(Texto publicado en Diario Monitor, 6 de junio de 2006)
Las protestas de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, así como de los árabes y africanos en Francia en los últimos 6 meses muestra claramente como el “Primer Mundo” ha sido incapaz de resolver las demandas de los grupos extranjeros que radican en su territorio. Japón no ha sido la excepción, pero aquí no se ha dado enfrentamiento violento. ¿Por qué? Algunos atribuyen esta razón al escaso número de inmigrantes.
De acuerdo al censo del 2000, 1.31 millones de extranjeros (1.1% del total de la población) radicaban en Japón. Esta cifra contrasta con los casi 4 millones que tiene Francia. Ahora bien, de estos 1.31 millones, los coreanos (40.4%) y chinos (19.3%) conforman más de la mitad y el resto lo ocupan los brasileños (14.3%), filipinos (7.1%), estadounidenses (3%), peruanos (2.6%), tailandeses (1.1), vietnamitas (1%), entre otros. Por lo que respecta a sus actividades económicas, muchos de ellos tienen trabajos no calificados y un número reducido se dedica al crimen. Este último punto ha sido retomado por los medios para descalificarlos, pero este prejuicio no ha derivado en actos xenofóbicos.
Esto no significa, empero, que no haya racismo. La sociedad discrimina a los extranjeros, especialmente a los hijos de los inmigrantes que han nacido en Japón. Por ley, ninguno de ellos pueden conseguir la nacionalidad japonesa, ya que ésta se adquiere por sangre. Así, aunque dominen el idioma y tengan una educación similar, la gran mayoría no obtienen buenos trabajos. El caso que ilustra claramente esto son los zainichis.
Zainichi es el concepto coloquial para definir a los coreanos que nacen y residen permanentemente en Japón. En esta categoría se incluyen sólo a aquellos que se instalaron antes de 1945 y a sus descendiente. El gobierno calcula que actualmente hay 650000, pero se estima que hay 2 millones, si se incluye a los que lograron conseguir la nacionalidad japonesa y sus descendientes.
El origen de los zainichis se remonta a 1910, cuando Japón coloniza Corea y emprende ahí una brutal asimilación, imponiéndole a los coreanos nombres japoneses y una ciudadanía nipona, aunque nunca fueron tratados como tal. No satisfecho con este terrible atropello, el gobierno traslada a miles de ellos para que trabajen en Japón. Así, al finalizar la Guerra del Pacífico, se calcula que hay 2.1 millones de ciudadanos japoneses de origen coreano. No obstante, para 1951, después de la firma de la Paz de San Francisco, Japón les quita la ciudadanía y la mayoría de ellos recupera la nacionalidad coreana.
Todo indicaba, entonces, que los coreanos podrían regresar a su tierra natal. Sin embargo, la Guerra de Corea hace que la península quede divida y la comunidad coreana instalada en Japón también se separa en dos bandos irreconciliables: Mindan (Asociación sudcoreana) y Chosen Soren (Federación norcoreana). Ante este mal presagio, algunos deciden volverse japoneses, ocultando públicamente su origen para no ser discriminados. Otros apuestan al modelo socialista de Kim Il Song y se van para Pyongyang. Mientras que otros migran hacia Seúl. Empero, la gran mayoría se queda, aceptando la discriminación, los motes y el maltrato de la sociedad.
De este modo, la comunidad coreana quedaría dividida y durante casi 50 años no lograrían las pases. Sin embargo, el pasado 17 de mayo, finalmente Mindan y Chosen Soren consiguen la reconciliación y aceptan luchar juntos por la promoción de sus derechos políticos y la reunificación coreana. Sin duda, es una buena noticia, pero algunos sectores de la opinión pública no lo ve así. Mientras que el liberal Periódico Asahi considera que la reconciliación permite reorientar a los zainichis hacia un objetivo común, el derechista Sankei afirma que las paces puede hacer que Mindan deje su postura crítica hacia el régimen autoritario de Pyongyang y obstaculice el regreso de los ciudadanos japoneses secuestrados por espías norcoreanos en el decenio de los setenta.
En síntesis, afirmar que el número reducido de inmigrantes extranjeros explican la falta de una movilización violenta es obviar historia. En realidad, fue la fragmentación y las características particulares de los coreanos (la comunidad de extranjeros más grande), lo que impidió el desarrollo de una acción colectiva efectiva como en otras latitudes. Pero eso puede cambiar ahora que los zainichis hicieron las pases y comience a presionar al gobierno para que cambie las leyes de participación política y elimine algunos aspectos de esta sociedad racista que los ha discriminado por años.
De acuerdo al censo del 2000, 1.31 millones de extranjeros (1.1% del total de la población) radicaban en Japón. Esta cifra contrasta con los casi 4 millones que tiene Francia. Ahora bien, de estos 1.31 millones, los coreanos (40.4%) y chinos (19.3%) conforman más de la mitad y el resto lo ocupan los brasileños (14.3%), filipinos (7.1%), estadounidenses (3%), peruanos (2.6%), tailandeses (1.1), vietnamitas (1%), entre otros. Por lo que respecta a sus actividades económicas, muchos de ellos tienen trabajos no calificados y un número reducido se dedica al crimen. Este último punto ha sido retomado por los medios para descalificarlos, pero este prejuicio no ha derivado en actos xenofóbicos.
Esto no significa, empero, que no haya racismo. La sociedad discrimina a los extranjeros, especialmente a los hijos de los inmigrantes que han nacido en Japón. Por ley, ninguno de ellos pueden conseguir la nacionalidad japonesa, ya que ésta se adquiere por sangre. Así, aunque dominen el idioma y tengan una educación similar, la gran mayoría no obtienen buenos trabajos. El caso que ilustra claramente esto son los zainichis.
Zainichi es el concepto coloquial para definir a los coreanos que nacen y residen permanentemente en Japón. En esta categoría se incluyen sólo a aquellos que se instalaron antes de 1945 y a sus descendiente. El gobierno calcula que actualmente hay 650000, pero se estima que hay 2 millones, si se incluye a los que lograron conseguir la nacionalidad japonesa y sus descendientes.
El origen de los zainichis se remonta a 1910, cuando Japón coloniza Corea y emprende ahí una brutal asimilación, imponiéndole a los coreanos nombres japoneses y una ciudadanía nipona, aunque nunca fueron tratados como tal. No satisfecho con este terrible atropello, el gobierno traslada a miles de ellos para que trabajen en Japón. Así, al finalizar la Guerra del Pacífico, se calcula que hay 2.1 millones de ciudadanos japoneses de origen coreano. No obstante, para 1951, después de la firma de la Paz de San Francisco, Japón les quita la ciudadanía y la mayoría de ellos recupera la nacionalidad coreana.
Todo indicaba, entonces, que los coreanos podrían regresar a su tierra natal. Sin embargo, la Guerra de Corea hace que la península quede divida y la comunidad coreana instalada en Japón también se separa en dos bandos irreconciliables: Mindan (Asociación sudcoreana) y Chosen Soren (Federación norcoreana). Ante este mal presagio, algunos deciden volverse japoneses, ocultando públicamente su origen para no ser discriminados. Otros apuestan al modelo socialista de Kim Il Song y se van para Pyongyang. Mientras que otros migran hacia Seúl. Empero, la gran mayoría se queda, aceptando la discriminación, los motes y el maltrato de la sociedad.
De este modo, la comunidad coreana quedaría dividida y durante casi 50 años no lograrían las pases. Sin embargo, el pasado 17 de mayo, finalmente Mindan y Chosen Soren consiguen la reconciliación y aceptan luchar juntos por la promoción de sus derechos políticos y la reunificación coreana. Sin duda, es una buena noticia, pero algunos sectores de la opinión pública no lo ve así. Mientras que el liberal Periódico Asahi considera que la reconciliación permite reorientar a los zainichis hacia un objetivo común, el derechista Sankei afirma que las paces puede hacer que Mindan deje su postura crítica hacia el régimen autoritario de Pyongyang y obstaculice el regreso de los ciudadanos japoneses secuestrados por espías norcoreanos en el decenio de los setenta.
En síntesis, afirmar que el número reducido de inmigrantes extranjeros explican la falta de una movilización violenta es obviar historia. En realidad, fue la fragmentación y las características particulares de los coreanos (la comunidad de extranjeros más grande), lo que impidió el desarrollo de una acción colectiva efectiva como en otras latitudes. Pero eso puede cambiar ahora que los zainichis hicieron las pases y comience a presionar al gobierno para que cambie las leyes de participación política y elimine algunos aspectos de esta sociedad racista que los ha discriminado por años.
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