(Artículo publicado en Diario Monitor el 12 de marzo de 2008)
En los últimos 10 años, gran parte de los medios japoneses han resaltado que el “milagro” japonés se ha terminado y que en un futuro cercano, Japón se verá rebasado por China y su presencia en el sistema internacional se volverá irrelevante. ¿Qué tan cierto son estas expresión negativas? Algunas de estas voces son una exageración, pero están basadas en datos estadísticos “reales”.
Por ejemplo, la tasas de crecimiento económico que ostenta actualmente Japón es sumamente modesta y si se mantiene esta tendencia, probablemente, en unos cuantos años, este país será sobrepasado por China (por lo menos ya pasó esto en términos del PIB). Igualmente, en los últimos años, la clase media (el principal motor de la economía japonesa de la posguerra) ha perdido su fuerza y esto es un punto negativo para el crecimiento económico. Además, hay que señalar que debido a la recesión y a los efectos indirectos de las reformas neoliberales, la brecha entre los más ricos y los más pobres se ha acrecentado. De hecho, hay cifras que muestran que el número de indigentes, especialmente, el de jóvenes, aumentará exponencialmente en los próximos años.
Asimismo, según las estadísticas de la OECD, en los últimos años, Japón ha experimentado un ha declive “dramático” en su nivel de educación y ahora esta nación ostenta número inferiores a sus contrapartes europeas, demostrando que aquella nación que sedujo a millones de estudiantes en el decenio de los 80, es simplemente un espejismo. Finalmente, el sistema de seguridad social está tan deteriorado y esto ha hecho que muchas personas de la tercera edad tengan que reducir su nivel de vida.
Como vemos, la situación que prevalece en Japón es crítica. Ahora bien, ¿qué soluciones existen? Ante esto, diversos analistas, así como políticos de izquierda y derecha han señalado que Japón debe aprender de los puntos positivos de Estados Unidos, especialmente su descentralismo. Sin embargo, la gran mayoría han puesto un mayor énfasis en imitar a sus contrapartes europeas.
Por ejemplo, muchos han considerado que se puede aplicar las “bondades” del sistema educativo escandinavo, así como las diversas prestaciones sociales que existen en estas naciones. Otros por su parte, han señalado que se debe hacer un estructuración del sistema laboral y darle a los trabajadores japoneses más horas de ocio como lo hacen los alemanes. Esto con la finalidad de hacer más eficiente a las empresas japonesas. Asimismo, otras voces han considerado que para solventar la carga futura del seguro social es necesario que aumente el número de niños y por eso Japón tiene que analizar con más detenimiento el caso de Francia (un país en donde existe un índice de natalidad mayor). Finalmente, otros especialistas han resaltado que se pueden aprender cosas importantes de las políticas energéticas de Holanda y Dinamarca, (países que han utilizado al viento para generar energía).
En fin, la lista es tan amplia que uno no podría acabar. Lo que quieren resaltar, básicamente, todas estas voces es que Japón tiene que salir de su burbuja y buscar otras alternativas. En lo personal estoy de acuerdo, pero presiento que muchas de estas alternativas no son viables en Japón.
Antes que nada, la diferencia poblacional entre Japón y cualquier nación de la Unión Europea es abismal. Por esa misma razón, no hay garantía de que funcionen modelos diseñados para países con menor población como puede ser un modelo escandinavo (esto se aplica también para el caso de México). En el caso de los molinos holandeses es la misma historia. En un país como Japón en donde hay constantemente tifones, no hay garantía de que funcione esta alternativa. Además, tengo la impresión de que se sobrevalora por completo el “éxito” europeo. Los japoneses han olvidado que el motor de Europa es la presencia de la fuerza laboral de los inmigrantes y en este rubro, su país tiene números menores. Además, retomando el caso alemán, muchos especialistas olvidan que en este país existe un gran problema que no se ha solucionado: el desempleo.
Para no extender más el relato quisiera terminar esta cavilación diciendo lo siguiente: es prematuro decir que Japón se irá a la deriva. Este país tiene aún mucho potencial, pero no se puede negar que se vive una situación crítica. Así, si las autoridades japonesas y la propia ciudadanía no se ponen las pilas, el escenario catastrófico que han señalado los diversos medios es viable. Esperemos que no pase eso y que sean capaces de salir de este bache. Y lo más importante, que puedan aprender lo mejor del exterior; tal y como lo hicieron sus ancestros en el siglo XIX.
En los últimos 10 años, gran parte de los medios japoneses han resaltado que el “milagro” japonés se ha terminado y que en un futuro cercano, Japón se verá rebasado por China y su presencia en el sistema internacional se volverá irrelevante. ¿Qué tan cierto son estas expresión negativas? Algunas de estas voces son una exageración, pero están basadas en datos estadísticos “reales”.
Por ejemplo, la tasas de crecimiento económico que ostenta actualmente Japón es sumamente modesta y si se mantiene esta tendencia, probablemente, en unos cuantos años, este país será sobrepasado por China (por lo menos ya pasó esto en términos del PIB). Igualmente, en los últimos años, la clase media (el principal motor de la economía japonesa de la posguerra) ha perdido su fuerza y esto es un punto negativo para el crecimiento económico. Además, hay que señalar que debido a la recesión y a los efectos indirectos de las reformas neoliberales, la brecha entre los más ricos y los más pobres se ha acrecentado. De hecho, hay cifras que muestran que el número de indigentes, especialmente, el de jóvenes, aumentará exponencialmente en los próximos años.
Asimismo, según las estadísticas de la OECD, en los últimos años, Japón ha experimentado un ha declive “dramático” en su nivel de educación y ahora esta nación ostenta número inferiores a sus contrapartes europeas, demostrando que aquella nación que sedujo a millones de estudiantes en el decenio de los 80, es simplemente un espejismo. Finalmente, el sistema de seguridad social está tan deteriorado y esto ha hecho que muchas personas de la tercera edad tengan que reducir su nivel de vida.
Como vemos, la situación que prevalece en Japón es crítica. Ahora bien, ¿qué soluciones existen? Ante esto, diversos analistas, así como políticos de izquierda y derecha han señalado que Japón debe aprender de los puntos positivos de Estados Unidos, especialmente su descentralismo. Sin embargo, la gran mayoría han puesto un mayor énfasis en imitar a sus contrapartes europeas.
Por ejemplo, muchos han considerado que se puede aplicar las “bondades” del sistema educativo escandinavo, así como las diversas prestaciones sociales que existen en estas naciones. Otros por su parte, han señalado que se debe hacer un estructuración del sistema laboral y darle a los trabajadores japoneses más horas de ocio como lo hacen los alemanes. Esto con la finalidad de hacer más eficiente a las empresas japonesas. Asimismo, otras voces han considerado que para solventar la carga futura del seguro social es necesario que aumente el número de niños y por eso Japón tiene que analizar con más detenimiento el caso de Francia (un país en donde existe un índice de natalidad mayor). Finalmente, otros especialistas han resaltado que se pueden aprender cosas importantes de las políticas energéticas de Holanda y Dinamarca, (países que han utilizado al viento para generar energía).
En fin, la lista es tan amplia que uno no podría acabar. Lo que quieren resaltar, básicamente, todas estas voces es que Japón tiene que salir de su burbuja y buscar otras alternativas. En lo personal estoy de acuerdo, pero presiento que muchas de estas alternativas no son viables en Japón.
Antes que nada, la diferencia poblacional entre Japón y cualquier nación de la Unión Europea es abismal. Por esa misma razón, no hay garantía de que funcionen modelos diseñados para países con menor población como puede ser un modelo escandinavo (esto se aplica también para el caso de México). En el caso de los molinos holandeses es la misma historia. En un país como Japón en donde hay constantemente tifones, no hay garantía de que funcione esta alternativa. Además, tengo la impresión de que se sobrevalora por completo el “éxito” europeo. Los japoneses han olvidado que el motor de Europa es la presencia de la fuerza laboral de los inmigrantes y en este rubro, su país tiene números menores. Además, retomando el caso alemán, muchos especialistas olvidan que en este país existe un gran problema que no se ha solucionado: el desempleo.
Para no extender más el relato quisiera terminar esta cavilación diciendo lo siguiente: es prematuro decir que Japón se irá a la deriva. Este país tiene aún mucho potencial, pero no se puede negar que se vive una situación crítica. Así, si las autoridades japonesas y la propia ciudadanía no se ponen las pilas, el escenario catastrófico que han señalado los diversos medios es viable. Esperemos que no pase eso y que sean capaces de salir de este bache. Y lo más importante, que puedan aprender lo mejor del exterior; tal y como lo hicieron sus ancestros en el siglo XIX.
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