5/08/2007

Abe y Estados Unidos: una relación extraña

(Artículo publicado en Diario Monitor el 8 de mayo de 2007)

El pasado 27 de abril, después de una larga espera de casi 7 meses, el primer Ministro Shinzo Abe realiza su primera visita oficial a Estados Unidos. Para los medios más liberales, la visita representaba sólo una rutina y no implicaba un cambio sustancial para la relación bilateral, pero para la prensa de derecha este retrazo simbolizaba una descortesía.

Ahora bien, esto no implica que Abe haya dejado a la deriva su relación con Washington. Todo lo contrario. Desde su primera entrevista con George W. Bush, realizada en la reunión de la APEC del año pasado, el primer ministro manifiesta que seguirá manteniendo la alianza que estrechó su antecesor, Jun’ichiro Koizumi (2001-2006) con Estados Unidos.

A pesar de esta situación, no dejar de llamar la atención que Abe haya retrazado tanto su visita y que haya emprendido, inclusive, un intento modesto de diversificación diplomática en sus primeras 4 giras internacionales: 1) China y la República de Corea, 2) Vietnam (Reunión de la APEC), 3) Europa y 4) Filipinas (Cumbre del Este de Asia). ¿Por qué pasó esto? La razón más convincente es que la desastrosa relación que dejó Koizumi con los países asiáticos (debido a sus visitas hacia el Mausoleo de Yasukuni) ameritaba un acercamiento con el Asia-Pacífico y obligaba, en consecuencia, a un alejamiento de Washington. De hecho, las autoridades de la Casa Blanca comprendieron esto y por eso mismo vieron con buenos ojos el retraso.

Empero, dentro de los círculos políticos demócratas, este gesto no fue visto con agrado. Para muchos, Japón seguía siendo un dolor de cabeza, ya que aún mantenía parcialmente el bloqueo a la carne estadounidense. Igualmente, para muchos demócratas, Tokio no había mostrado una postura prudente hacia los crímenes del pasado, especialmente hacia el problema de las jugun’ianfu (mujeres coreanas y chinas que fueron tratadas como esclavas sexuales por los militares japoneses durante la preguerra).

De este modo, para los diputados estadounidenses, Abe tendría que rendir cuentas lo antes posibles y por esa razón vieron con malicia el retrazo de la visita. Empero, para sorpresa de todos, el premier lejos de cooperar, meses ante de su visita, declara que para él, no existían pruebas claras que demostraran estos crímenes y desconoce por completo las disculpas oficiales que emprendió el gobierno japonés en 1993 (Declaración Kono).

Esto irritó, obviamente, a la mayoría demócrata (la cual supuestamente es más susceptible a los problemas de los derechos humanos). Así, los diputados estadounidenses deciden tomar cartas en el asunto y semanas antes de la visita de Abe, lanzan la resolución 121, en donde se recomienda (obligaba) al gobierno japonés a emprender una disculpa oficial por esto crímenes.

Cabe resaltar que esto representa una clara violación hacia la soberanía japonesa (utilizando la lógica de las autoridades mexicanas del pasado) y también es una actitud hipócrita por parte de Estados Unidos, ya que muchas de sus autoridades nunca se han disculpado por el lanzamiento de las dos bombas atómicas y las subsecuentes intervenciones que han emprendido en otras latitudes. Esto no implica, para nada, que el problema de las jugun’ianfu no exista. Es claro que en el futuro Tokio tiene que establecer la existencia de estos crímenes y lidiar con la responsabilidad estos problemas, especialmente los políticos que tienen la investidura de primer ministro.

Pero dejemos a un lado este problema y para finalizar señalemos los que Abe y Bush acuerdan en su entrevista. En su comunicado conjunto los dos mandatarios señalan que la alianza nipo-estadounidenses esta más sólida que nunca. Igualmente, acuerdan estrechar una cooperación entorno al calentamiento global y emprender conjuntamente la recuperación económica de Irak. Asimismo, resaltan, que buscarán una colaboración directa entorno a Corea del Norte y en caso de que Kim Jong Il no acate los acuerdos firmados en la última Reunión Sixpartita; manifiestan que emprenderán medidas más severas. Finalmente, ante el problema de las jugun’ianfu, Abe deja su postura conflictiva y manifiesta una disculpa informal.

En suma, vemos que Abe logra mantener la alianza y soluciona parcialmente, los problemas del pasado, eliminando cualquier sospecha de que Japón estaba buscando un alejamiento de las políticas de Washington. Sin embargo, en el futuro no se ve un buen panorama. En los siguientes meses, Abe tendrá que establecer una política exterior más clara que esté lista para un escenario sumamente posible y hostil para él: la llegada de los demócratas (H. Clinton u Obama) a la Casa Blanca el próximo año.

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