4/24/2007

Japón y China: ¿hacia una nueva relación?

(artículo publicado el 24 de abril de 2007 en Diario Monior)

Durante el gobierno de Jun’ichiro Koizumi (2001-2006), las relaciones Chino-Japonesas experimentan un enfriamiento. Las autoridades de Pekín se abstienen de realizar vistas oficiales a Japón y los pocos portavoces que mandan, emprenden una constante descortesía hacia Tokio, causando un malestar en la opinión pública y los sectores conservadores. Asimismo, los jefes de estado chino, evitan cualquier intento de establecer un diálogo con Koizumi en los foros regionales como la Asociación de las Naciones de Sudeste de Asia (ANSEA) y el Mecanismo de Cooperación de Asia y el Pacífico (conocido por sus siglas en inglés como APEC). Estos acontecimientos imposibilitan, finalmente, que cuaje el proyecto de la Comunidad del Este de Asia, que habían intentado establecer la ANSEA. De igual manera, bloquea la cooperación entorno a problemas comunes como el desarrollo de armas nucleares del régimen de Kim Jong-Il y la negociación de un tratado de libre comercio Chino-Japonés.

¿Por qué sucedió esto? El responsable mayor de este desencanto, sin duda, fue Koizumi y sus manifestaciones nacionalistas. Prueba de esto fueron las continuas visitas que realizó al Mausoleo de Yasukuni (Templo en donde reposan simbólicamente los militares fallecidos en las guerras de expansión). Empero, las autoridades de Pekín también fueron coparticipes. Basta con mencionar la poca disposición del gobierno chino de darle un viraje a su educación anti-japonesa y su intento fortuito de extraer gas en una zona marítima, que comprende jurisdicción japonesa, así como la incursión de submarinos nucleares a mares japoneses.

Poniendo orden todo lo anterior, los 5 años que comprenden el gobierno de Koizumi, representan una etapa en donde hubo un gran vacío en las relaciones chino-japonesas, que no se había dado desde que los dos países normalizan sus relaciones en 1972. Ahora bien, esta situación cambia con la llegada de Shinzo Abe. El nuevo primer ministro decide romper el hielo y en octubre de 2006, emprende una vista oficial a Pekín, en donde se entrevista con el jefe de estado chino, Hu Jintao, y el primer ministro Wen Jiabao.

Obviamente, la prensa japonesa aplaudió este cambio, pero también sorprendió a muchos de los críticos de Abe, ya que antes de tomar las riendas del país, él había mantenido una postura dura hacia China. Además, no había reconocido la legitimidad de los Juicios de Tokio; minimizaba las responsabilidades de Japón en su invasión hacia Asia; negaba la existencia del problema de las mujeres coreanas que fueron convertidas en esclavas sexuales de los militares japoneses; y abogaba por la continuidad de las visitas a Yasukuni.

¿Por qué se da este giro? Las razones de esta cambio se deben a un simple pragmatismo de Abe, quién necesita una relación “madura” con China para emprender los cambios internos y enfrentar a Norcorea. Independientemente de las causas, este viraje ha permitido reestablecer el diálogo y emprender reuniones de alto nivel. Obviamente, el mérito no sólo es de Abe. China también ha respondido correctamente. Prueba de esto fue la visita que realizó el primer ministro Wen a Japón en este mes, en donde el mandatario emprendió un discurso ante los miembros de la Dieta (es el primer jefe de gobierno chino en hacer esto).

Las autoridades japonesas agradecieron el gesto de confianza, pero mantuvieron sus suspicacias, ya que esperaban un discurso crítico, el cual sería trasmitido en vivo hacia toda China. Pero Wen sorprendió a todos. A pesar de resaltar el pasado expansionista de Japón, reconoció los esfuerzos públicos de las autoridades japonesas de manifestar un arrepentimiento por sus errores del pasado.

Ante esta actitud adulta y madura, los analistas japonesas consideraron que era una clara medida para evitar que Abe se salga de su postura prudente. También resaltaron que era un gesto de cordialidad para darle un poco de oxígeno a los reclamos japoneses hacia Norcorea. Finalmente, muchos señalaron que era una estrategia con fines económicos para mantener el flujo comercial.

Sin embargo, hay que resaltar que no todas las voces fueron de júbilo. Para muchos todo fue un montaje, ya que mientras el gobierno chino siga controlando la información en China, el sentimiento anti-japonés seguirá propagándose. Inclusive, hay sectores que afirman que, si China sigue con su política de difamación; el gobierno japonés tendrá que tomar medidas más severas como boicotear las Olimpiadas de Pekín.

A guisa de conclusión, por ahora, no hay respuestas definitivas sobre lo que le deparará a las relaciones Chino-Japonesas, pero no cabe duda que por ahora van por un buen camino y esperemos que mejoren por el bien del Asia-Pacífico.

4/18/2007

Ishihara y el futuro de Tokio

(Artículo publicado el 17 de abril de 2007, en Diario Monitor)

El pasado 8 de abril se llevaron acabo diversos comicios para renovar numerosas legislaciones locales, así como 13 gubernaturas, incluida la de Tokio. Como era de esperarse, los medios más importantes cubrieron las elecciones. La razón de este interés radicó, obviamente, en la importancia que tienen los comicios para sus localidades, pero también porque eran la antesala de las próximas elecciones nacionales (programadas para el verano de este año) en donde se pondrán a prueba, el liderazgo del primer ministro Shinzo Abe, quien en los últimos meses ha mantenido un declive en sus índices de apoyo. En este sentido, antes de las elecciones, la prensa estimaba que habría cambios.

Empero, para desgracia de las expectativas, las elecciones no provocaron una transmutación trascendental. Ahora bien, esto no implica que la política local haya quedado intacta. Hubieron algunos datos relevantes. Primero, el oficialista Partido Liberal Demócrata (PLD) tuvo un declive y la primera oposición, el Partido Demócrata Japonés (PDJ) logró un aumento modesto. Segundo, la participación ciudadana decreció y el número de electores sin identificación partidista creció abruptamente. Finalmente, pese a sus escándalos políticos, Shintaro Ishihara logró reelegirse como gobernador de Tokio.

De esta manera, los comicios pasados dejaron varios temas que analizar. Sin embargo, en esta ocasión quisiera concentrarme sólo en uno: las elecciones de Tokio, en donde Ishihara venció con mucha ventaja a su principal contendiente, Shiro Asano (ex gobernador de la prefectura de Miyagi), quien tuvo el apoyo de las fuerzas progresistas y el PDJ.

¿Por qué ganó con tanta facilidad? Las razones son simples: pese a sus grandes logros en su gestión en Miyagi, que incluían un generoso estado de bienestar y una política de apertura de la información gubernamental; Asano no tenía la popularidad de Ishihara. Pero, ¿qué tiene este último? Veamos algunos datos relevantes.

Desde joven, Ishihara se interesa en la política, pero después de algunos fracasos personales, decide concentrarse en la literatura. Así, a los 23 años, siendo aún estudiante universitario, publica la novela Las Estaciones del Sol, la cual gana en 1956 el Premio Akutagawa. De este modo, comienza a volverse en una personalidad pública y en las elecciones nacionales de 1968 decide afiliarse al PLD, ganado un curul. Así, a partir de los años 70, se vuelve en una de las figuras más reconocidas de las facciones nacionalista, mostrando un fuerte sentimiento antiestadounidense y una postura poco amigable hacia China.

Ahora bien, pese a su gran popularidad, muchas de sus posturas nacionalistas lo alejarían de los círculos de poder, trayéndole una carrera política poco exitosa dentro del PLD. Por ejemplo, en 1975 pierde en los comicios gubernamentales de Tokio y en 1989 obtiene de nuevo descalabro en las elecciones presidenciales del PLD. Finalmente, desilusionado, en 1995 deja la política, pero en 1999, bajo un claro declive de los progresistas, se postula como candidato independiente en las elecciones gubernamentales de Tokio, logrando un triunfo inesperado. Así, a partir de esa fecha Ishihara toma las riendas de la gran metrópoli.

Por lo que toca a su gestión, influenciada por su personalidad arrogante, ha dejado una clara huella conservadora, un excesivo nacionalismo y una marcada xenofobia. Prueba de esto, son las continuas críticas que hace hacia los extranjeros, tachándolos como la principal fuentes del crimen. También sus constantes pleitos con los grupos feministas, así como su marcado odio hacia China son una clara muestra de esto.

Igualmente, ha tenido otras posturas polémicas como su reticencia a abrir la información gubernamental; su poco interés por promover políticas sociales; su interés de trasladar el viejo mercado de pescado, Tsukiji (el más importante del mundo) a una zona en donde existen residuos tóxicos; así como su frenético intento de hacer de Tokio la cede de las Olimpiadas de 2016. Ahora bien, no implica que en todas sus políticas sea radicales. Por ejemplo, su política para reducir los contaminantes es un gran logro, pero ésta y otras se ven siempre opacadas por su nacionalismo.

¿Qué le depara entonces a Tokio en los siguientes 4 años? La continuidad de la actual administración deja dos problemas. La primera es la consolidación de un conservadurismo “peligroso” en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, mientras que el segundo es la aplicación de políticas públicas restrictivas que sólo permitirán a las clases altas un acceso a los servicios médicos, condenando a numerosos ancianos a vivir en la miseria.

4/11/2007

El fenómeno Matsuzaka

(artículo publicado en Diario Monitor, 10 de abril de 2007)

El pasado 5 de abril, el lanzador de las Medias Rojas de Boston, Daisuke Matsuzaka, hace su debut en las Grandes Ligas frente a los Reales de Kansas City, cosechando ahí su primer triunfo de la temporada. Este suceso captó la atención de millones japoneses, así como de los principales medios.

Pero ¿quién es Matsuzaka? Empecemos mencionando algunos datos recientes sobre él. Este jugador de 26 años, es el lanzador japonés mejor pagado de las Grandes Ligas. Justamente, en el otoño del año pasado, Boston desembolsó por él, la jugosa cantidad de 51 millones de dólares para que el equipo donde militaba lo dejara libre. Y, posteriormente, en diciembre le ofrece un contrato de 50 millones de dólares por 5 años, el cual no pudo rechazar.

Obviamente, en su momento, la prensa estadounidense cuestionó si realmente valía la pena gastar tanto dinero por él, pero el historial del “novato” avalaba esto. Primero, durante su etapa como amateur, Matsuzaka impuso varios récords. Por ejemplo, en los cuartos de final del Torneo Nacional de Preparatoria de 1998, el pitcher japonés lanzó durante 17 entradas y en la gran final no permitió a su rival embazarse ni producir una sola carrera.

Por lo que toca a su vida como profesional. En 1998 ingresa a las filas de los Leones de Seibu y en 1999 obtiene el título del novato del año. Además en los subsecuentes años, obtiene varios títulos, entre ellos el Galardón Sawamura (La versión japonesa del Cy Young). Finalmente, Matsuzaka también ha tenido una regular participación en la selección nacional. Así, en los juegos Olímpicos de Sydney y Atenas logra una actuación importante, así como en el primer Clásico Mundial de Béisbol. En este último torneo, logra el título del Jugador Más Valioso.

De este modo, podemos decir que Matsuzaka es un candidato potencial para volverse en una de las grandes estrellas de las Grandes Ligas. Ahora bien, después del partido, un detalle me llamó la atención. En su entrevista con la prensa, el lanzador manifiesta que con este debut, cumple uno de sus grandes sueños de la infancia: jugar en las Grandes Ligas.

Estas últimas declaraciones, me parecieron exageradas y creo que es sólo una forma para quedar bien con la prensa de Estados Unidos. Realmente es difícil pensar que Matsuzaka y cualquier japonés de su edad tuvieran un conocimiento real de lo que son las Grandes Ligas cuando era niños. Por qué digo esto. Cuando él era niño, ningún jugador japonés militaba en un equipo de las Grandes Ligas.

De hecho, desde que debutó Masanori Murakami (primer japonés que juega en las Grandes Ligas) en 1964, no se había dado un caso de un japonés que jugara profesionalmente en Estados Unidos. Finalmente, esta sequía se termina en 1995, cuando Hideo Nomo debuta con los Dodgers de Los Angeles, y a partir de esa fecha comienza un éxodo de jugadores japoneses, sobresaliendo la llegada de Ichiro Suzuki y Hideki Matsui a la Grandes Ligas.

Para no alargar más el asunto, podemos decir simplemente que Matsuzaka es un jugador más de la oleada que inicia Nomo en 1995. La pregunta obligada, entonces, es ¿por qué no se aventuraban a jugar los japoneses en Estados Unidos? Contestar esto es imposible en tan pocas líneas, pero podemos mencionar algunas razones.

El primer obstáculo para ir a Estados Unidos fue la paga. Los jugadores japoneses ganaban sumas jugosas y preferían quedarse en Japón, ya que no había garantía de que en Estados Unidos les pagaran lo mismo (algo similar a lo que les pasa a los jugadores de fútbol en México). Una segunda razón fueron las claras diferencias culturales y de idioma entre Japón y Estados Unidos, pero también la autosugestión errónea de muchos jugadores japoneses de que el nivel de juego entre las Grandes Ligas y la Liga Japonesa eran tan abismal, que no les iba a permitir una carrera trascendental en la mejor liga del mundo. Finalmente, aunque indirectamente, la falta de un interés por parte de los propios aficionados japoneses hacia las Grandes Ligas evitó que los jugadores salieran de Japón. De hecho, antes del aumento de la televisión de paga y los servicios de Internet, muy pocos tenían contacto con las Grandes Ligas.

El espacio se me termina y como palabras finales quisiera decir lo siguiente: desconozco cómo será el éxodo en el futuro. Probablemente implique en una fuga de talentos de la Liga Japonesa, pero creo que esta salida es benéfica, no sólo para los propios jugadores, sino también para las Grandes Ligas, ya que eso aumenten su pluralidad étnico-nacional y con esto el arrogante nombre de Serie Mundial, que tiene el Clásico de Otoño, tenga más sentido (a lo mejor nunca lo ha tenido).

4/03/2007

La política local en Japón

(Texto publicado en Diario Monitor, 3 de abril de 2007)

Hace un par de años tuve la oportunidad de entrevistar a Takahiro Yokomichi, diputado del Partido Demócrata Japonés (PDJ). Este partido, fundado en 1996, es actualmente la primera oposición y está conformado por tres grupos antagónicos: los socialistas, los movimientos ciudadanos y los neoconservadores escindidos del Partido Liberal Demócrata (PLD). En este sentido, tiene una historia muy similar al PRD, aunque en esencia son cosas distintas (probablemente lo que sí comparten es su incapacidad de ganar las elecciones claves).

Ahora bien, mi interés en esta charla fue descifrar las razones que llevaron a Yokomichi a dejar el Partido Socialista Japonés (PSJ) y unirse a un partido dominado por neoconservadores. Así, le pregunté qué motivo su salida en 1996. Después de pensarlo, me dijo: “yo me salí mucho antes de este partido… fue en 1983, cuando participé en las elecciones gubernamentales de Hokkaido (Prefectura ubicada el norte) y luego que termina mi gestión en 1995; algunos socialistas se acercaron para invitarme al partido, pero yo decidí no incorporarme”.

Esta respuesta no era necesariamente la que me interesaba saber, ya que mi curiosidad era saber los cambios políticos acontecidos en 1996. Al ver la sorpresa en mi cara, el Príncipe Socialista (como lo llamó la prensa en los años 70) me dijo:

“A lo mejor ustedes los extranjeros tienen una concepción muy fija de lo que es la política local. Tiene la idea de que sin partidos no ganan las elecciones, pero en Japón es diferente. No está estipulado, pero si uno quiere contener en las elecciones gubernamentales, la regla implícita es salirse del partido. No hay necesidad de seguir una línea partidista. Uno representa los intereses de la gente. Por eso muchos dejamos los partidos nacionales, aunque mantenemos el vínculo con nuestros aliados, pero también de otros grupos”.

Yokomichi tiene razón, viendo sus 12 años de gobierno, que implicaron 3 reelecciones, obtuvo el apoyo de muchas organizaciones. Inclusive, grupos empresariales ajenos al PSJ y varios agricultores (la principal clientela política del PLD) mantuvieron un apoyo hacia él. Esto explica por qué Yokomichi, a diferencia de otros socialistas, puedo tejer los lazos con los neoconservadores, mostrando que el pragmatismo es un instrumento útil.

Para no extender más el relato, basta decir que Yokomichi contestó con una gran amabilidad todas mis preguntas y su información fue de gran utilidad para mi investigación. Además, me permitió corregir mis graves imprecisiones que tenía sobre la política local japonesa. Siempre la consideré muy similar a la de México.

Pero ¿qué diferencias hay? La más clara, como dijo Yokomichi, es que no hay necesidad de pertenecer a un partido para poder contener. Esto no implica que éstos no sean trascendentales. En Japón, el apoyo de los partidos nacionales es importante, pero desde hace 30 años, el postularse como un candidato oficial de un partido no permite captar el voto de los indecisos. Por eso muchos políticos suelen aceptar sólo el apoyo “simbólico” de los partidos y no aceptan ser sus candidatos oficiales. Además, los propios partidos prefieren eso, ya que es costoso invertir en candidaturas que no pueden ganar y sólo dañan la imagen del partido. De hecho, actualmente los comunistas son los únicos que postula oficialmente a sus candidatos.

Así, en Japón, es común ver a un candidato que tiene el apoyo tanto del PLD como el PDJ. Lo anterior en México es muy raro y actualmente es impensable una alianza del PAN y el PRD. Además, no hay que olvidar que en nuestro país existen trabas institucionales. Para ser candidato uno necesita la nominación de un partido con registro oficial. De esta manera, pese a la existencia de un federalismo, la realidad es que en México la política del centro es la que suele dominar y numerosos grupos locales suelen ser aislados. Y en algunos casos, estos grupos no tienen otra opción que salirse como el caso de Ana Rosa Payán.

El espacio se me termina y para finalizar quisiera decir lo siguiente: la política local japonesa con todas sus peculiaridades nos enseña que la existencia de ataduras institucionales menos rígidas, aumenta las opciones políticas para los electores. Obviamente, esto tiene razones históricas, pero estriba también en la naturaleza de la transición democrática japonesa. A diferencia de la democratización mexicana (que fue muy lenta y siempre se aplicó desde arriba), en Japón la “consolidación” de la democracia representó un proceso “impuesto” , pero rápido en donde los partidos no fueron sólo los únicos actores de importancia.