10/16/2007

La cultura japonesa y sus demonios

(Artículo publicado en Diario Monitor el 16 de octubre de 2007)

“Japón es un país único”. Esta frase simple, pero, al mismo tiempo, arrogante ha sido un elemento vital del Nihonjin-ron: “ideología” que suelen usar muchos japoneses (y extranjeros) para explicar por qué la modernización de Japón ha sido distinta (o superior) a la que ha ocurrido en “Occidente” (Europa y Estados Unidos), así como para justificar la supremacía japonesa frente a los otros países asiáticos. Sin embargo, muchos de estas explicaciones carecen de sustento histórico y no son análisis comparados serios. Dicho de una manera más burda, el Nihonjin-ron representa un “fundamentalismo barato”.

Por tal motivo, los estudiosos más críticos han sostenido que es difícil hablar de una unicidad cultural. Inclusive, los más radicales señalan que la nación japonesa, como concepto cultural, no tiene más de dos siglos. Empero esta percepción es errónea. Como lo ha sostenido el historiador Yoshihiko Amino, la evidencia documental es clara: desde el año 689 los habitantes del archipiélago (por lo menos la elite) han denominado a este conjunto de islas como “Japón”, diferenciándose claramente de los otros “países” de la región.

Ahora bien, paralelamente a esta idea de la unicidad cultural, existe un elemento contradictorio que ha moldeado la identidad japonesa moderna. Me estoy refiriendo a la presencia de Estados Unidos como un “intruso cultural”. De hecho, no es la primera vez que una cultura extranjera “cohabita” con la japonesa. Por ejemplo, en el pasado, China, Corea, Portugal y Holanda cambiaron, en gran medida, la fisonomía de Japón. Sin embargo, ninguno de estos países ha superado la presencia que tiene hoy en día Estados Unidos. Hay que recordar que este país ha sido el único que ha logrado dominar militarmente a Japón.

Por está razón, este tema del “intruso” ha ocupado un espacio de reflexión continuo en diversos espacios y dentro de esta gama de “literatura”, una obra que ha llamado mi atención, es el nuevo libro de la dupla cómica Bakusho Mondai, El Sol y el Arroz (Nichi to Kome). En esta obra, Hikari Ota y Yuji Tanaka se “burlan”, específicamente, de la “trágica” y “humillante”, pero “especial” relación bilateral entre Japón (Nichi=Sol) y Estados Unidos (Kome=Arroz). Y para hacerlo, recurren al Manzai: un género cómico que se basa en un continuo diálogo entre el Boke (la parte que está encargada de decir los chistes y alejar al diálogo de la realidad), interpretado por Ota, y el Tsukkomi (encargado de centrar el diálogo en la realidad y servir como la antitesis de la parte cómica), interpretado por Tanaka.

Cabe destacarse que no es la primera vez que esta dupla emprende este ejercicio. Desde su debut en 1988, se han dedicado a mofarse de los eventos históricos, así como de los diversos “héroes” de la historia japonesa. Inclusive, se han burlado de un tema espinosos que son las guerras que ha participado Japón en su historia moderna. Pero, regresando el argumento al libro El Sol y el Arroz; en esta obra, Bakusho Mondai retoman claramente la idea de Estados Unidos como un “intruso cultural”, pero reconocen al mismo tiempo, la parte “positiva” que ha tenido esta “trágica situación”.

Por ejemplo, en el primer capítulo de libro analizan, el extraño encuentro entre Japón y Estados Unidos, ocurrido en la segunda mitad del siglo XIX, mostrando cómo esta situación redituaría, finalmente, en la “apertura” de Japón al exterior. Otro tema interesante que tratan son los históricos encuentros que sostuvieron la Liga Japonesa de Béisbol y las Grandes Ligas en los años 30, en donde la última dejaría una enorme enseñanza a las posteriores generaciones de jugadores japoneses. Igualmente, la dupla analiza la imagen racista que manejó Estados Unidos de los japoneses durante los años 40 (la imagen de los japoneses como simios). Asimismo, un tema que no puede quedar al margen del análisis es la ocupación estadounidenses y las arbitrariedades que trajo esta en los años posteriores. Finalmente la dupla muestra de una manera interesante, cómo el Tokio Disneyland (inaugurado en 1983), la prueba más clara del imperialismo cultural estadounidense, ha logrado una aceptación inusual dentro de la sociedad japonesa.

Para finalizar, quisiera señalar lo siguiente. Al leer El Sol y el Arroz uno puede concluir que existe una lucha continua entre un “Japón” que ama a Estados Unidos y otro “Japón” que es una “víctima”, que siempre ha sido humillado por un “amigo” (Estados Unidos) que nunca lo ha visto como ente igual. Obviamente, esta problemática, no es una situación única de Japón. Basta ver la historia moderna de México para constatar esto, pero eso es otro tema de reflexión.

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