(Por cuestiones técnicas de Diario Monitor, este artículo saldrá publicado el próximo 30 de octubre de 2007)
En esta cavilación quisiera comentar con usted, estimado lector, una percepción personal que tengo sobre los trenes. Espero no le incomode.
Antes que todo, quisiera mencionar un dato estadístico. De acuerdo al último censo del Ministerio de Transportes, alrededor de unos 40 millones de personas utilizan diariamente los trenes en la Región Capital Nacional (que comprende Tokio la mayor parte del valle de Kanto). Esto es una cifra monstruosa, si consideramos que la población del valle de Kanto es de 40 millones y es más impresionante, si la comparamos con los 3.9 millones de usuarios diarios que tiene el Sistema Metropolitano de Transporte de la Ciudad de México.
Ahora bien, pese al enorme número de personas, los trenes son sumamente eficientes y ayudan a evitar la emisión de contaminantes (aunque esto no implica que Tokio esté bien planificado, pero es menos caótico que el DF). Sin embargo, las empresas de trenes no han podido escaparse de un problema crucial: las repercusiones sociales que genera la existencia de millones usuarios. De hecho, salvo los turistas extranjeros que disfrutan el “exotismo” de esta gran urbe, la mayoría de sus habitantes viven un estrés innecesario en los tres y este aumenta exponencialmente en las horas pico.
Ante esta situación, las diversas empresas han buscado establecer algunas soluciones. Por ejemplo, se han buscado eliminar los asientos para ampliar el confort, pero esto sólo ha favorecido a las empresas de trenes, ya que pueden meter un mayor número de personas, haciendo de los vagones una lata de sardinas. Igualmente, las autoridades han exhortado a evitar las horas picos, pero esto ha sido imposible. Asimismo, han creado vagones exclusivos para la mujeres con el fin de reducir el acoso sexual, pero sin mucho éxito.
Finalmente, desde hace varios años, la Asociación Japonesa de Empresas de Trenes ha buscado “reeducar” a los pasajeros y crear un ambiente más cordial. Y para hacerlo, ha decidido emprender cada otoño, una encuesta para detectar cuál conducta es la que los usuarios perciben como más problemática. Con base en estos datos, la Asociación busca en un futuro, crear normas más efectivas dentro de los trenes. Pero, qué conductas son las más problemáticas.
Para ilustrar esto, quisiera mencionar los datos que arrojó la encuesta el año pasado. En orden descendiente las conductas más problemáticas son las siguientes: 1) la forma de sentarse (12.9%); 2) el uso del celular (12.2%); 3) el sonido que se escapa de los audífonos (11.3%); 4) los malos modales al subirse al tren (10.2%); 5) la forma de portar las maletas (9.6%); 6) hablar o conversar fuerte (7.8%); 7) que las mujeres se maquillen (6.9%); 8) sentarse en el piso (4.7%); 9) comer en el tren (4.5%); 10) la poca colaboración de los usuarios hacia la belleza del ambiente público (4.5%).
En lo personal estoy de acuerdo con muchas de estas percepciones. Por ejemplo, es molesto que algunas personas ocupen los asientos reservados para los ancianos y discapacitados. Igualmente, la forma como se suben muchos al tren es ofensivo. Empero, hay otras percepciones que me parecen sumamente intolerantes, especialmente la aversión que tienen los japoneses hacia el ruido. Además, hay que señalar que muchas de estas conductas rebasan las decisiones de los propios usuarios.
En primer lugar, creo que es una postura sumamente moralista criticar a las mujeres que se maquillan. De hecho, mientras no manchen a otra persona, no es problemático. Esto también se aplica hacia la comida. Además, si realmente consideran que es molesto el olor de comida, los usuarios deben demandar a las empresas de trenes que suspendan la venta de comida en las estaciones. Por lo que toca al sonido de los audífonos, dado que nada puede parar la venta de los reproductores portátiles, los usuarios deben exigir el desarrollo de audífonos que aíslen el sonido.
En el caso de los celulares, es algo complejo. Una opción es instalar un sistema dentro de los vagones que aísle la señal de estos aparatos, aunque esto implicaría dejar “incomunicada” a millones de personas, generando hasta pérdidas millonarias. Dado que esto es imposible, probablemente, la única opción sea la promoción de una campaña nacional para fomentar el uso correcto “correcta” del celular (aunque no sé si funcione).
Para finalizar, quisiera decir lo siguiente: la situación de inconformidad que prevalece entorno a los trenes es un problema social que necesita solucionarse, pero su solución debe basarse siempre en la tolerancia y el respeto a la pluralidad. Veamos cómo actúan, las generaciones longevas e intolerantes que siguen gobernando este país.
En esta cavilación quisiera comentar con usted, estimado lector, una percepción personal que tengo sobre los trenes. Espero no le incomode.
Antes que todo, quisiera mencionar un dato estadístico. De acuerdo al último censo del Ministerio de Transportes, alrededor de unos 40 millones de personas utilizan diariamente los trenes en la Región Capital Nacional (que comprende Tokio la mayor parte del valle de Kanto). Esto es una cifra monstruosa, si consideramos que la población del valle de Kanto es de 40 millones y es más impresionante, si la comparamos con los 3.9 millones de usuarios diarios que tiene el Sistema Metropolitano de Transporte de la Ciudad de México.
Ahora bien, pese al enorme número de personas, los trenes son sumamente eficientes y ayudan a evitar la emisión de contaminantes (aunque esto no implica que Tokio esté bien planificado, pero es menos caótico que el DF). Sin embargo, las empresas de trenes no han podido escaparse de un problema crucial: las repercusiones sociales que genera la existencia de millones usuarios. De hecho, salvo los turistas extranjeros que disfrutan el “exotismo” de esta gran urbe, la mayoría de sus habitantes viven un estrés innecesario en los tres y este aumenta exponencialmente en las horas pico.
Ante esta situación, las diversas empresas han buscado establecer algunas soluciones. Por ejemplo, se han buscado eliminar los asientos para ampliar el confort, pero esto sólo ha favorecido a las empresas de trenes, ya que pueden meter un mayor número de personas, haciendo de los vagones una lata de sardinas. Igualmente, las autoridades han exhortado a evitar las horas picos, pero esto ha sido imposible. Asimismo, han creado vagones exclusivos para la mujeres con el fin de reducir el acoso sexual, pero sin mucho éxito.
Finalmente, desde hace varios años, la Asociación Japonesa de Empresas de Trenes ha buscado “reeducar” a los pasajeros y crear un ambiente más cordial. Y para hacerlo, ha decidido emprender cada otoño, una encuesta para detectar cuál conducta es la que los usuarios perciben como más problemática. Con base en estos datos, la Asociación busca en un futuro, crear normas más efectivas dentro de los trenes. Pero, qué conductas son las más problemáticas.
Para ilustrar esto, quisiera mencionar los datos que arrojó la encuesta el año pasado. En orden descendiente las conductas más problemáticas son las siguientes: 1) la forma de sentarse (12.9%); 2) el uso del celular (12.2%); 3) el sonido que se escapa de los audífonos (11.3%); 4) los malos modales al subirse al tren (10.2%); 5) la forma de portar las maletas (9.6%); 6) hablar o conversar fuerte (7.8%); 7) que las mujeres se maquillen (6.9%); 8) sentarse en el piso (4.7%); 9) comer en el tren (4.5%); 10) la poca colaboración de los usuarios hacia la belleza del ambiente público (4.5%).
En lo personal estoy de acuerdo con muchas de estas percepciones. Por ejemplo, es molesto que algunas personas ocupen los asientos reservados para los ancianos y discapacitados. Igualmente, la forma como se suben muchos al tren es ofensivo. Empero, hay otras percepciones que me parecen sumamente intolerantes, especialmente la aversión que tienen los japoneses hacia el ruido. Además, hay que señalar que muchas de estas conductas rebasan las decisiones de los propios usuarios.
En primer lugar, creo que es una postura sumamente moralista criticar a las mujeres que se maquillan. De hecho, mientras no manchen a otra persona, no es problemático. Esto también se aplica hacia la comida. Además, si realmente consideran que es molesto el olor de comida, los usuarios deben demandar a las empresas de trenes que suspendan la venta de comida en las estaciones. Por lo que toca al sonido de los audífonos, dado que nada puede parar la venta de los reproductores portátiles, los usuarios deben exigir el desarrollo de audífonos que aíslen el sonido.
En el caso de los celulares, es algo complejo. Una opción es instalar un sistema dentro de los vagones que aísle la señal de estos aparatos, aunque esto implicaría dejar “incomunicada” a millones de personas, generando hasta pérdidas millonarias. Dado que esto es imposible, probablemente, la única opción sea la promoción de una campaña nacional para fomentar el uso correcto “correcta” del celular (aunque no sé si funcione).
Para finalizar, quisiera decir lo siguiente: la situación de inconformidad que prevalece entorno a los trenes es un problema social que necesita solucionarse, pero su solución debe basarse siempre en la tolerancia y el respeto a la pluralidad. Veamos cómo actúan, las generaciones longevas e intolerantes que siguen gobernando este país.