(Texto publicado en Diario Monitor, 27 de junio de 2006)
El pasado 21 de junio, el primer ministro Jun’ichiro Koizumi anuncia que las Fuerzas de Auto-seguridad (FA) estacionadas en Irak salen de Medio Oriente. Curiosamente, esto se empalma con la decisión del premier Romano Prodi de reducir las tropas italianas en la misma región. La pregunta obligada entonces es si realmente las dos resolución responden a la misma causa. La respuesta es negativa. Mientras que en Italia, el triunfo de la izquierda es lo que provoca el viraje, en Japón es una decisión personal.
Para entender esta diferencia, es pertinente contextualizar algunos datos históricos. La derrota de Japón en la segunda Guerra Mundial trae como resultado el desmantelamiento de su maquinaria militar. De este modo, en 1947 Estados Unidos “impone” una constitución que proscribe el derecho de beligerancia, pero con el inicio de la Guerra fría los conservadores deciden establecer un modesto ejército con la condición implícita de que no puede salir del país. Esta ambivalente situación pone en duda la cláusula pacifista de la constitución. Sin embargo, esto no es un “problema” y finalmente las FA se consolidan. Así, a partir de 1992 esta legión comienza a participar en las misiones de paz de la ONU.
Ahora bien, en el caso específico del despecho hacia Irak, a diferencias de las misiones anteriores, ésta se realiza sin la coordinación de Naciones Unidas y resulta totalmente un apoyo hacia el gobierno de Bush. De hecho, para lograr esta treta, Koizumi hace que la Dieta apruebe una ley especial para despachar 800 elementos de las FA. Esta cantidad es menor si se le compara con los huestes que manda Corea (3300), Italia (2600) o Australia (1320), pero es una cifra importante si se considera que Japón es un país que prohíbe la guerra. No obstante, por cuestiones constitucionales no se les autoriza a las FA atacar ningún blanco militar ni responder a cualquier ataque. Tampoco se les equipa con un armamento importante. Además, se les encarga a los australianos e ingleses resguardar siempre a las tropas japonesas.
Entonces a qué fueron. Al fondo todo es una cuestión de imagen. Koizumi buscaba quitar la mala impresión que dejó Japón en la Guerra del Golfo cuando brindó sólo apoyo financiero y quería mostrar que su país puede colaborar con ayuda militar. Sin embargo, si se les compara con lo que han realizado las ONG, las FA han tenido un desempeño discreto en su ayuda humanitaria en Irak. De igual manera, queda la duda si el despacho no significa una violación a la constitución, ya que Japón ingresa a este país como un ejército invasor.
Empero, para Koizumi estas críticas no han sido importantes. Inclusive, ha confesado a la prensa que él no entiende por qué tanto escándalo, si las tropas no han tenido una sola baja. Es cierto, pero sólo ha sido suerte. Koizumi olvida por completo que más de 25000 personas han muerto en esta invasión. Pero bueno, todo eso es historia ahora. Finalmente ha cedido, pero lo preocupante es que sigue sin admitir que fue un error.
En su discurso del pasado 21 de junio, Koizumi considera que fue correcto la aventura militar y afirma que Japón debe emprender una buena coordinación con Estados Unidos para lograr una “responsable” ayuda para la recuperación del devastado país. Además, afirma que la “consolidación” del gobierno de Nouri Al-Mali permite que los cuerpos de seguridad locales sean los que resguarden el orden. Sinceramente es demasiado optimista.
Una vez puesto estos datos, regresemos de nuevo a nuestra interrogante inicial: ¿por qué salen los militares japoneses Irak? Como lo dije al principio, todo se debe a una decisión personal de Koizumi. La prensa especula que él no quiere heredarle a la próxima administración su proyecto político, cuando deje el poder el próximo septiembre. Pero lo interesante es que el Ministro de la Jefatura del Gabinete (Secretario de interior) Shinzo Abe, quien ha sido señalado como el sucesor de Koizumi, considera que la salida es precipitada. Y afirma que el próximo gobierno tendrá que crear una ley que permita mantener una presencia de largo plazo y no una postura tibia como la que emprendió el actual gobierno.
Significa entonces, sólo una salida momentánea de las tropas. Esto invita de nuevo a una reflexión sobre el despacho de los militares en la sociedad japonesa. Para finalizar quisiera decir lo siguiente: como lo ha remarcado el director de cine Takeshi Kitano, “Japón es el Pochi (perro) de Estados Unidos”. Es una realidad dura de asimilar para muchos japonófilos mexicanos que ven en este país a un modelo distinto al convencional Coloso del Norte, pero quieran o no compartimos los mismos problemas. Y quién sabe a lo mejor las mismas soluciones.