11/09/2008

Islandia: una nueva reflexión

El 19 de agosto de 2008, escribí una cavilación en donde reflexioné sobre un viaje que hice por Islandia. Esta tierra gélida de casi 300 mil habitantes superó todas mis expectativas. Jamás había visto un país en donde la vida fuese tan cara. Por ejemplo, tomarse un simple café en el Segafredo ZANETTI (una cadena italiana de café que ha logrado una popularidad modesta en Japón) que está ubicado enfrente de la casa de gobierno islandés, cuesta alrededor de 500 yenes (5 dólares). El mismo café en el Segafredo de Shibuya (una de las zonas con mayor concurrencia en Tokio) cuesta 300 yenes (3 dólares). ¡Qué decir de los precios de restaurantes islandeses! Comer en Reikiavik es un lujo. No quiero acordarme cuánto me costó esa modesta fonda de comida islandesa tradicional que frecuenté en esos días. Ni mucho menos la pizza que comí en un pequeño café.

Sin embargo, lo anterior no implica que el islandés promedio no pueda comer en un restaurante modesto o caro. Todo lo contrario. Por lo menos hasta agosto de 2008, los sueldos de los islandeses eran suficientes para hacerlo. De hecho, según las cifras del FMI y el Banco Mundial, en los últimos 20 años, el PIB per capita islandés logró duplicar, algo que es digno de resaltar. Además, en el año de 2007, Islandia logró colocarse en los primeros sitios del ranking mundial en esta materia, superando a Japón: la comúnmente llamada “segunda economía mundial”.

Otro detalle que me sorprendió de Islandia fue la gran cantidad de niños y mujeres embarazadas que había en la calle, así como el número de jugueterías establecidas en Reikiavik. Antes de ir a Islandia, tenía la impresión de que encontraría un país similar a Suecia o a Japón: sociedades longevas, víctimas del llamado ciclo de decrecimiento poblacional. Sin embargo, resultó todo lo contrario. Como dije anteriormente el número de infantes en la calle era notorio. Y más en una ciudad en donde sólo habitan 170 mil habitantes. De hecho, según las estimaciones del ONU, Islandia tiene la taza de natalidad más alta de los países desarrollados: tres niños por familia.


En fin. Por todas estas razones, al final de la cavilación del 19 de agosto de 2008, pensé que la experiencia islandesa podía ser benéfica para Japón y también para otras latitudes como México.


Pero, ¿qué permitió esta situación de desarrollo económico? No soy economista y carezco del conocimiento técnico para describir con detalle el comúnmente llamado “milagro islandés”, pero todo lleva hacia la siguiente aseveración: la reforma neoliberal que implementaron las autoridades de Reikiavik desde 1991 fue la clave. Igualmente, la entrada oficial de Islandia al Espacio Económico Europeo fue otro elemento importante. De hecho, hasta hace unos años, Islandia era considerada como los pocos casos de países en donde las reformas neoliberales no habían derivado en mayor desigualdad social.


Pero, ¿qué tan cierto era esto? Por los diversos artículos que he leído hay indicios para pensar que sí fue cierto. Antes de los años noventa, Islandia era un país oscuro y “pobre”. Esta situación ha sido sintetizado de una manera notable en la novela de Hallgrímur Helgason, 101 Reykjavik.


Esta obra trata diversos temas sociales que aquejaba a la sociedad islandesa de los principios de los noventa y los trata desde una visión de humor negro. El protagonista de esta obra es Hylnur Björn: un hombre de 35 años desempleado que vive con su madre en la zona postal 101 de la ciudad de Reikiavik. Hynur se mantiene sólo con el seguro de desempleo que le da el gobierno y en un ataque apatía decide recluirse en su casa, viendo sólo la televisión y utilizando la computadora. De este modo, la vida de Hylnur es patética como lo era la economía de Islandia, pero todo cambia cuando su madre le confiesa que es lesbiana.


Después de eso, la compañera de su madre, Lola, se muda a su casa. Hylnur se siente atraído por ella y comienza un extraño triángulo amoroso… Para no extender más el relato, esta situación hace que cambie la vida patética de Hylnur y se asuma finalmente como un persona madura. En lo personal me costó trabajo entender el trama porque me tocó leerla en inglés (siempre se me ha dificultado leer novelas en este idioma), pero creo es una obra recomendable. Por cierto, hay una adaptación cinematográfica que hizo el actor y directos islandés Baltasar Kormákur en el año 2000, en donde actúa Victoria Abril.


Pero, bueno me desvié del tema… regresemos nuestro argumento a su inicio. Las causas del “milagro islandés”. Como dije fue la política neoliberal de las autoridades de Islandia la que revertió ese oscuro mundo de 101 Reykjavik. El gobierno islandés privatizó los bancos y bajo los impuestos que tenía que pagar las empresas, incentivando así la inversión. Aunado a lo anterior, se decidió transferir los altos impuestos que pagan los islandeses hacia obras de infraestructura, especialmente para reforzar la industria pesquera: la principal economía de Islandia. Asimismo, se construyeron diversas plantas geotérmicas para aprovechar la energía de los volcanes de la isla y reducir la dependencia del petróleo y el carbón. Finalmente, el gobierno logró garantizar las bondades del sistema social heredado de los gobiernos socialdemócratas, evitando la desigualdad social.


Sin embargo, el “milagro islandés” terminó en octubre de 2008. La crisis financiera que azotó a Estados Unidos y luego a la economía mundial, traería efectos funestos sobre Islandia. Los principales bancos privados no podrían garantizar el pago de deuda de corto plazo; la deuda externa islandesa aumentaría a niveles inverosímiles; y la moneda nacional (krona) se depreciaría estrepitosamente, imposibilitando por completo las transacciones económicas y de divisas.


Ante esto, el gobierno de Geir Haarde no tendría otra alternativa que recurrir a medidas drásticas. Una de ellas y la más dolorosa fue la nacionalización de la banca. Asimismo, fijaría la krona al euro; pediría un gigantesco préstamo a Rusia (una nación que siempre fue vista como un “vecino” incómodo); y, finalmente, solicitaría la ayuda del FMI. Dicho en palabras distintas: Islandia vivió la misma experiencia que experimentó México en los años ochenta ,cuando cayeron los precios del petróleo y obligaron al, entonces, presidente José López Portillo y Pacheco a nacionalizar la banca privada y devaluar el peso.


La verdad estoy sorprendido de los acontecimientos ocurridos sobre Islandia. Por un lado, la bancarrota de este país terminó finamente con el mito del “milagro islandés”. Por otro lado, condenó a una de las sociedades más igualitarias a un futuro latinoamericano. Es decir, una ampliación de la brecha entre los ricos y pobres.


La pregunta de los 64 millones: ¿podrá salir Islandia avante de esta crisis? Yo creo que sí. Es un país que ha vivido siempre con escasos recursos y ha salido avante. Sin embargo, el costo político y social será grande y por qué no puede que regrese de nuevo ese oscuro mundo de 101 Reykjavik

De regreso

Después de dos meses de no escribir nada regreso a este espacio virtual. La razón es algo complicada, aunque no tan trágica.

Hace unos meses, los dueños del Diario Monitor —lugar en donde solía poner cada martes mis cavilaciones— decidieron cancelar su sección de Análisis. Lo anterior hizo que me quedara sin un espacio “oficial” en donde pudiera escribir mis trivialidades semanales. Ignoro las causas, aunque presumo que fue la falta de dinero, pero también la difícil situación que enfrenta su director José Gutiérrez Vivo. En fin, es un tema que no me concierne a mí y bueno cierro así casi dos años y medio de actividades en este periódico.

Ahora bien, justo en el momento que me avisaron los editores de Diario Monitor la noticia, se me quitaron los ánimos de seguir escribiendo. No por depresión o tristeza. Simplemente me dio pereza hacerlo. Cada semana tenía que cumplir con una cuota semanal de 4500 letras y sin darme cuenta eso me había generado un estrés innecesario. De este modo, cuado me di cuenta de que me había librado de esta responsabilidad, pues dije mejor me tomo un descanso y dedico mi tiempo a otras actividades. Fue por eso, que decidí darme unas largas vacaciones.

Empero, en las semanas subsecuentes que dejé de escribir, recibí varios mensajes de amigos que se preguntaban la razón de mi repentina desaparición en la red. Igualmente, por razones extrañas, algunas personas comenzaron a externar sus comentarios en mis cavilaciones pasadas. Inclusive, algunas que fueron puestas hace un año. Fue, entonces, que pensé: “Esta terapia semanal de escribir cosas sobre Japón no había sido una banalidad”. De este modo, superando la pereza que me había invadido en los últimos meses, decidí “postear” de nuevo.

No sé cuando dure esta actividad, pero bueno la temática seguirá siendo la misma: analizar un tema político, cultural o literario de Japón, tratándolo de contrastarlo con la “realidad mexicana”. Sin embargo, en esta ocasión buscaré un mejor estilo menos riguroso como el que había mantenido, ya que esto no es una columna de un periódico. Por lo que toca a la frecuencia, buscaré escribir cada semana, probablmente cada martes.

Veamos qué pasa. Espero que sea de su interés amable lector y disculpe los problemas de redacción y los mexicanismo inherentes del autor de estas cavilaciones. Gracias por su vista.