9/19/2008

El cambio político en Japón (segunda parte)

En la pasada cavilación, vimos las causas de la dimisión del primer ministro Yasuo Fukuda (2007-actualmente). El problema que sigue ahora es esbozar quién será su sustituto, pero ante de hacerlo vale la pena hacer un breve recuento de las formas como se eligen a los primeros ministros en Japón.

Empecemos diciendo lo siguiente: Japón es un sistema parlamentario y a diferencia del sistema presidencial mexicano en el cual el jefe del ejecutivo es elegido por el voto directo de los ciudadanos, el primer ministro lo eligen los diputados de la Dieta, quienes son escogidos por el sufragio popular. Este órgano gubernamental está formado por dos Cámaras —la Baja y la Alta— y en ambas sus diputados votan; pero en términos constitucionales son los votos de los legisladores de la primera los que definen quién será el jefe del ejecutivo. Dicho en otros términos, el partido con más diputaciones en la Cámara Baja es el que determina la elección del primer ministro y no importa mucho si la oposición tiene la mayoría en la Cámara Alta, como sucede ahora.

Pero cuándo los diputados deciden el cambio de mandos. En términos generales, lo deciden después de una elección general; por lo que si el partido oficial pierde la mayoría en los comicios de la Cámara Baja y una fuerza de oposición logra transformarse en la primera fuerza su líder se vuelve en el siguiente primer ministro. Sin embargo, esto no ha sucedido, hasta la fecha no se puede hablar de la existencia de una real alternancia de poder en Japón, ya que las fuerzas conservadoras han dominado el espacio electoral.

Entonces, cómo se de el cambio de mandos. La “alternancia” se da cuando el presidente del oficialista Partido Liberal Demócrata (PLD) deja su cargo y se lo transfiere a un miembro de su partido o bien convoca a una elección interna. Independientemente del método que se use, quien logra convertirse en el presidente del partido conservador se vuelve automáticamente en el primer ministro, ya que el PLD siempre ha ostentado la mayoría en la Cámara Baja; pero, qué motiva, entonces, al presidente en turno dejar su cargo.

Hay varias razones. Primero, los que han durado más tiempo en el poder, como Eisaku Sato (1964-1972), Yasuhiro Nakasone (1982-1987) y Jun’ichiro Koizumi (2001-2006), han dejado voluntariamente el cargo, ya que han logrado consumar sus proyectos políticos. Otros como Ryutaro Hashimoto (1996-1998) y Takeo Miki (1974-1976) han tenido que renunciar después de perder importantes escaños en una elección nacional. Igualmente, otros como Yoshiro Mori (2000-2001) y Shinzo Abe (2006-2007) han dejado el poder por sus ineficientes gestiones. En esta categoría podemos poner al primer ministro Fukuda. Por otro lado, algunos como Kakuei Tanaka (1972-1974) y Sosuke Uno (1989) han dejado el poder después de que la presa sacó a la luz pública sus escándalos.

Cabe destacar dos cuestiones curiosas. En la larga historia del dominio del PLD, sólo dos mandatarios han fallecido en el cargo, Masayoshi Ohira (1978-1980) y Keizo Obuchi (1998-200), mientras que sólo uno, Takeo Fukuda (1976-1978), padre del actual Primer Ministro, ha perdido una elección interna siendo el presidente en turno.

En suma, hay distintas razones que explican la dimisión de un primer ministro. Además, hay que destacar que no siempre se llevan acabo las elecciones internas. Todo depende de los momentos políticos; pero en el caso particular de la renuncia de Fukuda no será el caso. En su discurso de dimisión, el Primer Ministro anunció la realización de elecciones internas y pidió a los mandos del PLD que realizaran unas elecciones ejemplares que permitan sobrepasar la crisis que vive Japón (más bien dicho su partido). De este modo, el próximo 22 de septiembre se realizarán las elecciones internas y quien resulte ganador será el siguiente primer ministro, además de que tendrá que convocar a comicios anticipados en las siguientes semanas.

Por ahora se han postulado cinco candidatos con perfiles distintos: Taro Aso, secretario general del PLD, Kaoru Yosano, Ministro de Finanzas y Políticas Económicas, Yuriko Koike, ex ministra de Defensa, Shigeru Ishiba, ex ministro de Defensa, y Nobuteru Ishihara, ex ministro de Caminos y Transportes. ¿Quién será el afortunado en dirigir las riendas del PLD? Si no pasa nada extraordinario, el ganador será Aso; pero quién es él y qué implicaciones traerá para Japón su llegada, lo analizaremos en la cavilación de la semana siguiente.

9/09/2008

El cambio política en Japón (primera parte)

(Artículo publicado en Diario Monitor, el 9 de septiembre de 2008)

El pasado lunes, 1 de septiembre, el primer ministro Yasuo Fukuda (2007-actualmente) convoca a una conferencia de prensa. Ahí, anuncia su dimisión y señala que para lograr las reformas que requiere Japón, es necesario la llegada de un nuevo líder y que ha decidido aprovechar que la Dieta no está en sesiones para acelerarla. De este modo, por segunda vez consecutiva, un mandatario renuncia a su cargo en Japón, lo cual agudiza más la crisis que vive el oficialista Partido Liberal Demócrata (PLD) —organización conservadora que ha llevado las riendas desde la década de los cincuenta— desde que el popular Jun’ichiro Koizumi (2001-2006) dejó el poder.

¿Cómo recibieron los japoneses esta noticia? Los grupos más críticos de la administración de Fukuda recibieron con alegría las palabras del Primer Ministro, pero para la mayoría de los japoneses, su renuncia los dejó anonadados. No había una razón clara que pudieran incentivar una medida tan drástica. Además, era una decisión irresponsable, ya que apenas en agosto el mandatario había cambiado a los miembros de su gabinete.

Pero ¿por qué renunció Fukuda? Desde una visión particular, es difícil saber las razones exactas, en especial por qué lo hizo después de cambiar su gabinete; pero desde una óptica general la renuncia tiene una explicación “simple”: es producto de una aguda crisis de legitimidad que enfrenta el PLD y de los fracasos de sus políticas sociales, así como de la falta de líderes carismáticos que puedan llenar el vació que dejó Koizumi y su populismo de derecha. Sin embargo, Fukuda tiene otra explicación.

En su discurso de dimisión, el Primer Ministro resalta que la principal causa que debilitó a su administración fue la situación de “gobierno dividido” que vive actualmente Japón; pero recalca enfáticamente que la mayor parte de la responsabilidad la tuvo la primera oposición: el Partido Demócrata Japonés (PDJ), el cual tiene un dominio de la Cámara Alta de la Dieta desde el 2006.

De acuerdo a Fukuda, el líder demócrata Ichiro Ozawa se ha negado a cooperar con su partido y sin esta cooperación es imposible hacer frente a los problemas que aquejan actualmente a Japón; pero muchos especialistas consideraron que las palabras del Primer Ministro son simples “patadas de ahogado”. Es cierto que el PDJ no ha cooperado plenamente con el PLD, pero ningún partido lo hace si no recibe nada a cambio. Además, cabe resaltar que muchos de los argumentos de los demócratas son propuestas válidas y algunas están encaminados a contener y a corregir los abusos de poder que han establecido los conservadores desde los años cincuenta.

De hecho, por donde se le vea, la mayor parte de la responsabilidad es de Fukuda y el PLD. El Primer Ministro no hizo nada para evitar que los miembros de su partido boicotearan las propuestas de los demócratas y desincentivaran la cooperación. Asimismo, utilizó la inmensa mayoría de curules que ostenta su partido en la Cámara Baja (66%) para imponer leyes, como un impopular impuesto a la gasolina y el establecimiento de un nuevo sistema de seguro social que los condena a muchas personas de la Tercera Edad a vivir en miserables condiciones. Finalmente, Fukuda fue incapaz de solucionar los problemas de negligencia, que han prevalecido en el Departamento de Seguro Social, así como los escándalo de enriquecimiento ilícito de varios funcionarios del Ministerio de Defensa. Para no extender más la cavilación, basta decir nada más que, si de responsabilidades se trata, la de Fukuda y el PLD, supera a la de la oposición.

Como palabras finales, es preciso señalar que mientras siga prevaleciendo una situación de “gobierno dividido”, un simple cambio de mandos no traerá un resultado favorable, como lo piensa el Primer Ministro. La verdadera solución está en el establecimiento de compromisos y en esta negociación se tendrían que sentar todas las fuerzas políticas y establecer unas reglas de convivencia que incentiven la cooperación. Sin embargo, eso no se ha logrado desde el 2006 y es muy improbable que se dé con el nuevo gobierno. De esto modo, no hay otro camino que convocar a elecciones y preguntarle a la ciudadanía qué opción quieren: una situación de “gobierno dividido”, en donde siga gobernado el PLD o una en donde ambos cuerpos legislativos los controle el PDJ.

Las encuestas muestran un escenario favorable para la alternancia, pero aún falta un largo trecho para las elecciones. Primero el PLD tendrá que definirá quién será su presidente, lo cual puede camiar el rumbo de los siguientes comicios. La pregunta obligatoria es quién será el sustituto de Fukuda. En la siguiente cavilación lo analizaremos.

9/02/2008

Las Olimpiadas de Tokio

(Artículo publicado en Diario Monitor el 2 de septiembre de 2008)

En la parte final de la cavilación pasada señalé que Tokio tiene amplias posibilidades de volverse en la sede de los Juegos Olímpicos de 2016. En caso de concretarse esto, la capital japonesa albergaría por segunda ocasión unas Olimpiadas y con esto Japón obtendría una oportunidad única para impulsar su economía como lo hizo China en los pasados Juegos de Pekín. Por esta razón y aprovechando el momento olímpico, quisiera emprender una reflexión sobre este tema. Empecemos, mencionando cómo inició la candidatura.

En los finales del 2005, un grupo de empresarios, políticos y urbanistas presentan a la opinión pública un proyecto que busca promover la candidatura de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos de 2016. De inmediato, los medios deciden cubrir la noticia, pero la gran mayoría concluye que es una propuesta trillada, ya que no había recursos para financiar un proyecto de esa magnitud. Empero, los miembros del Comité Organizador deciden no dar marcha atrás a su proyecto y logran el apoyo del derechista gobernador Shintaro Ishihara.

Esto resulta un gran avanece, pero, el proyecto olímpico se topa de inmediato con la negativa de los partidos de oposición locales, ya que la realización de los Juegos implicaría un alto costo para los habitantes de Tokio, además de desatar daños ecológicos irreparables. Esta situación implica un nuevo revés, pero el Gobernador no claudica y decide colocar a la justa veraniega como la bandera de su campaña electoral para los comicios gubernamentales de 2007.

Después de una larga campaña, Ishihara gana las elecciones, oficializándose así la candidatura de Tokio. Empero, dentro de Japón muchos grupos siguieron manteniendo una fuerte crítica hacia la realización de la Olimpiada. Además en los mismo meses Fukuoka (la ciudad más importante del sur de Japón) decide postularse también como sede olímpica, desatándose una batalla entre ambas ciudades. Finalmente, en agosto de 2007 el Comité Olímpico Japonés decide elegir a Tokio como la ciudad que apoyará y en septiembre del mismo año, junto con otras seis ciudades (Chicago, Río de Janeiro, Madrid, Bakú, Doha Praga), la capital japonesa oficializa frente al Comité Olímpico Internacional (COI) su intención de ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2016.

Empero, los medios japoneses siguieron mostrando su desacuerdo. Para muchos, era innecesario gastar un dinero excesivo en unas Olimpiadas. Además, señalaron que era muy improbable que el COI apoyara la realización de unos Juegos en Asia-Pacífico después de Pekín.

Ante estas criticas, Ishihara decide emprender una gran campaña mediática en donde expone ante la opinión pública las bondades de su proyecto, la “Olimpiada Compacta”, cuya principal característica era aprovechar la infraestructura heredada de las Olimpiadas de 1964. De este modo, sólo se construiría un nuevo Estadio Olímpico, evitándose un gasto excesivo y un deterioro ecológico y los Juegos se realizaría en un radio de 8 kilómetros cuadrados. Además, dado los bajos índices de criminalidad que existen en Tokio, la seguridad de los turistas que visiten en ese tiempo la capital japonesa estaría asegurada.

Frente a esta maniobra, la oposición decide contrarrestar la campaña mediática por medio de desplegados en varios periódicos, argumentando que el proyecto no contemplana otros gastos y exigen su anulación, pero para su sorpresa, los medios comienzan a apoyar la propuesta del Gobernado, lo cual implicó un gran triunfo para Ishihara. Finalmente en junio de 2008, Tokio logra pasar de manera apabullante la primera ronda y junto con Chicago se perfila como una de las sedes con mayores posibilidades (las otras dos candidatas son Río de Janeiro y Madrid). Esto trajo una reconciliación de Ishihara con los medios, lo cual hace que Japón esté unido para lograr el gran objetivo.

A guisa de conclusión, Ishihara y el Comité de Promoción de la Olimpiada de Tokio han superado el primer obstáculo, pero creo que aún no es tiempo de cantar victoria. Si bien, la propuesta de una “Olimpiada Compacta” puede lograr un apoyo de distintos sectores tanto de Japón como del extranjero, esto no puede materializarse sin el apoyo de la mayoría de los miembros del COI, en especial de los países africanos y asiáticos. Es ahí donde está el gran reto. Sin los votos de estas naciones es imposible pensar que gane Tokio y dado que los últimos años Japón ha perdido presencia en esas regiones, no se puede descartar un gran descalabro. De este modo, Chicago parece perfilarse como la sede ganadora, pero aún falta mucho. Todo se definirá en octubre de 2009, cuando el COI dé su veredicto.