9/19/2007

El fin de la fantasía

(artículo publicado en Diario Monitor, el 18 de septiembre de 2007)

El 26 de septiembre de 2006, Shinzo Abe asume el cargo de primer ministro, convirtiéndose en el político más joven (52 años) en dirigir las riendas de la nación japonesa en la historia de la posguerra. Igualmente, es el primer mandatario nacido en la posguerra y el primer nieto de un ex primer ministro (Nobusuke Kishi) que llega al poder. Asimismo, su ascenso representa el reforzamiento de las facciones de derecha del gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD), que han buscado reformar la Constitución Pacifista, “impuesta” por Estados Unidos. Por todas estas razones, muchos analistas, incluido el autor de esta modesta columna, consideramos que se avecinaba un cambio importante, pero para nuestra sorpresa, Abe resultó un político gris y su poder decrecería dramáticamente.

Este declive se ha debido, en primer lugar, a la incapacidad de Abe para subsanar los problemas de desigualdad social que dejaron las reformas neoliberales que impulsó su antecesor, Jun’ichiro Koizumi (2001-2006). Otro punto importante ha sido los numerosos casos de corrupción que han vinculado a los miembros del PLD, así como al aparato administrativo que maneja el Seguro Social. Algunos analistas radicales han manifestado, inclusive, que la burocracia japonesa se está pareciendo más a los modelos corruptos de América Latina en donde la impunidad es el pan de cada día.

Asimismo, el desfase que existe entre el discurso nacionalista de Abe con los problemas que enfrenta actualmente Japón ha sido un punto nodal del declive. Desde que asumió el poder, el mandatario ha puesto como meta principal la reforma constitucional para hacer de Japón en una “Nación Hermosa”, dejando a un lado la desigualdad social. Así, Abe se encuentra en un mundo fantasioso como el que tuvo Vicente Fox en su mandato y que la prensa de izquierda definió sarcásticamente como “Foxilandia”.

Finalmente, la conjunción de todas estas inconsistencias son las que provocan la derrota histórica del PLD en las elecciones de la Cámara Alta de julio pasado, pero el “fantasioso” primer ministro no dejaría el poder. De acuerdo a él, la ciudadanía no votó en contra de la reforma política, pero la realidad es otra. El Partido Demócrata Japonés (PDJ), la primera oposición, se ha convertido en la primera fuerza de la Cámara Alta y ahora puede bloquear las iniciativas de ley. Prueba de esto, es el rechazo que ha hecho Ichiro Ozawa, líder del PDJ, hacia la continuidad del despacho de combustible que hacen los buques de las Fuerzas de Auto-Seguridad en el Océano Índico a la Marina estadounidense.

Esto representó un duro golpe para el “joven” primer ministro, pero Abe decide seguir con su proyecto y en la pasada reunión de APEC, le manifiesta públicamente a Bush que hará hasta lo imposible para poder lograr convencer a Ozawa. Y el 10 de septiembre pasado, en la Dieta emprende un discurso en donde resume los puntos más importantes que seguirá su gobierno. Todo indicaba, entonces, la continuidad de “Abelandia”, pero dos días después, Abe anuncia públicamente su dimisión, cumpliéndose de nuevo la vieja maldición que ha rodeado la política de la posguerra: los gobiernos que suceden a administraciones largas (más de 5 años) no aguanta más de 2 años.

Esto sorprendió, sin duda a todos, ya que nadie contemplaba una dimisión tan rápida y mucho menos después de que Abe manifestó claramente los objetivos políticos que seguirá su administración. De hecho, hasta la fecha, las razones de su dimisión no son claras, ya que en su discurso de renuncia, Abe manifestaría que la razón principal de su salida es que no pudo persuadir a Ozawa para negociar la continuidad de las Fuerzas de Auto-Seguridad y no reconocería las verdaderas razones del derrumbe de su poder político. Así, Abe mostraría hasta el final el mundo fantasioso que vive.

Ahora bien, días después los medios y los propios grupos del PLD señalarían que los problemas de salud que enfrentaba Abe fueron los que provocaron su dimisión (al día siguiente Abe se internaría en el Hospital de Keio), pero otras voces considerarían que el mandatario estaba metido en un escándalo de evasión fiscal y que esto adelantó su salida. Desgraciadamente, no hay una explicación coherente y lo único que hay ahora es un vació político.

Entonces, la pregunta obligada es ¿quién será el siguiente primer ministro? Por ahora se han perfilado dos candidatos Taro Aso y Yasuo Fukuda, pero aún es prematuro decir quién ganará. Empero, sin importar quién resulte ganador de las elecciones presidenciales del PLD, el nuevo primer ministro tendrá que convocar cuanto antes a elecciones parlamentarias. Veamos qué pasa.

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