安部公房『R62号の発明・鉛の卵』(新潮社、1974年)
Hacer una reseña de cualquier
libro siempre es complicado. Uno quiere decir muchas cosas, pero la mayoría de
las revistas no permiten ensayos de más de tres cuartillas. De igual manera, en
las reseñas uno termina por adular al autor, o despedazarlo; es complicado
mantenerse en medio. Asimismo, las personas, quienes escriben las reseñas, muchas
veces terminan por presumir que ellos o ellas, sabe más que el autor del libro.
Lo anterior es válido para los trabajos académicos, pero ¿en el caso de la
literatura se vale? No lo sé.
Ahora bien, mis amigos de la revista literaria Hermano Cerdo, no les gusta que en las reseñas aparezcan las siguientes frases: bacán, importante, grande, excepcional, excéntrico, maravilloso, interesante, raro, único, valioso, trascendental, cabrón, inclasificable, verga, original, canónico, genial, duradero, secreto, capo, maldito, imprescindible, consagrado, impactante, estilista, talentoso, rutilante, original. Estoy de acuerdo, pero en el caso de Kobo Abe (1924-1993), creo que cumple con la mayoría de estas frases.
Ahora bien, mis amigos de la revista literaria Hermano Cerdo, no les gusta que en las reseñas aparezcan las siguientes frases: bacán, importante, grande, excepcional, excéntrico, maravilloso, interesante, raro, único, valioso, trascendental, cabrón, inclasificable, verga, original, canónico, genial, duradero, secreto, capo, maldito, imprescindible, consagrado, impactante, estilista, talentoso, rutilante, original. Estoy de acuerdo, pero en el caso de Kobo Abe (1924-1993), creo que cumple con la mayoría de estas frases.
Sin embargo, sigo metido en el mismo
embrollo: ¿cómo reseñar los Cuentos
siniestros y R62号の発明・鉛の卵 [El invento de R62 y El huevo de plomo]? Después de meditarlo, creo que lo más
prudente, aunque poco convencional, sea escribir cómo llegué a estas obras. Es
algo largo y extraño lo que escribiré, espero no aburrirlos.
※
Desde que tengo uso de la razón, la
literatura japonesa ha estado presente en mi vida. Si bien, leer el japonés es
un proceso más lento que hacerlo en castellano, gracias a los libros infantiles,
pude lograr tener la oportunidad de conocer, aunque fuese en dibujos, los
cuentos tradicionales del país de mi madre: Momotaro,
Urashimataro y el Taketori Monogatari, etc. Empero, las
primeras obras que leí en serio fueron los dos cuentos de Nankichi Niimi
(1913-1943): Adquiriendo guantes y Gon, el zorro.
Posteriormente, aunque eran versiones
infantiles y resumidas, leí tres obras que definieron mi gusto por la
literatura japonesa: La telaraña de
Ryunosuke Akutagawa (1892-1927), ¡Corre
Melos! de Osamu Dazai (1909-1948) y La
noche del expreso galáctico de Kenji Miyazawa (1896-1933). A la postre,
Akutagawa y Miyazawa se volverían parte de mi pequeña biblioteca. Por ejemplo,
las antologías del primero y El mesón de
muchas órdenes del segundo. Dazai resultó demasiado complejo y yo demasiado
joven para entenderlo.
Luego me clavé en las novelas policíacas y
detectivescas de Ranpo Edogawa (1894-1965) y Seishi Yokomizo (1902-1981).
También, en los cuentos de fantasmas. Al entrar a la secundaria aunque traté de
leer cosas nuevas, simplemente desistí. El Kojiki
y el Nihonshoki eran incomprensibles.
El Cuento de Genji inentendible.
Tanto que tuve que recurrir a la versión comic para comprenderlo (hasta la
fecha no lo he leído completo, ni siquiera 10 páginas de la versión escrita).
En la preparatoria, mi lectura se redujo, en parte porque me interesaban otros
autores que no eran japoneses, pero también por pereza. El único autor que leí
fue a Soseki Natsume (1867-1912). Tenía curiosidad sobre qué había escrito este
señor bigotón, quien salía en los billetes de 1000 yenes.
Al entrar en la universidad,
en mis ratos de ocio (las vacaciones de verano), me puse a revalorar mi poco
interés hacia la literatura japonesa. Decidí pues, comprar algunos libros
clásicos. Eran lo autores que algunos amigos snobs me habían comentado, pero
que yo nunca había leído. Así, conocí el País
de nieve de Yasunari Kawabata (1899-1972) [el japonés más bello que haya
leído], La pagoda de oro y Confesiones de una máscara de Yukio
Mishima (1925-1970) y Sasameyuki
[Hermanas Makioka] de Jun’ichiro Tanizaki (1886-1965). También, quise darle
una oportunidad más a Dazai. Me di cuenta que era genial, tenía que tener más
de 18 años para comprender su obra. No sólo Indigno
de ser humano y El ocaso, sino también
todos sus cuentos son excelentes. Del que no pude leer mucho (de hecho debería decir que hasta la fecha no he
podido hacerlo) fue Ogai Mori (1862-1922).
Ya al final de la carrera
comencé con dos autores más: Kenzaburo Oe (1935-) y Haruki Murakami (1949-). El
primero había recibido el Premio Nobel en 1994 y en mi casa habían muchos
libros sobre él. Además, en esos años yo trabajaba en la biblioteca de El
Colegio de México, lugar donde el escritor japonés había estado (aunque no en
esa horrible edificación setentera). Comencé con Cuestión personal y luego otras obras más. Me parecieron buenas,
pero me gusta más como ensayista. En el caso de Murakami, quien se ha vuelto en
el nuevo ícono de la literatura japonesa, fue mera curiosidad. Leí Bosques de noruega y Las peripecias en torno a un borrego (En
castellano tiene otro título pero no me gusta). Posteriormente, leería todas
sus obras, por lo menos todas sus novelas, pero me falta 1Q84, obra que no me llama nada la atención, estoy demasiado
asqueado de él.
Ahora bien, cuando llegué a
Japón en 2001, mi lectura de obras japonesas aumentó exponencialmente. En parte
porque estaba en este país, pero también porque llegué convencido de que tenía
que hacerlo. Semanas antes de mi partida, un querido profesor italiano de mi
universidad me dijo: “Disfruta tu posgrado y lee literatura japonesa, eso es lo
único que te pido. ¿Eh?”. Pensé que era un sarcasmo, al que me tenía
acostumbrado, pero le tomé la palabra. También, me acordé de las palabras que
dijo uno de mis profesores, Jean Meyer, en una de sus clases: “Si no leen
literatura, nunca entenderán la historia”.
De este modo, durante estos
11 años, me la he pasado leyendo y leyendo. Comencé con los libros más ligeros
como Ryu Murakami (1952-) y Banana Yoshimoto (1964-). Luego con los galardonados del Premio Naoki
como Miyuki Miyabe (1960-) y Natsuhiko Kyogoku (1963-). Los clásicos de la era
Taisho como Kido Okamoto (1872-1932). Las novelas negras de Arimasa Osawa
(1956-). El extremadamente vendido Keigo Higashino (1958-). La versión japonesa
del realismo mágico: Tomoyuki Hoshino (1965-). La lista es eterna…
※
Ahora bien, un día estaba en
la oficina de la División de Estudios Latinoamericanos, un lugar donde yo solía
perder el tiempo en la Universidad de Tokio, y encontré en uno de sus estantes,
el libro de Ryukichi Terao: Literaturas
al margen. La lectura de ese libro me hizo pensar, por primera vez, cómo
los hispanoparlantes veían a la literatura japonesa. Hasta ese momento no había
leído una obra japonesa en español. De este modo, comencé a leer las
traducciones que hacía Terao con sus mancuernas venezolanas: Ednodio Quintero y
Gregory Zambrano. Con el primero tradujo las obras de Tanizaki, mientras que
con el segundo las obras de Abe. Tanizaki era un viejo conocido y aunque me había
costado trabajo comprenderlo, no me había generado un disgusto. Del segundo, por
lo menos hasta ese momento, simplemente tenía mis reservas.
※
Mi encuentro con Kobo Abe había
sido anterior a mi larga estancia en Japón. Había sido en mis días
universitarios y fue totalmente circunstancial. Un día cuando iba por mi madre
al aeropuerto, coincidí con unos conocidos. Al estar hablando sobre literatura.
Uno de ellos, un muchacho pedante más joven que yo, quien también iba a recoger
su madre, me dijo que su autor favorito era Abe. Este chaval siempre se había
caracterizado por mostrarse siempre prepotente conmigo y se quería hacer el
sabelotodo. Por eso, pensé que era una de sus payasadas. Me dijo: “Deberías
leer la Mujer de arena”. No le hice
caso, pero al siguiente año, cuando fui a Japón, encontré en una librería de
viejo ese libro, lo compré para leerlo de regreso en el avión. Me gustó, lo
admito pero me pareció complejo. Pues ahí había quedado Abe. Así, cuando me
enteré que la mancuerna Terao-Zambrano había traducido a este autor, tenía
curiosidad, pero también temor a encontrarme con lo mismo.
Estaba errado. Los cuentos
que tradujeron para Letras Libres: El diablo y El dictador eran geniales. Me di cuenta que Abe, como Akutagawa y
otros más, podía plasmar cuentos espléndidos. No me pude aguantar más y releí a
la Mujer de arena. Así, comenzó mi
lectura de sus obras. Primero con Cuadernos
de Canguro en japonés y luego la versión castellana de Idéntico al ser humano traducido por la mancuerna Terao-Zambrano. Posteriormente,
con El hombre caja y finalmente llegué
a los Cuentos siniestros y El invento de R62 y El huevo de plomo.
※
Uff, Ha sido una vuelta
larga. A lugar entonces. Las obras de Abe no tienen ese exotismo que muchos
buscan en las obras japonesas. Tampoco, personajes o narradores acartonados y
narcisistas como los de Haruki Murakami. Abe sigue la tradición de Akutagawa y
como él es un gran cuentista, pero tiene un toque surrealista que sólo él
podría plasmar. No puedo decir más que eso. Espero no haber metido ninguna
palabra que mis amigos de Hermano Cerdo
detestan. Aunque creo que Abe es capo
y raro. Con eso resumo sus obras.
Ahora bien, por primera vez
en mi vida, traté de leer al mismo tiempo una obra en dos idiomas. Algunos
cuentos incluidos en los Cuentos
siniestros, estaban en El invento de
R62 y El huevo de plomo. La traducción es impecable. No sólo hace que la
lectura sea amena, sino que es rápida, ideal para estos tiempos de poco tiempo.
En lo personal me gustan mucho La casa
y La muerte ajena. Y espero pronto la
traducción del Hombre Caja.
1 件のコメント:
Genialisimo!
Tus reseñas realmente funcionan.
Por lo menos a mi me llegan, quizás sea por que tenemos puntos en común, Akutagawa, Dazai, Tanizaki.
Dan ganas de correr y comprar los libros. (Lástima que en Chile sea una tarea medio difícil)
En fin, me gusta leer tu blog. Lo encontré hace unos meses y cuando lo recuerdo lo reviso.
Gracias por tus traducciones y obviamente tus reseñas, tus historia.
Gracias por compartir tu vida.
Ah por cierto, he leído algunos de los cuentos que vienen en el libro "En construcción" de Mori Ogai (La versión traducida en español, de AdrianaHidalgo Editora) y déjame decirte que me gustó. Obviamente siento que tengo una deuda con el libro, ya que no lo he terminado por cosas de tiempo. La universidad y el trabajo a veces no deja mucho tiempo.
Pero el par de cuentos que leí, me resultaron muy amenos.
En fin, gracias!
Saludos!
Y si, hace meses que te ganaste un lector, pero recién ahora te lo anuncio.
___
Francisco.
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