3/27/2007

El pacifismo japonés: una breve reflexión

(Texto publicado en Diario Monitor, 27 de marzo de 2006)

Desde el fin de la guerra fría, periodistas extranjeros (mexicanos también) han advertido que Japón dejará pronto su pacifismo constitucional, consagrado en el artículo 9, y emprenderá un rearme imprudente. Otras voces igualmente, consideran que después de las pruebas nucleares norcoreanas; Japón emprenderá una innecesaria carrera nuclear. Todo esto como sabemos no ha ocurrido, pero ¿qué tan factible es que esto suceda en el futuro?

Desgraciadamente no hay respuestas definitivas. Es cierto que muchos miembros del gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) han abogado por una modificación de la cláusula pacifista, pero igualmente hay grupos que rechazan esto. Inclusive, aún dentro de los propios grupos que promueven el rearme, existe un importante número que no apoya las estrategias ofensivas y el desembolso de un gasto gubernamental mayor.

No es mi intención abogar por alguna de estas posturas. Cada una tiene una su razón histórica. Empero, es necesario señalar que lo que sostienen muchos miembros de la prensa es exagerado. Distorsionan por completo la historia del pacifismo japonés. Además, tratan de unir la reforma constitucional con el problema nuclear: un tema que la sociedad japonesa no puede tolerar debido a las experiencias de Hiroshima y Nagasaki. De este modo, quisiera hacer un breve recorrido histórico y señalar algunas razones que limitan un rearme “irresponsable” en el futuro.

Antes que todo, hay que señalar que el rearme no es un tema nuevo. Inicia desde el mismo día en que el Emperador Showa anuncia la rendición incondicional de Japón, pero su necesidad cambiaría según las necesidades de Estados Unidos y la propia elite japonesa. Así, en los primeros años de la ocupación, Washington considera prioritario detener cualquier intento de rearme. De esta manera, gracias a la cooperación de la burocracia imperial y el apoyo implícito de los grupos progresistas japoneses, Estados Unidos logra “imponer” la cláusula pacifista en la Constitución de 1947.

Sin embargo, de inmediato, los conservadores critican esta “imposición” y demandan al Primer Ministro conservador, Shigeru Yoshida (1948-1954), que modifique la constitución. Ante esto, la izquierda rechaza la reforma. Finalmente, al no tener el número de escaños necesarios para reformar la Constitución, los conservadores fracasan, quedando intacta la cláusula pacifista hasta nuestros días.

Esto no implicó, empero, que la amenaza del rearme desapareciera. De hecho, ante el inminente ascenso comunista en China, Estados Unidos presiona a Yoshida para que cree una fuerza militar. Esto, finalmente, lleva a la formación de las Fuerzas de Autodefensa: un “modesto” cuerpo militar defensivo que la constitución no reconoce. De este modo, pese a mantener una cláusula pacifista, en los años 50 Japón logra un modesto rearme.

Hasta ahora he mencionado el origen del pacifismo, pero ¿cuáles son las limitantes para un rearme futuro? La primera son las reglas institucionales. Para modificar cualquier artículo se necesita la aprobación del 66% de las dos Cámaras de la Dieta y pasar un referéndum. Así, para que el PLD pueda modificar la constitución necesita la cooperación de la oposición y esto se ve muy complicado.

Una segunda limitante es la propia sociedad japonesa. Si bien, la mayoría aboga por un cambio constitucional, no implica que todos quieran derogar la cláusula pacifista. Parece que existe aún un rechazo importante.

Un tercer factor son las necesidades económicas internas. En los años 90, Japón enfrentó una de las peores recesiones y tiene actualmente una deuda pública inmensa. Así, dentro de los propios ministerios económicos existe un rechazo de emprender un gasto mayor en cuestiones militares.

Un último factor son los intereses de Estados Unidos. Los estadounidenses aún mantienen un importante número de tropas en Japón y la reforma implicaría una modificación del destino de las bases. Esto ha hecho que existan dos posturas. Así, mientras que el Pentágono ve a la reforma como una medida buena para eliminar costos, el Departamento de Estado la considera como un lastre, ya que Estados Unidos perdería un poderoso instrumento de presión.

En suma, existen varios elementos que limitan un rearme. Además, aún en el caso que de reforma, podemos considerar que la naturaleza democrática de Japón, las necesidades económicas y los intereses de Washington pueden inhibir una estrategia imprudente (aunque no es una garantía). Independientemente de los puntos anteriores, es claro que los 60 años de vida del pacifismo japonés no han sido en vano ni una trivialidad.

3/20/2007

Seishi Yokomizo y la novela policíaca en Japón

(Texto publicado en Diario Monitor, 20 de marzo de 2007)

La lectura es una actividad cotidiana en Japón. Para constatar esto, basta con subirse a los trenes. Ahí, podemos encontrar a centenares de japoneses leyendo novelas. Esto no implica que todos lean textos de calidad. Para muchos críticos, la mayoría de las obras son productos “banales”. Independientemente de esto, nadie puede negar que el japonés lee mucho.

Ahora bien, dentro de este universo de obras literarias, la novela policíaca ha tenido un desarrollo sobresaliente. Cabe destacarse, que este gusto por este subgénero no responde a una cierta moda, sino que tiene orígenes “viejos”. Las primeras novelas detectivescas japonesas aparecen en la última de la década del siglo XIX y están influenciados por los trabajos de Edgar Allan Poe, Maurice Leblanc y Arthur Conan Doyle. Posteriormente, una nueva generación de escritores comienza a desarrollar sus propias ideas y empieza una mayor difusión. Así, antes de la devastadora Guerra del Pacífico, las novelas detectivescas logran una posición importante dentro del mercado literario. Sin embargo, muchas de las obras no fueron recibidas con agrado por las autoridades imperiales, ya que manifestaban una crítica social. Finalmente, los militares deciden destruir la imprentas que publicaban las novelas policíacas, trayendo una etapa de censura y persecución.

Empero, este hostigamiento termina en 1945, después de la humillante derrota de Japón. Así, las novelas policíacas recuperan los espacios perdidos y en 1946 aparece la Asociación de Escritores de Misterio. Esta organización comienza a incentivar la publicación de nuevas obras y a partir de 1948, sus autoridades deciden otorgar premios anuales. Desgraciadamente, muchos de los galardonados son desconocidos en México y en otras latitudes, pero podemos destacar algunos: Seishi Yokomizo (1948), Ranpo Edogawa (1953), Kyotaro Nishimura (1981), Arimasa Osawa (1991), Miyuki Miyabe (1992) y Natsuhiko Kyogoku (1996).

Ahora bien, dentro de estos escritores, Yokomizo (1902-1981) es un escritor interesante, ya que sus obras logra resumir de manera brillante el Japón de los años 20 hasta los 60 (etapa en donde este país deja el autoritarismo fascista y comienza una nueva etapa democrática). Analicemos brevemente su trayectoria.

Por lo que toca a la vida personal de Yokomizo, después de laborar en una editorial en 1932, comienza a publicar sus primeros textos, pero es víctima de la censura. Finalmente, con la llegada de la democracia, logra que sus obras se publiquen y en 1948, con la obra, El Asesinato de Honjin (1946), obtiene el premio de la Asociación de Escritores de Misterio. A partir de esa fecha, escribe más de 50 novelas. Las más famosas son El pueblo de las 8 tumbas (1951) y El Clan Inugami (1951) que han sido llevadas a la pantalla grande.

Por lo que respecta al contenido de sus obras, en todas, Yokomizo narra las aventuras de Kosuke Kindaiichi, un detective privado tartamudo (en ocasiones) de pelo largo y seboso, quien resuelve numerosos asesinatos (que ocurren siempre dentro de la sociedad aristocrática que pierde sus privilegios después de la guerra). Sin embargo, esto no es lo único que caracteriza al detective. Kindaiichi es un individuo que viste siempre un hakama (kimono), dándole un aspecto totalmente anacrónico. Además, tiene un extraño historial. Trabajó en los plantíos de California; fue adicto a la heroína; y luchó contra las fuerzas estadounidenses en el sudeste de Asia, durante la Guerra del Pacífico.

A guisa de conclusión, podemos ver que la novela policíaca ocupa un lugar importante dentro de la narrativa japonesa y pese a la censura logró mantenerse. Un ejemplo claro es Yokomizo Ahora bien, este auge no es una característica de Japón, sino que es un fenómeno común dentro de los países “desarrollados”. La pregunta es que si existe esta difusión en el mundo hispano parlante. Mi conocimiento sobre la literatura no es amplio, pero creo que no existen autores de novelas detectivescas de alto renombre como Yokomizo.

¿Por qué sucede esto? Creo que esto responde entre otras cosas al apogeo de otras corrientes literarias como el Realismo mágico, que son ajenas a los temas que envuelven a las novelas policíacas. De igual manera, la falta de un público mayor (por las deficiencias educativas y las desigualdades sociales) hace que este subgénero no logre una aceptación mayor. Finalmente, la falta de un estado de derecho en América Latina es una razón importante. La poca credibilidad de los cuerpos policíacos inhiben por completo el trama de cualquier novela detectivesca. Digámoslo así: son de nuevo las “trampas de la modernidad” las causantes.

3/13/2007

La ignorancia y los programas de concursos

(Texto publicado en Diario Monitor, 13 de marzo de 2006)

En el episodio de Los Simpsons, Thirty Minutes Over Tokio (Temporada 10, 1999), Homero Simpson y su familia visitan Japón y como siempre el gordito simpaticón hace de las suyas. Así, termina luchando en la arena de sumo, logrando un triunfo inesperado. Sin embargo, cuando el Emperador quiere felicitarlo, Homero “erróneamente” lanza al monarca y termina en la cárcel. Para no extender más el relato, basta decir que la familia se queda sin dinero y terminan participando en un concurso de preguntas, consiguiendo, finalmente, ahí los boletos para regresar a Springfiled.

Como dato trivial, este episodio nunca se transmitió en Japón. La razón fue que la empresa de televisión de paga (Wowow), que transmitía Los Simpsons, consideró que su contenido podría provocar una reacción “violenta” de la ultraderecha. Igualmente, los productores de Wowow no vieron propicio la parodia de Matt Groening. En el episodio, se muestra un Japón exótico en donde cohabitan la tecnología y la tradición milenaria. Igualmente, existe una burla hacia la cultura popular de la posguerra y muestra algunas facetas grotescas de aquel “capitalismo japonés”, que hizo a temblar a la economía estadounidense en los años 80.

Ahora bien, dentro de esta parodia, hay una frase que me llamó la atención. Cuando Homero participa en el concurso de preguntas, el conductor japonés le dice lo siguiente: señor Simpson, en Japón no premiamos el conocimiento, sino que castigamos la “ignorancia”. ¿Por qué traigo a colación esta frase? Justamente, es la imagen que cualquier persona ajena a Japón, es decir “nosotros” los extranjeros tenemos de los programas de concursos japoneses.

Por cierto, ¿esta postura hacia la “ignorancia” es algo peculiar? Haciendo un poco de memoria, nos daremos cuenta de que en los programas estadounidenses y británicos, base primordial de los programas de concurso mexicanos; no se observan ningún tipo de castigo corporal. Igualmente, en los programas de producción nacional como el que transmitió en su momento el canal del IPN, A la Cachi Cachi Porra, no se observa una postura abierta por resaltar la “ignorancia”.

Entonces, ¿por qué en Japón existe se castigar corporalmente la “ignorancia”? Sin duda, es la pregunta de los 64 Millones, pero intentemos responderla. Creo, con temor a equivocarme, que es el lugar especial que ocupa la educación en la sociedad japonesa, lo que explica esto. Como es conocido, los niños y jóvenes japoneses dedican mucha parte de su vida al estudio, más que sus contrapartes europeas. Así, según los cánones de la sociedad de la posguerra, la meta de cualquier niño o niña es adquirir el conocimiento necesario para entrar a las mejores universidades y con esto lograr un buen trabajo, garantizando así su futuro.

Justamente, esta importancia de la educación y su alto nivel en Japón ha hecho que muchos japoneses consideren la existencia, errónea, de un conocimiento general “mínimo” en los miembros de sus sociedad. Así, cualquiera que esté debajo de esta línea imaginaria, es tachado de “ignorante” y susceptible a la burla. Un ejemplo claro son los programas de concurso. Obviamente, hacer este tipo de diferenciaciones en sociedades más desiguales y con bajos índices educativos como México, sería motivo de repudio.

Sin embargo, los mitos de la alta educación japonesa se ha ido deteriorando en los últimos años. Según estudios del propio gobierno, muchos alumnos no tienen un conocimiento mínimo. De igual manera, pese a que el gobierno japonés dedique una importante cantidad hacia la ciencia, en los últimos años, el gasto que destina Tokio a la educación es bajo. De hecho, es casi el 3.6% del PIB, cifra inferior a los 5.3% que destina México. Esto implica que la educación en Japón depende totalmente de los ingresos de los padres.

Ahora bien, regresando al tema de los concursos de preguntas, quisiera señalar algo importante y que no se resalta muchas veces. La gente que participa en este tipo de programas no son personas ordinarias. Son artistas, cómicos, cantantes, modelos y no personas “normales” como Homero Simpson. Todo es un show.

Para finalizar, desconozco si el público japonés realmente se divierte viendo este tipo de programas de concurso, pero por su alta propensión a mostrar castigos corporales, creo que muchos son desagradables. Empero, si lo vemos de un lado positivo (no sé si se pueda), la transformación de la “ignorancia” como un entretenimiento es producto probablemente de un sistema educativo “eficaz”, bajo un esquema de igualdad de oportunidades mayor que el de muchos países… Pero no le echemos más flores a algo que es una trivialidad y una frivolidad.

3/06/2007

El adelanto tecnológico en Japón

(Texto publicado en Diario Monitor, 6 de marzo de 2007)

Una de las constantes preguntas que me hacen en México es la siguiente: ¿qué nuevos adelantos tecnológicos se han desarrollado en Japón? Sin duda, es una interrogante inevitable. Para muchos, esta nación es el sinónimo de lo ultramoderno. Ahora bien, responder esta pregunta no es tan fácil. La verdad es que en un mundo tan “globalizado” como el actual, es irrelevante lo que uno pueda contestar como testigo ocular en Japón.

Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Es realmente Japón un país ultramoderno? Parece que no, por lo menos para muchos de mis conocidos latinoamericanos, que están haciendo sus estudios de posgrado en las mejores universidades. Algunos, inclusive, me han comentado que el nivel de los estudiantes japoneses es bajo y eso hace que muchas investigaciones se atrofien.

Como lo señalaron Bruno Latour y Steve Woolgar, en su libro, Laboratory Life: The Construction of Scientific Facts, la ciencia, pese a su marcada relación con la lógica (esto no implica que sea la “verdad”) es una realidad socialmente construida por entes que sienten envidía dentro del labaratorio y están pendientes del resultado de su equipo de fútbol favorito.

Pero retomando los comentarios de mis camaradas, creo que son algo contradictorios. Si realmente es tan bajo el nivel, ¿por qué muchos de ellos han obtenido varios premios Nobel? Invirtiendo la pregunta, ¿por qué en América Latina no existe un adelanto similar? Responder esto nos llevaría decenas de cuartillas y a exaltar nacionalismo innecesarios, pero creo que la diferencia crucial está en el lugar privilegiado que tiene la ciencia para el gobierno japonés. De igual manera, otro punto nodal es el vínculo que existe entre la tecnología y la sociedad. ¿Qué es lo que quiero decir? Los centros educativos, pese a no ser los grandes ateneos, han logrado que sus adelantos tecnológicos puedan ser utilizados dentro de la sociedad, ya sea en forma de servicios o bien en productos comerciales. Y sin duda un ejemplo claro son las tiendas de autoservicio abiertas las 24 horas llamadas konbini (en México creo que es Oxxo el mayor consorcio).

Culminemos pues esta cavilación hablando un poco sobre estas tiendas. Los konbini son establecimientos pequeños ubicados en varios puntos de las zonas urbanas. El primer establecimiento aparece en 1969 y a partir de esa fecha su cantidad ha aumentado exponencialmente. Actualmente, existen varias cadenas de cobertura nacional como Lawson y Family Mart, aunque la que de mayor ganancia es el 7 Eleven. Asimismo, existen cadenas locales.

Por lo que respecta a los servicios que ofrecen los konbinis, al igual que sus contrapartes mexicanas, venden comida, refrescos, cigarros y cervezas. Pero también brindan otro tipo de servicios como la venta de revistas, comics y productos de papelería. De igual manera, ofrecen ropa íntima, cosméticos y otros productos de uso cotidiano. Asimismo, venden películas, juegos para las consolas electrónicas y pilas. Cabe advertir que el precio de los productos que ofrecen, suelen ser más altos que los supermercados, pero el precio del alcohol y los cigarros se mantiene estable las 24 horas.

Empero, esto no es todo. En los konbinis uno puede pagar todos los servicios públicos (luz, teléfono, etc.). También hay cajeros automáticos para sacar dinero y se pueden pedir libros por Internet y recogerlos ahí. De igual manera, existe el autoservicio de fotocopiado, el revelado de fotos y tintorería. Asimismo, uno puede reservar los boletos de eventos y conciertos, así como mandar desde los konbinis paquetes a todo Japón (normalmente tardan 2 días en llegar).

Probablemente, se estará preguntando qué tiene que ver todo esto con la tecnología. Todos estos servicios son posibles gracias a la existencia de aparatos que logran trasmitir rápidamente los datos (la mayoría funciona bien). También responden a un flujo rápido de los sistemas de comunicación. Pero no todos es tecnología. Existe un elemento indispensable para el éxito de cualquier tienda que abre las 24 horas: la seguridad. Los bajos índices de asaltos en Japón hacen que los konbinis puedan maximizar sus servicios, algo que México no es posible hoy en día.

A guisa de conclusión, quisiera finalizar diciendo lo siguiente: medir el adelanto tecnológico es una empresa difícil, pero no todo se tiene que reducir al número de éxitos científicos o a la proliferación de aparatos de música digital. Es justamente, el uso cotidiano de la tecnología lo que permite aseverar que un país está más “tecnificado” que otro. Y detrás de eso, está inevitablemente, las trampas de la modernidad y la necesidad de llevar acabo una buena ingeniería social y política.