunos como Yoshinori Kobayashi que tratan de reivindicar el nacionalismo japonés. Mientras que otros como Akira Toriyama, autor de Dragon Ball, no tienen nada de crítica social. En fin, hay tantas cosas que decir y este espacio no es suficiente.
Para finalizar, dejo algunas preguntas abiertas a los autodeterminados otakus mexicanos. ¿Cuáles su opinión sobre lo que se produce en México? ¿Cuál es su posición frente a los trabajos de Rius, Abel Quezada, Trino y El Fisgón? ¿Cuál es su opinión sobre Memín Pinguín, Kalimán, El Libro Vaquero y Lagrimas, Risas y Amor? Probablemente, para algunos de ustedes estos no tengan un contenido tan llamativo como lo mangas, pero creo que son parte de nuestra cultura popular y muchas de ellas expresiones también de una crítica social y política.
Ahora bien, en Japón el concepto otaku es un término totalmente despectivo. Es decir, no sólo es una palabra que denota una exacerbada enajenación, sino que también simboliza a individuos retraídos e introvertidos, vestidos de una manera atípica y sin ningún contracto con el mundo “real”. En los casos más extremos, los otakus son caricaturizados como seres pervertidos debido a su afición a coleccionar figuras de personajes femeninos y su propensión a lectura de cómics pornográficos y pedofílicos.
No cabe duda que este tipo de prejuicios son extremos y denotan un marcado conservadurismo de algunos sectores, pero al mismo habla de una gran apertura de los medios impresos japoneses, ya que pueden comercializar productos sumamente polémicos. Ahora bien, algunos defensores de la cultura otaku en México definen a estos individuos enajenados como una minoría incomprendida y critican también a la “sociedad occidental (México)” por no poder abstraerse de sus prejuicios y no comprender que en las manifestaciones artísticas de “Oriente” existe una concepción distinta sobre el sexo.
En mi opinión no creo sinceramente que los otakus formen parte de una minoría como son los trabajadores extranjeros o los zainichis (véase la columna del 6 de junio de 2006). De hecho, hasta ahora no he escuchado ningún caso de discriminación laboral hacia los otaku o situaciones en donde la ultraderecha ataque a estos aficionados al manga. De igual manera, no comparto esta idea de que la concepción sexual de los japoneses difiera tan radicalmente de “Occidente” (a lo mejor de algunas localidades conservadoras de México, sí). Es cierto que existe cierta tolerancia hacia algunos temas, pero esto no implica que subsista una aceptación abierta hacia la pedofília. Aunado a lo anterior, creo que muchas de estas producciones denigran a las mujeres y no veo realmente la cuestión artística. A lo mejor es mi falta de sensibilidad estética y me disculpo por lo que diré a continuación, pero creo que este tipo de adulación de los otakus mexicanos sobre las supuestas maravillas de la cultura japonesa es sólo un vulgar orientalismo.
Cabe destacarse que no toda la industria del manga está dedicado a satisfacer las necesidades de los otakus, sino a un mayor grupo de lectores. De hecho, la comercialización de los cómics está escalonado según la cantidad de años que tienen los lectores y cuando éste llega a una edad adulta, el contenido de los mangas se vuelve sumamente complejo y en muchos casos con una marcada crítica social. Inclusive, cuando un manga logran tener éxito entre los lectores adultos, las televisoras o las casas cinematográficas suelen realizar una versión en carne y hueso de éstas.
Un ejemplo es la obra de Syuho Sato, Salúdame a Black Jack. Este manga trata sobre los problemas éticos que enfrenta un estudiante de medicina durante sus prácticas profesionales. Por ejemplo, en el capítulo donde el personaje principal labora en el departamento de cancerología, el autor enfatiza los impedimentos jurídicos que existen en Japón hacia el uso de ciertos medicamentos y la frialdad que reciben muchos enfermos que van agonizando. Esto no quiere decir, por su puesto, que todas los autores sean progresistas. Hay algunos como Yoshinori Kobayashi que tratan de reivindicar el nacionalismo japonés. Mientras que otros como Akira Toriyama, autor de Dragon Ball, no tienen nada de crítica social. En fin, hay tantas cosas que decir y este espacio no es suficiente.
Para finalizar, dejo algunas preguntas abiertas a los autodeterminados otakus mexicanos. ¿Cuáles su opinión sobre lo que se produce en México? ¿Cuál es su posición frente a los trabajos de Rius, Abel Quezada, Trino y El Fisgón? ¿Cuál es su opinión sobre Memín Pinguín, Kalimán, El Libro Vaquero y Lagrimas, Risas y Amor? Probablemente, para algunos de ustedes estos no tengan un contenido tan llamativo como lo mangas, pero creo que son parte de nuestra cultura popular y muchas de ellas expresiones también de una crítica social y política.